Capítulo V

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—Vamos, Yuri. Sígueme.

Victor había comentado que deseaba mostrarle algo en el piso de arriba y prácticamente lo había arrastrado hasta las escaleras, lo soltó sólo cuando estuvieron al pie de éstas.

—Victor...

El nombrado encaró a Yuri que jugueteaba con un botón de la manga de su saco aún sin subir algún escalón. Victor consideraba que era una persona observadora, solía notar detalles en las personas y en el poco tiempo que llevaba viendo al japonés había notado solía jugar con cualquier cosa que tuviese a su alcance y si no llevaba nada con qué hacerlo pasaba una y otra vez su pulgar por los dedos de sus manos. Podía imaginarlo jugando con un pincel, quizás mordiendo un poco la punta de éste.

Bajó los escalones hasta quedar frente a Yuri, éste parecía no tener planes de moverse.

—Te prometo que está bien que vayamos. Sólo sígueme, por favor —le pidió con voz suave, sin apartar la mirada de los ojos de Yuri—. Por favor.

Pudo ver en sus ojos la duda de seguirlo, comenzaba a plantearse la idea de hacer un puchero en un intento de convencerlo pero no fue necesario ya que unos momentos después el nipón murmuró:

—Bien, te sigo.

Victor no pudo evitar sonreír complacido; aún sin quitar su sonrisa le hizo un gesto con la cabeza a Yuri para que lo siguiera. Ambos subieron las escaleras dejando atrás la recepción del antiguo director de orquesta, caminaron por un corredor con algunas puertas cerradas. Se detuvieron frente a una que el ruso abrió, dejando pasar primero al pintor.

La habitación tenía pisos y paredes blancas éstas últimas adornadas con algunos reconocimientos y un par de fotos; sólo una pared estaba ocupada por un gran librero lleno de libros, el ventanal daba vista a la calle cubierta de nieve, pero lo que más le gustaba a Victor de aquella habitación era el gran y elegante piano de cola que se encontraba en el centro de ésta.

Miró de reojo a Yuri, parecía estar observando cada detalle. Sus dedos habían dejado de jugar con su botón. Lo observó caminar algo titubeante por la habitación. Hubo un momento en el que se detuvo frente al librero, pasando sus dedos por los lomos de algunos libros, de vez en cuando sonreía al leer un título, como si reconociera esa obra. Victor se quedó en silencio, no quería interrumpir a Yuri que ahora veía los reconocimientos -era imposible leerlos para el japonés, sabía muy poco de ruso, casi nada mejor dicho-.

Se detuvo frente a una fotografía enmarcada y colgada en la pared, el ojiazul se acercó para poder verla igual, aunque sabía perfectamente cuál era.

—¿Eres tú? —preguntó Yuri cuando llegó a su lado.

—Sí... Tenía diecisiete años ahí.

En la fotografía se podía ver a un Victor once años más joven, su cabello plateado le llegaba a la mitad de la espalda y le caía delicadamente por ésta, cada mechón parecía estar perfectamente acomodado, le daba la espalda a la persona que tomó la fotografía, no estaba posando para la foto. Se la habían tomado sin darse cuenta en esa misma habitación. La iluminación no había sido la perfecta pero fue tomada un día donde raramente el sol salió dejando entrar un poco de lo rayos por la habitación.

El peliplata estaba frente el mismo piano tocando lo que había sentido ese día: liberación, aceptación.

Ese día se había aceptado quién era, había entendido que debía amarse profundamente, con cada parte de él.

Aquella tarde-noche en la que fue tomada la fotografía Victor había aceptado que estaba enamorado de un chico.

Había aceptado que era gay.

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora