Capítulo VIII

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A Victor le gustaba pensar que las personas eran piezas de arte, algunas eran como la danza que con sus delicados movimientos te podían hipnotizar, en cambio otras eran como la literatura, que con sólo hablar, con sólo decirte un par de cosas estarías a sus pies, personas que eran como una fotografía y éstas te hacían desear que el momento que pasabas a su lado jamás terminara; a lo largo de su vida conoció a personas que eran como la música, quienes te llevaban a otro mundo al con sólo estar a tu lado.

El ruso creía firmemente que Yuri era una bella y misteriosa pieza de arte.

Con distintos colores, con diferentes detalles que eran únicos, con suaves pero precisas pinceladas, sin embargo, no era una pieza de arte fácil de leer, al contrario, Yuri era complicado y en muchas ocasiones no lo comprendía.

El peliplata se acomodó en la butaca de la sala de ensayo, soltando un suspiro, sabía que le agradaba al pelinegro aunque había ocasiones en las que no sabía como actuar, por ejemplo el día que salieron a patinar, todo había salido de maravilla hasta que se tomaron de las manos, para él tomar la mano de Yuri fue... fue sublime.

No quería soltarlo.

—Oye, viejo —Yurio lo miraba con fastidio, dejando de lado su arpa—. ¿Me estás escuchando?

—Disculpa, ¿qué?

El rubio soltó un pequeño gruñido de desagrado, preguntándose por qué Yakov había nombrado director a tan distraído músico. Se cruzó de brazos mientras bajaba del escenario hasta llegar a la butaca donde estaba el mayor.

—No me importa que haces de tu vida pero, ¿qué mierda te pasa? Te has estado comportado aún más distraído estos días.

No iba a decirlo en voz alta pero a Yurio de verdad le agradaba Victor, a pesar de ser distraído y torpe, era una buena persona, un buen amigo que estuvo con él cuando su abuelo murió, a pesar de haberlo insultado, gritado e incluso golpeado estuvo con él, negándose a dejarlo solo.

—Yuri ha estado comportándose raro últimamente.

Yurio se sentó al lado de Victor, quitándole la partitura que tenía en el regazo.

—¿Hiciste algo raro en su cita? ¿Te embriagaste? Porque te recuerdo que cuando lo haces sueles hacer..., tonterías.

—No fue un cita, sólo una salida de amigos —aclaró en voz baja, haciendo una mueca—. Y no hice nada, sólo salimos a patinar, en cuanto salimos de la pista él dijo que tenía que irse... Sólo se alejó.

—Quizá... quizá se sintió algo incómodo, no sé, viejo, las personas son raras.

Y sin más se levantó volviendo al escenario, dejándole a Victor la sensación de que decía la verdad: las personas eran raras, complicadas y el pintor lo era aún más.

Phichit sabía perfectamente cuando su mejor amigo estaba mal, había señales: si Yuri comenzaba a encerrarse en su habitación, si amanecía con grandes ojeras y si salía tenía sus dedos manchados de grafito significaba que estaba pensando en cosas n...

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Phichit sabía perfectamente cuando su mejor amigo estaba mal, había señales: si Yuri comenzaba a encerrarse en su habitación, si amanecía con grandes ojeras y si salía tenía sus dedos manchados de grafito significaba que estaba pensando en cosas negativas constantemente.

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora