Capítulo II

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Como se había prometido Yuri fue las siguientes tardes-noches a escuchar a aquel músico, lamentablemente la noche anterior no había podido asistir, deseó haberlo hecho pero fueron causas de fuerza mayor que le impidieron. En la universidad donde era asistente de Celestino -un profesor que había tenido en Japón cuando estudiaba artes le había conseguido el empleo, lo agradeció infinitamente, tenía que tener un empleo para poder pagar todos sus materiales; la noche anterior hubo un problema con una escultura para la próxima exposición de la universidad que sería en tres meses, a Celestino le gustaba tener todo preparado con -bastante- tiempo de anticipación.

Los conciertos improvisados que ofrecía su músico le permitía relajarse, sólo se detenía a escuchar y disfrutar la música. Algunas veces su mirada se conectaba con la del ojiazul, del cual aún no sabía su nombre, aún no se atrevía a acercarse para preguntárselo. Por su mente pasaron muchas formas de las cuales podía hacerlo, desechó cada una de ellas. Además su cuerpo no ayudaba, parecía que se bloqueaba, impidiéndole avanzar cada vez que pensaba em la posibilidad de acercarse.

Yuri esperaba que el chico no pensara que era una clase de acosador o algo por el estilo, aunque una parte de él dudaba que eso sucediese, se había dado cuenta que varias personas volvían para escuchar las melodías que tocaba. Eso no le sorprendía, aquel chico realmente bueno.

Miró sus manos que estaban aún con restos de pintura en sus uñas de la noche anterior, en la mañana había hecho todo lo posible para quitarlas pero fue imposible, simplemente se negaban a irse. Esa mañana también había dejado sus guantes en el sofá, se regañó mentalmente por ser tan distraído.

Su teléfono sonó avisándole la llegada de un texto.

"Yuri dejaste tus guantes en casa, lol.

-P"

Rodó los ojos divertido por el mensaje de su mejor amigo, le respondió con un simple emoji con los ojos en blanco.

Para su suerte sólo tenía que ir a la universidad una hora para checar un par de cosas, después podría tomarse el día para él. Así que con pasos rápidos caminó hasta que con sorpresa se dio cuenta que no iba tarde como era costumbre, todo era gracias a Pitchit que lo había despertado a tiempo.

Permitió que su mente vagara en los recuerdos que tenía de Japón, recordó sus clases en la academia, cuando su hermana mayor Mari le regaló su primer estuche de estilógrafos a los nueve años o cuando su mamá le preparaba Katsudon -su comida favorita- cada vez que se estresaba, añoraba Japón. No había podido visitar a su familia en un largo tiempo pero trataba llamarlos cada vez que podía.

Escuchó unos pasos acercarse, sacándolo de sus memorias, frente a él apareció un gran caniche café poniendo sus patas delanteras en sus muslos, haciéndolo tambalear, no pudo evitarlo y rió, amaba los perros . El can buscó caricias con su cabeza acercándola a la mano de Yuri, éste lo complació felizmente.

—Hey, amigo—le dijo sin quitar su sonrisa, sintió la lengua del caniche pasar por la palma de su mano.

Llevaba un sencillo collar rojo, en su placa plateada se podía leer el nombre de su nuevo amigo.

Makkachin.

Le pareció un lindo nombre, siguió acariciando el pelaje de su amigo mientras buscaba por la calle a su dueño.

—No creo que estés solo, ¿cierto?—preguntó mirando de nuevo al caniche.

—¡Makkachin! —se escuchó una voz con notable preocupación y algo agitada a un par de metros.

Yuri se giró hacia la voz y en el momento en el que lo hizo su corazón latió de manera rápida, como el aleteo de un colibrí.

Su violinista, el chico al que había estado yendo a escuchar, el chico que últimamente era protagonista de sus obras estaba a un par de metros de él, a un par de pasos, mejor dicho.

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora