Capítulo XV

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Las manos de Yuri temblaba tanto que su única solución para ocultar ese temblor fue ponerlas sobre sus muslos, de vez en cuando se daba ligeros apretones en éstos para tranquilizarse, miraba fijamente la taza humeante de té que tenía enfrente, amablemente Phichit se había ofrecido a preparar la bebida para todos. Podía sentir las miradas de sus padres sobre él, aún cuando mantenían una conversación con su amigo. El tailandés al sentir el ambiente tenso desde que cruzaron por la puerta intentó armonizar el lugar.

Sólo podía pensar en Victor y en la triste y decepcionada mirada que cruzó con él antes de despedirse, en su mente se reproducía una y otra vez la escena del peliplata bajando por las escaleras cabizbajo con los hombros hundidos.

Necesitaba llamarlo, tratarle de explicar la situación de una buena vez, contarle su mayor miedo y su temor por el rechazo de sus padres.

No, lo que necesitaba era verlo. Ver directamente a esos profundos ojos azules y decirle lo mucho que le quería, lo importante que era para él. Deseaba estar frente al ruso para poder decirle aquellas palabras que se le atoraban en la garganta por su falta de coraje.

Sintió un pequeño golpe en la rodilla, un tanto confundido levantó su mirada hacia Phichit -que estaba sentado a su lado-, su amigo hacía una mueca y señalaba con sutileza a los señores Katsuki.

—Perdonen, ¿decían algo...?

—¿Te encuentras bien? —la preocupación en la voz de su madre se hizo presente.

—Oh sí, sí... Lo siento —no agregó nada más.

Miró a su madre, esa mujer que lo había acunado en sus brazos cada vez que se caía de la bicicleta, aquella mujer que lo acompañó todas las noches cada vez que tenía una pesadilla y al recordar todas esas ocasiones en las que su madre lo cuidó la culpa llegó a su persona; sus padres habían ido hasta San Petersburgo para verlo, para acompañarlo en su cumpleaños y sin embargo él hubiese prefería que no estuviesen ahí.

—¿Ya tienes novia, hijo? —preguntó de pronto su padre con su típica frialdad.

Sin siquiera notarlo apretó su mandíbula y su ceño se frunció. Siempre había odiado cuando su padre le preguntaba eso cada vez que hablaban por teléfono.

—No.

—¿Por qué? —siguió su padre, recargando sus brazos en la mesa mirándolo fijamente, sin perder ningún detalle de su lenguaje corporal—. No me digas que sigues enamorado de Yuko, porque déjame decirte que ella ya está casada.

—Toshiya... —vió a su mamá haciendo una diminuta mueca.

—Espera Hiroko, él tiene que saber que el haber dejado a Yuko fue la peor decisión de su vida.

Abrió sus labios para responder a eso, quiso enfrentarse de una buena vez a su padre... pero su valor se fue perdiendo al ver la temerosa mirada de su mamá. Hiroko odiaba los conflictos, y más si era su esposo y su hijo quienes discutían; aún recordaba esa ocasión en la que les comentó que se iría a San Petersburgo.

Esa noche tras haberles dicho su decisión su padre se alteró demasiado, le reclamaba el hecho de dejar a su familia y no querer dedicarse al negocio familiar, pues Toshiya afirmaba que al ser el único hijo varón Yuri debía quedarse con el Onsen... Y eso a Yuri no le parecía. Toshiya esa noche explotó, jamás lo había visto tan enojado y eso a su madre alteró y preocupó a más no poder. La recordaba llorar sin parar en los brazos de Mari, recordaba los fuertes temblores que sufría el pequeño cuerpo de su madre cuando la abrazó.

Todo empeoró cuando Toshiya gritó en su ataque de cólera:

—¿Acaso te vas por qué eres maricón?

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora