Capítulo XVIII

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Una de las piezas que más disfrutaba Victor era Liebesträume (también conocida como Love Dream) de Franz Liszt, que, si bien disfrutaba de igual manera los dos primeros sueños, podía decir sin dudar que su favorito era el tercer sueño. Siempre que escuchaba esas notas allegro ma non troppo que lentamente iban aumentando de tempo tenía otra perspectiva.

Si cerraba los ojos, podía imaginar una historia de amor, una historia de amor incondicional y maduro, la cual llegó a ese punto tras haber pasado por los dos sueños anteriores: amor exaltado y amor erótico. Visualizaba a los protagonistas, uniéndose en un beso, en una caricia que a cualquiera haría suspirar. No obstante, como cualquier sueño tenía que terminar con un triste despertar y con las notas finales, ese romance que vió crecer, culminaba, dejándolo sólo con el dulce recuerdo, las tiernas miradas de los jóvenes amándose, despidiéndose con un simple rozar de sus dedos.

Abrió sus orbes sintiendo una opresión en su pecho como normalmente le sucedía al ver en su mente esa tierna pero amarga historia de amor.

Alguna vez, cuando era estudiante de Yakov,éste le pidió leer la biografía de Franz Liszt, así que eso hizo y una de las cosas que le llamó la atención del compositor austro-húngaro fue una carta que leenvío a la condesa Marie d'Agoult, recordaba perfectamente haber transcrito en su cuaderno alguna cita de la carta:

« [...] El día en que puedas decirme con toda tu alma, con todo tu corazón, toda tu mente: "Franz, permitámonos borrar olvidar, olvidar para siempre, cada cosa incompleta, penosa, y acongojante en el pasado; permitámonos ser todo para el otro, porque ahora te entiendo y perdono tanto cuanto te amo"»

En aquel entonces le pareció tan sólo una linda frase, sin embargo, ahora, años después, podía comprender las palabras de Liszt. Al tomar la mano de Yuri, al escucharlo decir su nombre acompañado de una melodiosa risa, al sentir los labios cálidos del nipón sobre su piel y escucharlo decir con seguridad y ternura un sosiego "te amo" le permitía empatizar con el austro-húngaro.

Makkachin, quién estaba acostado encima de él en el sofá de su casa, se irguió de golpe y corrió hasta la puerta de entrada, rasgándola sin cesar mientras soltaba un par de ladridos, acto seguido el timbre resonó. Sólo había una persona, además de él claro está, que provocaba ese comportamiento en el can.

Al abrir la puerta se encontró con la adorable imagen de su novio con un gran abrigo, bufanda y gorro azul lavanda haciéndolo ver de muy tierno, sus mejillas rosadas por el frío de diciembre. Evitó reír un poco al verlo tiritar.

—¿Tienes frío? —inquirió con una sonrisilla traviesa en sus labios.

—Calla y déjame pasar.

Soltó una risa juguetona dejando pasar al nipón, éste no tardó en saludar a Makkachin mientras Victor encendía la calefacción de su hogar.

—¿Quién es el mejor? ¿Quién? ¿Quién? Tú lo eres, sí, sí, lo eres. —le preguntaba Yuri al can, sonriendo y acariciando sus rizos castaños.

Verlo interactuar con su mascota le hacía sonreír sin proponerse. Amaba que a Yuri le gustaran los perros tanto como a él y, esperaba que algún día adoptasen juntos otro can. Makkachin necesitaba un compañero.

Su novio se acercó hasta donde se encontraba para dejar un pequeño beso en sus labios. Otra cosa que amaba Victor era que Yuri hiciera esos gestos y que tomase la iniciativa.

No muy conforme por la corta caricia que recibió besó al nipón, disfrutando cada segundo los labios de su pareja. Soltó un jadeo cuando las frías manos de Yuri se colocaron en su cuello, haciéndolo estremecer.

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora