Capítulo XXI.

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—En realidad —comenzó a hablar recargando su espalda en el pecho del ruso, quién se encontraba semi-recostado en el sofá mientras lo rodeaba con sus brazos—, no estaba tan ebrio.

—¿Ah no? —inquirió Victor; Yuri no podía verlo, pero con facilidad lo visualizaba con una sonrisa a costa suya, probablemente recordando lo sucedido hace algunas horas.

—No.

—¿Y qué me dices de... A la mitad de la noche, en mis sueños sé que voy a estar contigo, así que me tomo mi tiempo? —podía sentir la cálida respiración del peliplata chocar contra su oreja, haciéndolo sonrojar y estremecer—. ¿Estás listo para esto?

—¡Victor!

Si no fuera porque adoraba como el músico reía de forma cantarina, provocando que él sonriera casi de manera instantánea, probablemente ya lo hubiese obligado a callar metiendo un calcetín a su boca o algo similar.

—No estaba tan—recalcó la última palabra pronunciada— ebrio, sólo bebí lo suficiente para cantar bastante alto sin vergüenza.

—Demonios —el ruso resopló con fingida molestia—. Creí que estabas proponiéndome cosas indecentes en el bar.

El nipón sintió como las puntas de sus orejas se calentaban al igual que gran parte de su rostro, y no sólo porque Victor hubiese hablado con voz ronca muy cerca de él o que pudiese sentir cierta parte de la anatomía del otro en su trasero... si no porque, al estar un poco alcoholizado, creó ciertas imágenes mentales al ver al músico entrar con pasos firmes al bar, destilando un aura de elegancia y seguridad.

—¡Deja de reírte! —pidió dándole un manotazo en el muslo al escucharlo carcajearse a su costa—. ¿Sabes qué? Me voy.

Hizo ademán de levantarse con toda la intensión de dejar al ruso solo en el sofá, sin embargo, éste impidió su escape, se vió rodeado por piernas y brazos del ruso. Pronto la sala se llenó de risas ahogadas por parte del mayor y quejidos de esfuerzo por su parte, aunque éstos no tardaron mucho en convertirse en risas gracias a los pequeños besos que le daba Victor en el rostro tras haber girado su cuerpo para encararlo.

—Es mi cumpleaños, no puedes irte porque es deseo del cumpleañero.

Yuri arqueó una ceja y presionó los labios, intentando no dejar escapar una sonrisa. Lanzó una rápida mirada al reloj de pared que estaba detrás de Victor.

—Son las doce con seis minutos, así que prácticamente ya no es tu cumpleaños.

Le fue inevitable no reír al ver el puchero que hacía su novio. ¿Ese hombre de verdad acababa de cumplir veintinueve años?

Fue su turno en dejar pequeños besos en el rostro del ruso. Besó todo lo que tuvo a su alcance y se entretuvo en la mayor tiempo en los labios Victor, éste respondió a sus caricias con el mismo cariño que las daba, logrando que su corazón se derritiera.

Se quedaron en el sofá hablando de todo y nada a la vez, escuchándose y bromeando entre sí... Esa era una de las cosas que Yuri más disfrutaba, el hecho que nunca se quedaran sin temas de conversación. Justo en esos momentos, el músico hablaba de lo emocionado que estaba por pasar año nuevo juntos (con sus amigos incluidos) y que se esforzaría por hacerlos una deliciosa cena.

Miró aquellos orbes celestes que amaba; había veces en las que Victor parecía perderse en sus recuerdos cuando veía su piano o cuando miraba la fotografía de una mujer con hebras plateadas, quien admiraba las calles cubiertas de nieve. Jamás se había atrevido a preguntar si se trataba de su madre, pero no cabía duda que aquella foto era un recuerdo doloroso para el músico. Sin embargo, siempre que sus ojos se conectaban con los azulados, éstos reflejaban una dicha que él mismo podía sentir.

Art in you. [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora