Su ascendencia era tan controvertida como la familia de su padre, y a decir verdades, bastante complicada. Su abuelo había sido el flamante Horance Casterford; uno de los tres hermanos del rey Fausto II, un noble lord que fue caballero y escudero en sus mejores años, pero cuya adicción a las putas dejó una herencia repulsiva y vergonzosa a las generaciones siguientes. De sus amoríos en la capital nació Milla D' Anka, una bastarda que aprendió tanto de la prostitución como para lograr desposar a Lord Thomas Ranger, señor del modesto Kithalpa y una de las más grandes eminencias del comercio benetniano.
Aunque dudosa la historia, se decía en Mirfak y el resto de Anka que Milla había logrado encantar el corazón de su amado con brujería y buenos movimientos en la cama, mientras Lord Thomas amancillaba una enorme fortuna con la alcabala fundada por su bisabuelo en el Paso Real más cercano a sus dominios. Tuvieron fuertes y atractivos hijos, que crecieron bajo el estigma sucio de su madre y el fantasma impuro de su padre, y sin embargo, fueron aceptados y tremendamente acogidos por sus primos lejanos; los Casterford.
Aunque poderosos, en los años siguientes los Ranger sufrieron golpes tan duros que apenas pudieron reponerse; lady Milla «La Dama Bastarda», había muerto de fiebre puerperal, pues comprendía que la seguridad de su familia estaba en procrear hijos, y Lord Thomas, ahora más viejo y agotado, descansaba exiliado en sus estancias y con una pierna tullida por pretender heroísmo durante La Caída de Mirach. Fausto III y su corte empezaron a cobrarle el impuesto más alto en todo el reino, mientras los antiguos miembros de La Corona habían tratado de cargar las arcas reales con las sumas obtenidas en las alcabalas de Kithalpa.
Serene recordaba con recelo los desplantes que El Rey y su corte le habían hecho a ella y el resto de su familia cada cierto tiempo, solo para decirse a sí misma que no debía confiarles nada más que el reproche y la calumnia de muchos años amargos.
Era la segunda de seis hermanos, y la mayor de las hembras con diecinueve onomásticos cumplidos. Se le conocía en el castillo por ser la confidente fiel de la princesa Florence, y una cautelosa espía en las filas La Reina. Era alta, delgada y de busto pequeño, con el cabello largo y ondulado en un marrón blancuzco, tenía los ojos enormes y ambarinos, y las facciones huesudas de los Ranger. Era poco atractiva, pero agradecía a los Dioses haber heredado los rasgos de su padre y no las curvas preciosas de su madre, ¡valla que tenían una vida injusta! sus hermanos también habían heredado poca gracia.
Esa mañana había hecho los quehaceres más rápido que de costumbre, como doncella de lady Florece le había tocado bañarla, peinarla y vestirla en compañía de sus otras «amigas». Había llevado su ropa sucia a los lavanderos, había atendido los caprichos del molesto príncipe durante las horas del desayuno y hasta le había dado tiempo de terminar la confección del vestido que usaría para el almuerzo.
«Debes lucir perfecta, Serene ─se dijo mientras terminaba de lacerarse la piel con una esponja apenas mojada─. Quizás alguno de los nietos de lady Nayla se decante por ti.»
La princesa la había invitado a compartir mesa con las damas más importantes del castillo, en una reunión que la matriarca de los Mintranger había organizado. Había esperado el día por semanas, imaginando vagamente conseguir un buen marido que la sacase del nido de malagradecidos en el que se había convertido la Familia Real.
Bastaron dos horas para lucir medianamente interesante, con el cabello aceitado y suelto hasta las caderas, la cara pulcra y los labios levemente pintados de un color rosa crema y tenue, que le hacía ver como un ángel gigante y raquítico. Pero ya estaba resignada a su aspecto cadavérico, por su parte, se enfocó más en su ostentoso atuendo. Lady Florence le había regalado uno de los harapos de su madre, para que luciera tan digna como una Fleur, sin embargo, Serene lo reconstruyó por completo, colocándole mangas ajustadas, una falda de hiedras que parecían crecer apretujadas y una serie de joyas y encajes que La Reina le había obsequiado a petición.
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El Trono de Benetnasch
FantasyEn un mundo gobernado por las clases sociales, los apellidos y las arraigadas leyes medievales, la Familia Real pasa por la mayor crisis vista en su historia. El Rey Fausto III ha sido asesinado por una misteriosa conspiración, dejando como heredero...