Giovanni Barrault

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El viento le pegaba en la cara, mientras el galope de los caballos al correr levantaban el polvo. Giovanni iba con una espada a la cintura y unos treinta caballeros de la guardia ankía a sus espaldas. Su caballo, aunque cansado y jadeante, seguía corriendo, mientras él lo aupaba golpeándole los costados con los talones.

Lord Leinard iba a su diestra, montaba una yegua castaña y salvaje, y sir Idris los acompañaba del lado derecho, sobre un caballo viejo y de crines blancas. Sir Cassire, sir Dante y sir August iban delante de ellos, empuñando sus espadas de mango plateado para apartar a la gente del las calles. Sir Steffan Fleur también los acompañaba, pues se había ganado el favor de todos desde su defensa al rey durante la coronación.

Atravesaron la ciudad a todo galope, en una expedición que el propio Consejero Líder comandaba. Era una vergüenza lo que había ocurrido en el juicio, y tampoco podía permitir que los Glamber se marcharan sin siquiera hacer nada para evitarlo.

 «Espero que ya estén muy lejos ─se dijo mientras el camino. Estaba nervioso─. Así por lo menos evitaremos más derramamiento de sangre.»

Aunque su deber como consejero era velar por el bienestar y respeto del rey, Giovanni sabía que lo más prudente en ese caso era no hacer nada. Los Glamber habían sido criados como grandes caballeros, de hecho, los mejores de toda Anka y parte del continente; ni él, ni la banda de aficionados a su alrededor habrían de sobrevivir en un encuentro cerrado contra Lord Horance y todos sus hijos.

Saliendo de la ciudad, allí donde los enormes muros amarillos habían desplegado un par de puertas hechas en arcilla gastada, siguieron cabalgando hasta llegar al tope de una gruesa colina. De allí divisaron el entorno, el bosque de camino a Kithalpa estaba verde; copioso, espeso y neblinoso, como si las nubes se hubieran internado entre su maleza.

─Es por allá el camino real ─comentó Lord Leinard señalando un punto irreconocible a la vista.

─No, el bosque está demasiado oscuro para penetrarlo ─dijo Giovanni como excusa─. Lo mejor será retornar al castillo. Los guardias pueden revisar las calles, aunque estoy seguro de que el ejército de los Glamber ya no está por aquí.

─Es un bosque difícil de cruzar a caballo. No han de ir muy lejos si están internados allí ─comentó Leinard en tono terco─. Seguro están acampando para seguir la marcha mañana. Los interceptaremos y los castigaremos por su afrenta.

─Son novecientos hombres, mi lord ─comentó Idris Walters desde su caballo─. Tendríamos las de perder en un combate abierto.

Alrededor, no llegaban ni a quinientas espadas, los más sabios sabían que en número jamás habrían de ganar.

─Entonces vaya a la ciudad por más guardias, sir ─demandó Leinard espoleando a su caballo─. Sir Dante lo acompañará, y no tarden. Nosotros alcanzaremos a los traidores.

─He dicho que no ─lo detuvo Giovanni con brusquedad─. No es propicio iniciar un enfrentamiento contra la Casa Glamber en estos momentos. Soy El Consejero Líder, y demando la abstinencia de una acción tan imprudente.

─Y yo he dicho que iré tras ellos, con o sin su consentimiento, mi lord ─Leinard sonaba terco, rabioso─. Soy el Primer General de La Corona, y es mi deber defender al trono en virtud del rey y su justicia. ─se dirigió al caballero de piel mulata─. Sir Idris, les he dado una orden, los veremos en el bosque.

Lord Leinard emprendió marcha con una vanguardia de trecientos aviarios, más atrás de ellos, la guardia ankía iba también a todo galope. Sir Steffan y sir August esperaron la demanda de Giovanni, quien frustrado les indicó que avanzaran.

«Los masacraran si no los ayudamos ─aunque sabía que de igual modo los aplastarían sin mayor esfuerzo─. Pero prefiero morir en el bosque que escuchar las quejas de La Reina.»

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⏰ Última actualización: May 22, 2017 ⏰

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