Mentiras, mentiras y más mentiras. Era todo lo que había dicho Serene en su testimonio, y aunque sintió algo de miedo ante la mirada brillante de Lord Horance, sentía más temor por lo que pudiera hacerle La Reina, en caso de haber dicho otra cosa en aquel juicio.
La gente a su alrededor vociferaba comentarios, y los espectadores inquietos se decían falsos y verdades entre lo incómoda que se había puesto la multitud. Al tope de las escaleras, los tres jueces intercambiaban razones mientras el escándalo, a su derecha, los miembros de La Corona se decían cosas entre negaciones, y a su izquierda, Florence lloraba mientras La Reina le dedicaba una mirada fría y orgullosa.
La muchacha sintió algo de culpa por su antiguo prometido, pero prefirió pensar que quizás con su muerte no sería obligada a desposarse con él, y que seguramente La Reina la recompensaría con algún hombre de Noble cuna, que a tan enorme favor, debía ser un Señor poderoso y con un enorme castillo.
Lo único cierto es sus palabras, fue la cercanía que tuvo con Cameron Glamber al llegar a la capital, pues siendo ambos extraños, se escudaron el uno al otro para soportar el vacío infernal que les había provocado la lejanía familiar. El pupilo había resultado más bien como un hermano para ella, y aunque se tuvieron confianza en un par de cosas, jamás se hubo sugerido siquiera un roce entre ambos.
Se hizo silencio nuevamente, y Serene se preparó mentalmente en caso de tener que volver a llorar.
─¿Está segura de lo que afirma, mi lady? ─le preguntó Otniel.
─Sí, totalmente, mi Lord.
─Es absurdo ─dijo Lord Horance con apreciable molestia─. Si esto es real, ¿por qué esperas hasta ahora para contarlo? Sabías que El Rey peligraba con los pensamientos de sir Cameron, ¿por qué callar?
─La verdad no lo sé, mi lord ─dijo ella en tono triste─. Pero sé bien que la voz del servicio jamás ha de ser escuchada por los grandes señores, y menos la de una extraña. Sir Cameron siempre fue favorito de Su Majestad, y delatarlo era enfrentar al rey y a toda su familia. Era la palabra de una simple cortesana, contra el pupilo fraterno de un rey.
─Alguien te hubiera creído, sin duda.
─¿Usted le habría creído, mi lord? ─le preguntó Giovanni a Lord Horance, pero este no fue capaz de responder─. Yo tampoco.
─Sabía que lo que decía sir Cameron no estaba bien, pero jamás pensé que atentaría contra la vida de Su Majestad ─siguió ella─. Cuando supe lo sucedido, lo sentí por el rey y su familia, pero sentí aún más la descabellada decisión de ese escudero.
Los tres jueces volvieron a intercambiar susurros, y al cabo de un momento, Lord Otniel dijo:
─Solo hay una forma de saber si su testimonio es cierto, mi lady ─hizo señas a la entrada─. ¡La justicia del rey hace llamar al acusado, sir Cameron de la Casa Glamber!
La gente se descolocó un poco, volvieron los murmullos y los comentarios, que se intensificaron en cuanto el asesino caminó frente a ellos. Estaba sucio; lleno de grava, tierra y sangre seca, sus ropas estaban mugrientas y rotas, sus uñas largas y negras, y su piel llevaba un hedor a excremento y humedad insoportable.
Serene notó que renqueaba, apenas pudiendo caminar. Tenía una venda en el pie izquierdo, pues le habían cortado los dos últimos dedos durante las torturas de confesión. El juego de cadenas también le pareció algo inhumano; los grilletes en los tobillos se conectaban a los grilletes en las muñecas, a través de eslabones largos y oxidados, mientras un enorme candado le colgaba sobre la nuca, compactando las láminas de hierro entorno al cráneo, la cara y el cuello.
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El Trono de Benetnasch
FantasiaEn un mundo gobernado por las clases sociales, los apellidos y las arraigadas leyes medievales, la Familia Real pasa por la mayor crisis vista en su historia. El Rey Fausto III ha sido asesinado por una misteriosa conspiración, dejando como heredero...