Divide

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''Sometimes you have to go through darkness to get to the light''

ANUNCIO: 

Bueno, antes de nada perdón por la brevedad de este capítulo, estoy en plena temporada de exámenes y no tengo mucho tiempo. Espero que el siguiente lo compense, cuando lo publique.

A continuación, espero que valga la pena lo corto que es.

Muchas gracias.

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Se escuchaban voces fuera, y eran más de dos distintas.

Ya teníamos otro problema.


Elektra, espera!.- Gruñó mi compañero, con la oreja apoyada en la puerta, evitando que girase el pomo.- Hay más guardias.

Por lo menos tres.- Dijo de vuelta, suspirando.- ¿Cuál es el plan?

Creí que la de los planes eras tú.- Él le sonrió, en una mueca socarrona.

Tengo un plan, más o menos.- Apoyó la cabeza contra la madera de la puerta, cerrando los ojos.- El doce por cierto de un plan.

Eso no es mucho.

Algo es algo, ¿no? Además, ¿qué estás aportando tú, genio?.- Se sacó los tacones, de nuevo.

Él alzó sus manos, en alegre rendición.

Creo que lo mejor que podemos hacer para que no nos maten es.- Bufó, pasándose las manos por sus mechones largos y negros, desordenándolos.- Golpeas la puerta para atraer al que esté más cerca, y cuando le oigamos le damos con ella.

Napoleón alzó sus cejas, escuchándola atentamente. 

En cuanto lo hagas salgo yo, y me ocupo de uno. El otro, esta vez te lo dejo a ti.- ¿De acuerdo?

¿Por qué no?.- Murmuró, sonriendo de lado.- ¿Tienes escrito el testamento?

Elektra gruñó, apuntando hacia la madera delante de ella.

Golpéala, Napoleón. Y prepárate.

Él asintió, alzando su puño contra la superficie plana, mientras yo asentía, colocándome pegada contra la pared, a milímetros de la puerta.

Un golpe seco fue todo lo que los guardias necesitaron, para que sus voces se alzasen.

¿Qué ha sido eso?.- Gruñó uno.

No lo sé, pero venía de dentro de la puerta del despacho del jefe. A él no le va a gustar.

Seguro que no es nada, pero iré a ver.

¿Listo, cariño?.- Susurró Elektra, la respuesta de él fue un simple asentimiento, con la comisura derecha de su boca elevándose ligeramente.

El soldado se encaminó hacia la puerta, sus fuertes pasos resonando por el tranquilo piso del hotel. Llegó hacia ella y llevó su mano hacia el pomo, girándolo lentamente.

La madera, con un ligero sonido, se dejó abrir, causando un grito alarmado del hombre.

Mierda, está abierta!.- Gimió, pasando dentro.- Estaba seguro de que Burrell le había cerrado, es un puto paranoi.- Napoleón le golpeó con fuerza con la puerta, interrumpiendo su frase.

Era hora de ponerse a trabajar.

¿Jeff?.- Gritó otra voz desconocida, otro guardia, cuyos pasos indicaban que venía hacia nosotros.- ¿Que fue ese puto ruido?

Elektra salió corriendo, derribando al hombre, golpeando su torso con sus pies, en un salto que su compañero, fascinado, observó desde la puerta.

Y no sólo por la forma en la que el vestido se agitaba, ni en cómo las piernas pálidas de su ''esposa'' se dejaron ver.

Ella golpeó en la cara con su codo al sorprendido individuo debajo de sus rodillas, y, cogiendo las solapas de su chaqueta, empujó sus hombros hacia arriba y, de nuevo, contra el suelo. Con fuerza.

Él cayó inconsciente de inmediato, con una línea de sangre bajándole desde la nariz hasta la barbilla.

La joven se levantó enseguida, localizando a su próxima víctima, que había sido alertada por el otro varón, ahora desmayado. Corrió hacia él y le arrebató el arma de las manos, arma que apuntaba hacia ella.

Cogió el brazo que sostenía la pistola, levantándolo hacia el aire y doblándolo en una dolorosa posición, por lo que su única defensa se escurrió entre sus dedos. A continuación levantó su pierna y, con su pie desnudo golpeó su estómago.

El soldado sollozó, golpeando su espalda contra la pared que tenía detrás y, con el impacto, escurriéndose hasta el suelo.

Solo apareció entonces, golpeando en la mandíbula al hombre con su puño, para que cayese, como sus compañeros, al suelo. Completamente desmadejado.

Ella no se relajó, al contrario, gritó, viendo a otro guardia corriendo hacia el elevador, intentando escapar.- Napoleón, hay otro, se escapa!

Era tarde, ya estaba dentro del ascensor, no le alcanzarían ni aún que corriesen. Así que la chica no se movió hacia su posición. Llevó su mano hacia la parte alta de sus piernas, sosteniendo en sus manos lo que haría que se detuviese.

Con precisión y agudeza lo lanzó. El arma fue silbando por el aire, sus bordes filosos siendo conducidos directamente hacia el cobarde guardia que intentaba huir, y dar la alarma.

Le alcanzó en el hombro izquierdo, provocando un alarido de dolor.

Se derrumbó sobre el suelo, dentro del elevador.

Yo... No quería tener que hacer esto.- Ambos corrieron hacia él, evitando que se cerrase la puerta y desapareciese.- No quería tener que acuchillar a nadie.

Ella murmuró una disculpa, y después, empujó el cuchillo hacia fuera, ocasionando un grito desgarrador. Limpió el arma en la ropa de su víctima, ahora inconsciente por el golpe que Napoleón le acababa de propinar.

¿Eso es un cuchillo? ¿Llevabas uno encima todo este tiempo?

¿Ahora te alegras de que te haya permitido vivir?.- Respondió la pelinegra, dulcemente, tirando del cuerpo hacia fuera del elevador.

Oh, sí, estoy muy feliz.- Se acercó a ella, inclinándose sobre su cuerpo más menudo. Ancló una de sus manos en su cintura, la otra descendiendo con lentitud.- ¿Dónde lo tenías escondido?

¿Quieres saberlo, a que sí?.- Ronroneó de vuelta, apoyando una de sus manos sobre su torso, y la otra sobre la suya en su cintura.

Me encantaría.

Pues me temo que.- Su frase fue cortada por un gruñido, salido de la garganta de Napoleón. Ella hizo una torsión en su mano, dejando que cayese de rodillas frente a sus pies.- No. Ni en tus sueños más salvajes.

Napoleón rió, soportando el dolor de forma estoica, sólo le traicionaba el leve temblor de sus labios.- Allí sí me dejas, y, por cierto, permíteme decírtelo.- Ella fue relajando su agarre, dejando que él parase de sufrir.- En ellos nos lo pasamos muy bien.

Ella bufó, apartándose de él. Cogió a dos de los hombres que yacían en el suelo y tiró de ellos, metiéndolos dentro de la habitación donde estaban los que había escondido anteriormente. Él la siguió, arrastrando al que quedaba hacia dentro de la estancia.

Cuando terminaron cerraron la puerta, y la del despacho también, dejándolo todo tal y como estaba.

Se adentraron en el ascensor, queriendo volver junto a Ilya y Gaby, y darles las escalofriantes noticias.

¿Qué diremos si preguntan qué llevamos haciendo tanto tiempo?.- Inquirió Napoleón, mirando a su compañera ponerse los zapatos e intentar recoger los pocos mechones negros que se habían escapado de su tocado, y que ahora caían por su espalda.

Ella sonrió, llevándose el pulgar a sus labios. Lo deslizó por encima levemente, manchándolo del carmín rojo que decoraba sus labios, y frotó el pulgar sobre la comisura de la boca masculina.

Estoy segura de que algo se te ocurrirá, querido.

The Coldest WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora