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Kristin tose, bajando la caja del estante. Hace a Gerard reír por un momento, pero entonces es su turno de bajar la siguiente caja y sobre él cae más polvo de lo que le ha caído a la rubia, comienza a estornudar porque no fue bendecido con defensas altas. Ahora es ella la que se está riendo.

— ¿Qué es tan gracioso, princesa Potter? —reprocha hurgando su nariz antes de volver a estornudar. Este lugar es una mierda, no tiene ni la menor idea de cuándo fue la última vez que entró ahí, y Bandit solía subir muchas veces. Ugh.

Kristin se ríe abriendo la primera caja.

—No sé para qué quieres bajar la vieja alacena. Me gusta la que está ahora.

—No es la vieja alacena, es la nueva, ¿recuerdas? Bandit aún no quiebra ningún plato o vaso —bufa—. Esa niña siempre se sale con la suya.

—No te quejes —con su puño golpea levemente el hombro del teñido—, tú haces que ella siempre lo haga.

— ¿Qué? Claro que no.

— ¿En serio? —de la caja saca el primer plato envuelto en plástico de burbujas—. Hicieron una apuesta acerca de la alacena, Gerard.

Vuelve a bufar.

— ¿Y eso qué? Yo compré nueva, a ella no le gustó, a mí sí, e hicimos una apuesta. Si ella rompía algún vaso o plato de aquella alacena, entonces venía ésta alacena.

—Pero sabes que tu hija es un cerebrito. Ahora cuida aquella alacena como si fuese su cabello. Un padre normal cambiaría la alacena sólo porque sí.

—Kris, sabes cómo es mi relación con mi hija. Siempre tomo su opinión y ella toma la mía, incluso en cosas tan absurdas como la alacena. Son pequeñas cosas que nosotros hacemos especiales. Ya no jodas y ayúdame con esto.

Kristin rueda los ojos, suspirando tras sacudir su cabeza. Es mejor no discutirle.

— ¿Y entonces ahora para qué estás sacando la nueva? ¿Se lo consultaste a Bandit?

Gerard muerde sus labios, haciendo una mueca de lado.

—Ciertamente, no lo he hecho. Pero esto es importante. Ya yo hablaré con ella, sabes que Band es comprensiva. Comprenderá.

—Es comprensiva y comprenderá, claro —la rubia vuelve a negar—. No puedo creer que cambies hasta la alacena sólo porque Frank viene a cenar con las niñas. De nuevo.

Gerard resopla.

—Kristin, ¿cuál es el problema? Es la tercera vez que vienen a cenar.

—Quinta.

—Quinta —ahora él rueda los ojos—. Como sea. Esto no tiene nada que ver con los Iero. A Bandit le gusta que ellos vengan, Lily y Cherry son buenas amigas, y también se lleva bien con Frank —se encoje de hombros—. Es agradable el estar en compañía de otras personas que no sean Bert con sus burlas, Mikey y Ray con sus cochinadas y tú y Bandit hablando sobre ropa, dejándome a mí en un segundo plano.

—Uhm... —ella cruza sus brazos, caminando con lentitud hacia Gerard. Una sonrisa vacilante adorna su rostro—. ¿Estás seguro que sólo es porque a Bandit le gusta que vengan?

—Claro —dice enseguida—. ¿Por qué más sería?

—Gerard, tengo dieciséis años conociéndote, ¿recuerdas? Te estabas muriendo de la angustia en una sala de espera porque tu novia estaba en labor de parto prematuro, y luego quisiste dar a Bandit en adopción. ¿Tienes idea de lo miserable que sería tu vida ahora mismo si no hubiese sido por mí?

parenting › frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora