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Sonríe frente al espejo cuando logra anudar correctamente su corbata. Frank no mintió cuando dijo que Lily podía enseñarle. La castaña no se opuso, aprender tampoco fue difícil, y le agradó el poder pasar un pequeño momento a solas con ella. Quiso decirle un montón de cosas, preguntarle muchas otras y comentarle también sobre otras más, pero nada salió de él. Sólo pudo sonreírle, desearle un feliz cumpleaños con el más fuerte de los abrazos y luego despedirse, entonces él comenzó a anudar su corbata por sí mismo y ahora se arrepiente de no haberle dicho nada.

Nunca ha tenido la oportunidad de conversar con las gemelas estando a solas, Frank siempre está ahí con ellos para amortiguar cualquier cosa, pero él sabe que tarde o temprano deberá sentarse frente a ellas y hablarles. Un matrimonio conlleva a vivir juntos, y eso significa que Bandit y las gemelas vivirán con ellos, Miles sólo iría de visita. La costumbre persiste y él prefiere quedarse con su madre, Frank no tiene ningún problema con eso y por lo tanto Gerard tampoco.

Ni siquiera Bandit ha tenido el chance de platicar con el tatuado, y sin embargo, no hay prisa. Kristin ayudó mucho con los preparativos de la boda, al igual que Christa. Sus hijas exigieron formar parte de ello y nadie pudo negarse. Entonces antes de lo pensado, están a sólo un par de horas de contraer matrimonio. No ha visto a su prometido desde la noche antepasada, decidieron que eso de la despedida de solteros era algo estúpido, por lo cual sólo optaron alejarse por ese par de días y, siendo realmente sincero, Gerard ya lo extraña como el demonio.

Lo último que recibió del avellana fue una imagen de WhatsApp que rezaba: "¡No puedo esperar a casarme contigo!" escrito en una pequeña tarjeta blanca con su manuscrito desordenado y siendo sujetado por sus dedos tintados. Fue más que suficiente para que el pelinegro durmiese plácidamente hasta el otro día y se levantara con total ánimo, arrastrándose a Bandit consigo y disfrutando de ese último día como un dúo. Han sido los mejores tres días desde que se propuso ante Frank hace tres meses. Cherry agradeció a su padre el casarse el día de su cumpleaños y el de su hermana, bromeando con que así no olvidaría el aniversario.

Al menos él tampoco olvidaría la fecha de cuando se conocieron. Están a mano.

Gira su cabeza cuando la puerta suena. Rápidamente va a dejar el retrato con la foto de Lindsey en su mesa de noche, acomoda el saco de su traje por encima y pasa sus manos por su cabello yendo a abrir la puerta de su habitación. Su sorpresa es palpable al ver a Jamia parada frente al marco de la puerta, con una mueca simulando a una sonrisa y tronando los dedos de sus manos con nerviosismo. Gerard frunce su ceño. La incomodidad es inmediata.

— ¿Puedo... pasar?

El pelinegro muerde su labio, asintiendo una sola vez. Titubeante Jamia se adentra la habitación y él lentamente cierra la puerta, recuesta su espalda de ella y con una seña la invita a sentarse al borde la cama. Se cruza de brazos.

—Y... ¿Qué te trae por aquí?

La pelinegra luce consternada por algo, está nerviosa y no lo mira. Suspira.

—Nunca tuvimos la oportunidad de hablar. Tú y yo, ¿sabes? Me... me lo pensé muchas veces. Si era necesario el seguir irrumpiendo en la vida de Frank cuando claramente soy un estorbo, pero... Hay un ciclo que debo cerrar, Gerard. Y es aquí, hablando contigo.

Gerard asiente.

—Bien. ¿Qué quieres decirme?

Ella vuelve a suspirar, soltando una risita. ¿Está queriendo dar lástima? Gerard presiona su mandíbula. No va a dejar que lo convenza con lástima. Pero parece que está haciendo un buen trabajo con aflojarlo.

—Eres afortunado de tener a Frank, Gerard. Tomaste ese lugar que yo nunca pude y no hay duda de que te lo has ganado. Lo intenté mucha veces, por tantos años. Pero de la nada llegaste tú, y te los ganaste a todos. Le diste en un año lo que yo no pude darle en diecisiete, eso es... admirable.

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