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Las tazas de café se han convertido en uno de sus mejores acompañantes. Debido a la gran noche que tuvieron, sumado al tiempo límite que poseen, ninguno puede tomarse la libertad de caer entre los brazos de Morfeo. Desean disfrutar el uno del otro mientras tengan la oportunidad, entonces deben volver a sus vidas regulares en donde ambos tienen trabajos, hipotecas y, último pero no menos importante: hijas. Tendrían la noche para ellos, pero sigue siendo día de semana, lo que quiere decir que tienen que estar a primera hora en sus respectivos puestos de trabajo y el café parece estar dispuesto a ayudarlos con eso.

Gerard recibe la siguiente taza que le ofrece el avellana y en un suspiro Frank va a sentarse a su lado entre las sábanas, ambos recuestan sus espaldas del barandal y se dedican a beber calladamente. La luz de la lámpara a un lado de la cama es lo que les alumbra la velada, el reloj marca las cuatro con veintiocho ocho de la mañana y para ese entonces ya han disfrutado el uno del otro por tercera vez. Cada vez mejor que la anterior, el pelirrojo admite sentirse orgulloso de sí mismo. Ha dejado ir y descubierto una nueva parte de sí mismo que lo ha dejado embelesado. Sin embargo, la mejor parte es que fue a manos de Frank. Tardaría un tiempo en recuperarse completamente. No es algo fácil de sobrellevar.

Frank deposita pequeños besos sobre su hombro desnudo que lo hacen reír. No necesitan palabras para comunicarse y es asombroso, saber que pequeños gestos pueden significar tanto de la simple nada. El avellana acaricia el labio inferior del ojiverde con los suyos antes de suspirar sobre ellos, dejar un rápido beso en su nariz que vuelve a hacer a Gerard reír y retoma su postura en la cama. Ladea su cabeza tomando de su taza, también esconde su sonrisa.

Hasta el escucharlo reír lo hace sentir feliz.

—Háblame sobre la última vez que estuviste con alguien.

Gerard no se sorprende ante la pregunta del tatuado, más sí se siente algo incómodo con ella. Sabía que en cualquier momento debía contarle sobre aquello, de todos modos no está demás el preguntar.

— ¿En qué ámbito?

—Sexual —hace un mohín, chasquea con su lengua—. Vale, tanto sexual como sentimental. Sólo deseo saber. Está bien si no quieres compartir esa información, comprenderé.

—No, no, está bien —risotea—¸ no es algo que me guste andar difundiendo, pero si quieres saber, por mí está bien —Frank asiente, tomando de su taza al mismo tiempo que despega su espalda del barandal para girar a verlo.

Hace mucho que ninguno tenía esta clase de encuentros, el quedarse a platicar luego de haber tenido relaciones. Frank no está seguro de si alguna vez pudo hacer algo como eso, y puede que Gerard tampoco. Pero son contadas con los dedos de sus manos las veces que el pelirrojo ha tenido un encuentro íntimo como tal, y quién sabe cuántas veces el avellana ha tenido esa oportunidad. Sacude la cabeza, necesita despejarse.

»Sexualmente... La última vez fue hace cuatro años, y puedo asegurar de manera concisa y definitiva, que fue la peor experiencia sexual de toda mi vida.

— ¿Tan malo fue? —el tatuado hace una mueca de desagrado, Gerard ríe.

—No, de hecho, no lo sé —encoje un hombro, Frank frunce el ceño—. A duras penas si puedo recordarlo. Fue... estaba en la fiesta de una amiga, mi madre aún vivía para ese entonces, así que Bandit se había quedado con ella. Era una fiesta a la que debía ir, era de una gran amiga y todo el rollo. Mikey, Bert, Ray y Kristin fueron conmigo, y creo que ese fue el primer error.

— ¿Que tus amigos fuesen contigo?

—Que Kristin fuese con nosotros —alza sus cejas, haciendo énfasis en el nombre de la rubia—. Verás, Kristin y Mikey tienen esta... relación, por así llamarlo, desde hace mucho tiempo. Conocí a Kristin la noche en la que Bandit nació, y desde entonces es inseparable con nosotros. Es una mujer hermosa, con principios, inteligente, es muchas cosas, ¿sabes? Pero ella siempre ha estado enamorada de él, y Mikey de ella.

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