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— ¿Y qué tal se ve?

Bandit cruza mirada con su padre sentado a un lado de ella antes de girar nuevamente hacia delante y ambos negar con sus cabezas. Kristin baja sus hombros con desgano, exhalando pesadamente.

»No les ha gustado ninguno de los vestidos. No podemos estar en este lugar todo el día, ¿saben? Tengo cosas que hacer.

—No es nuestra culpa que no te quede bien ninguno —Bandit alza sus hombros en defensa, la rubia rezonga, yéndose a quitar el enésimo vestido de novia que se ha probado ese día. Cuando desaparece de sus vistas la castaña suspira tras murmurar—: Se veía hermosa, papi.

Gerard hace una mueca asintiendo.

—Ya sé.

— ¿Es necesario hacerle todo esto?

—Eh, yo dije que te apoyaría en lo que tú quisieras hacer, si crees que esto es lo correcto para impedir su locura, entonces hagámoslo.

—Sí, pero tampoco creí que me fuese a sentir así. Es una mierda, papá.

El pelirrojo no debería reír ante las malas palabras de su hija, pero no es como si a lo largo del tiempo él le hubiese dado otra educación, así que sólo suspira, restriega su cara, se ríe y va a besar el costado de su frente. Kristin sale del final del pasillo desde uno de los bastidores a posarse nuevamente frente a ellos con un vestido diferente, e igual de hermoso que los anteriores. Si de Gerard dependiese casarse con esa mujer y poder darle una vida y una familia tal como ella merece, lo hubiese hecho sin duda alguna hace mucho tiempo. Pero es claro que siempre ha sido más que sólo eso, ni siquiera comparten sentimientos y la obligación nunca es opción. Es sólo la simple desesperación de querer sacarla de su propio infierno lo que el pelirrojo no abandona.

Kristin rompería a llorar en cuanto Bandit le dijese...

—Ese tampoco me gusta. Deberíamos irnos de aquí, Kris.

Y la rubia no parte en llanto enseguida, pero Gerard puede notar cómo su mandíbula comienza a temblar. Quiere decirle a Bandit que es suficiente, que la dejase tranquila, pero ya es un poco tarde y su hija no se echaría hacia atrás ahora que llegó lejos.

— ¿Gerard? —murmura la rubia con ese ápice de esperanza en su voz. Gerard presiona sus labios antes de suspirar y volver a negar. Todo el brillo en el rostro de su amiga se desvanece, jadea pasando su lengua por su mejilla interna, encogiéndose de hombros—. No sé qué es lo que quieren ustedes.

—Que no te cases con Brad —admite Bandit con rapidez.

—Bandit —el pelirrojo chasquea con su lengua a su hija, la castaña va a esconder su rostro entre sus manos mientras Kristin no se mueve de su lugar.

— ¿Por eso dicen que no me queda bien ningún vestido? —el enojo comienza a brotar de su tono, Bandit se levanta del sofá aterciopelado de la tienda.

— ¡Todos los vestidos te quedan hermosos! Pero no podemos dejar que hagas algo que no quieres, Kristin.

—Bandit —la rubia titubea—, ¡¿tú qué sabes qué es lo que quiero yo?!

— ¡Tú quieres al tío Mikey!

— ¡Pero tu tío no me quiere a mí! ¡Él quiere a Ray, y yo no voy a seguir atrás de él mendigando su amor porque no tengo tiempo, Bandit! ¡Yo quiero una familia!

— ¡Nos tienes a nosotros! ¡¿Es que eso no es suficiente familia para ti?!

A este punto, ambas se han sumido en lágrimas y Gerard se levanta del sofá con total desesperación. Nunca supo el cómo calmar a una persona de llorar, mucho menos si son mujeres. Cuando Bandit lloraba de bebé, él también acababa llorando por la desesperación de no poder hacer que parase, pero ahora no es solo Bandit, sino que Kristin también y no sabe hacia dónde ir primero.

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