Preludio.

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Estaba aburrido, demasiado. Ya llevaba más de una hora esperando en ese feo callejón y empezaba a sentir frío gracias a la brisa helada que le golpeaba el rostro meneando su cabello rosa pastel. Agradeció mentalmente haberse puesto aquella sudadera enorme de pikachu que había comprado a través de internet el otro día, al menos eso le ayudaba a combatir las temperaturas bajas y no morir de hipotermia.

Quería irse de allí pero sabía que tenía trabajo por hacer así que rendido y para mantener dentro de su cuerpo el calor, abrazó al pequeño osito panda de peluche que siempre traía consigo, aquel muñeco por muy viejo y maltratado que estuviese siempre lograba hacerlo sentir mucho mejor.

− Tu eres mi mejor amigo, Dooly. Jamás me dejarás solito.

Mientras seguía preocupado por abrazar a su peluche se escuchan pasos en el callejón. Alza la cabeza para encontrarse con un hombre robusto con traje gris y que llevaba en su mano derecha un maletín de cuero café. Ladeó su cuello mientras analizaba el rostro del sujeto, estaba seguro de que la descripción que el jefe le había dado coincidía con la de ese tipo, lo que significaba que era hora de ponerse manos a la obra.

− ¡Disculpe, señor! −Grita llamando la atención del hombre quien se detiene en seco para mirarlo.

Le toca dar unos pasos para acercarse. Aún mantenía a su peluche en mano mientras avanzaba con una sonrisa cubriéndole el rostro. Lo único que pasaba por su cabeza en ese momento era que después de terminar con eso podría ir a la tienda para comprarse esas deliciosas galletas con chispas de chocolate que tanto le gustaban. Ese sería su premio si todo salía bien.

− ¿Qué quieres, niño? −Le pregunta el hombre con voz grave por lo que se detiene frente a el poniendo sus dos pies juntos los cuales lucían unas lindas zapatillas holográficas con calcetines que tenían estampados dibujitos de dinosaurios.

− ¿Usted es Suk Mingyu?

El hombre alza una ceja confundido.

− El mismo, ¿por qué?

− Tengo un mensaje para usted, señor.

El tipo se le queda mirando de pies a cabeza y no era para menos. Era imposible de negar el hecho de que no era una persona muy normal. La extravagancia salía por sus poros en forma de suéteres coloridos, pintura de uñas fluorescente y una pequeña mochila de Totoro colgada en su espalda. Eso sin nombrar su cabello color chicle que le daba el toque más tierno a su cuerpo.

− ¿Y qué mensaje sería ese?

En ese minuto sonríe como un niño pequeño a quien le acaban de contar un chiste.

− El señor Kwan dice que usted rompió una promesa y eso es muy malo, tendré que castigarlo.

Ante aquella absurda afirmación el hombre se ríe fuerte. A decir verdad debería estar asustado de que le llegase una amenaza en nombre de Kwan, el mafioso a quien le había pedido dinero prestado hace un mes y aún no había pagado, pero el hecho de que viniese de parte de un chiquillo que vomitaba flores y arcoiris por donde se le viera pues no era muy intimidante.

− ¿Y quien te crees tú para hablarme así, maldito escuincle?

No debió haberle insultado. El hombre no tengo idea de con quien estaba hablando.

− Yo soy Park Jimin, señor. Pero puede decirme Minnie, aunque no creo que le quede tiempo suficiente para que nos conozcamos mejor.

Con solo una sencilla frase lo dejó perplejo y sin poder moverse. No era posible que se tratara de Park Jimin, el asesino a sueldo más despiadado que se había visto en la ciudad desde hacía dos años. Era un secreto a voces que varias mafias solicitaban sus servicios al jamás fallar con sus objetivos y no dejar huellas, aunque todos concordaban que también lo hacía por un gusto enfermo hacia la sangre. Había escuchado muchas veces las diversas historias que contaban en el bajo mundo sobre el, lo describían como un joven ágil pero el siempre se imaginaba a un casi adulto, no un niñato que parecía haber salido apenas del jardín de niños. Era imposible que el mocoso frente a él fuese a quien culpaban de la mayor parte de los homicidios cometidos últimamente en la ciudad o el culpable de la masacre en un cartel de traficantes hacía ya un mes. Sencillamente un enfermo de ese calibre no podía subsistir dentro de aquel cuerpo tan adorable...

Así que definitivamente no se trataba de Park Jimin.

− Estas jugando −dice cabreado a más no poder−, y no tengo tiempo para bromas de un niñito estupido.

El hombre se da media vuelta para marcharse mientras Jimin suelta una risita que resuena en todo el callejón de forma tétrica.

− Entonces se le acabó el tiempo, señor.

Su primer movimiento fue sacar la navaja rosa que tenía en el bolsillo, luego corrió hasta el hombre para apretarle el cuello con su brazo derecho en busca de inmovilizarlo y por último pasó el filo del arma de lado a lado a través de su garganta. Un chorro de sangre se disparo suelo mientras el señor Suk chillaba de agonía cayendo al piso de rodillas. En esa posición Jimin le pone un pie encima sin dejar de sonreír en ningún momento.

− Minnie hace bien su trabajo. Minnie nunca falla.

Con eso dicho apuñala al hombre directo al corazón dos veces y este cae sobre el frío asfalto mientras se desangra hasta la muerte. Se le queda mirando unos momentos hasta que se cerciora de que ya no respira y ahí vuelve a abrazar a su querido peluche que sigue en su mano.

− Manche mi sudadera nueva con sangre, Dooly −se queja mientras mira las pintitas rojas que cayeron sobre el estampado de pikachu−. Tendremos que pasar a la tintorería.



Donde a Jimin es un asesino despiadado que se comporta como un niño pequeño y Jungkook no se da cuenta de lo mortal que es.



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Nota: Extrañaba escribir historias enfermas así que aquí estoy y le toca a Jimin ser el sádico. Espero que les guste, creo que es una combinación rara pero ya saben, amo escribir cosas raras.

 Espero que les guste, creo que es una combinación rara pero ya saben, amo escribir cosas raras

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Deadly ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora