Segundos

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El aire era espeso, el calor insoportable, el polvo de escombro convirtió la ciudad en un nuevo desierto que sepultó a los antiguos ciudadanos, .

A cada segundo me sentía agotada, la piel me empezaba a picar, los ojos a arder y la cabeza a doler.

Cada paso que daba me costaba más trabajo, hasta el punto que mis pies parecían yunques.

Miré a Daniel que se rascaba los brazos, pisaba y sus rodillas subían hasta su estómago, parecía como si tuviera un chicle en la suela de los zapatos que se adhería al piso y despegaba una y otra y otra vez.

—¡Hola!—su grito se propagó como un flash en la oscuridad —¡¿hay alguien!? — gritó de nuevo con voz seca.

Uno

Dos

Tres segundos.

—¡Hola!—gritó de nuevo.

Uno

Dos

Tres

Cuatro segundos y empecé a sudar.

Cinco

Seis

Siete

Ocho, ¿es que no habría esperanza?

Daniel me miró angustiado, algo no le cuadraba.

Seguimos caminando y me empecé a sentir mareada, fuera de mí misma.

De pronto se escuchó una pisada, luego otra.

Y en:

Uno

Dos

Tres

Cuatro segundos, eran más de 20.

—¿Quien está allí? —preguntó un hombre a la lejanía.

Un grupo de hombres armados y con máscaras de oxígeno venían hasta nosotros; cabeza un chico aproximadamente unos 3 años mayor que yo

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el chico con un tono de enojo.

Daniel me abrazó de la cintura y me atrajo hacia él. Me alegré de que no me estuviera mirando pues me hubiera hecho ponerme aún más roja.

—Me llamo Daniel —tosió— y ella es—se aclaró la garganta...

—Keyra— tenía la garganta seca, tragué saliva, lo que me causó un ataque de tos.

—¡Están enfermos!—gritó el chico a los demás.

Todos nos apuntaron con sus armas.

Mi mente comenzó a dar vueltas, ¿qué pasaba aquí?, ¿nos harían daño?, ¿quiénes son ellos?

—No se atrevan a dar un paso—dijo Daniel con un hilo de voz y me empujó detrás de él.

El chico se rió, levantó la mano e hizo una seña.

Dos hombres se pusieron al frente y apretaron el gatillo.

Abrí los ojos.

Mi cuerpo estaba entumecido, me dolía la cabeza.

Me estiré y miré a mí alrededor.

Cuatro paredes grises, una mesa, una silla, dos puertas y dos camas.

En una estaba yo y la otra estaba vacía. Me quité la cobija de encima y salí de la cama.

Me pregunté dónde estaba, qué había pasado, todo daba vueltas .Me di cuenta que traía puesta una bata de hospital.

TósigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora