Doble risa, doble travesuras, doble PROBLEMAS.
Eso es cuando se tiene gemelas.
¿Qué sucede cuando las separan recién nacida?
Una tiene una vida normal hasta que en su adolescencia descubre que todo su mundo fue una mentira y la otra crece cociente...
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— La próxima vez avisa, que vas a gritar.
— Oh no jodas no es como que haya hecho adrede, no lo controlo, solo viene la necesidad de gritar.
Gruñí, mientras le paso un pañuelo por su lado derecho, la sangre había dejado de salir.
— Lo sé, pero mis oídos son sensibles, hola soy vampiro, voy a ser cuidadoso cuando te haga gritar.
Agarre un almohada del sofá y lo golpee.
— Eres un cerdo.
— No lo deniegues cariño, a ti te encanta.
— Vete al infierno.
— De donde crees que vengo, cariño.
Me tomo de la nuca acercándome a él, atrapado mis labios con los suyos.
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Limpie la sangre que sale de mi nariz.
Estúpidos recuerdos, golpeare al idiota que me los quito, voy arrancarle la piel a tiras.
Salí del baño, dirigiéndome a la parte de arriba para ver a donde sea había metido Draco.
Después de gritar, romper los tímpanos de los Mikaelson y Damon, darles algo de sangre para que recuperen decidí ir a la biblioteca para ver como esta mi bebé, me encuentro con que esta vacía.
Tuve que seguir su olor, lo halle en uno de las habitaciones de los Mikaelson, el aroma es bastante familiar.
— ¿Draco que haces aquí y dentro del armario?
— Me gusta el olor —dijo antes de acurrucarse entre las ropas.
— Pero no es nuestra casa cariño, no puedes meterte en la habitación de ellos porque quieres.
Hizo un puchero.
— Vuele tomo tasa.
— Lo sé cielo, pero no estamos en ella y nos podríamos meter en muchos problemas si entras así no más. —Lo agarre con delicadeza y lo saque de ahí, acomode lo mejor que pude la ropa y salimos de esa habitación — el aroma te es familiar por que vivimos en la que fue el hogar de los Mikaelson en New Orleans, más no es escusa para que entres así en una casa ajena.
