El hombre fue castigado severamente con la condena que reciben todos los hipócritas hasta que vuelvan a la misma tierra de la que fueron formados. Pues de tierra es y en tierra ha de ser.
Vestida con uno de los más elegantes y costosos trajes de la temporada: bléiser blanco y vestido negro, corto sin escote, la célebre y popular Evan Ignassi caminaba con mucha gracia y elegancia por la estrecha calle del quinto estado de la maravillosa Grascovia, Centro América. Por una de esas históricas rutas que parecían haber sido edificadas en épocas remotas y reconstruidas para conservar su aspecto original.
Al caminar, Evan siempre mantenía la mirada en alto, resguardando sus ojos de los insufribles rayos del sol detrás de aquellas gafas negras que le cubrían la mitad del rostro.
Hombres y mujeres se sentían atraídos al verla marchar sobre aquel par de peligrosos tacones que sujetaban sus piernas largas, delgadas y huesudas.
Caminó de forma lenta y pausada, mil y un bisbiseos zumbaban de todos lados y a la vez, como si hubiera perdido algo. Pero a la modelo poco le importaba lo que maquinaban mentalmente sus espectadores en ese momento; sabía que los hombres solían ser más hábiles que las mujeres para construir mil y un piropos, que no necesariamente serían clasificados dentro de los adecuados para los oídos de alguien como ella, una mujer que había crecido bajo el seno de una familia elegante, conservadora y de buenos modales. Por otro lado, tampoco pretendía mostrarse a la defensiva con las mujeres de la localidad que la veían como alguna clase de insecto venenoso que había llegado para alborotar las hormonas de sus parejas. Por el contrario, para Evan solo había una cosa importante a la que tenía que prestarle mucha atención, por ejemplo, ese asunto que tenía pendiente desde hace mucho.
Entonces se detuvo justo al frente de la única cafetería del lugar e introdujo la mano en el interior de su bolso, hecho de genuino y natural cuero de vaca, y extrajo un pequeño y arrugado papel de notas amarillo. Volvió a repasar la dirección que tenía escrita en letras retorcidas, y comparó el número que estaba pintado en la entrada con el que tenía anotado en tinta azul. Se quitó las gafas oscuras y en el color cobalto impactante de sus ojos se vio reflejada una profunda nostalgia.
Se acomodó un mechón de pelo detrás de la oreja y este se unió a la larga cabellera ondeada de color miel que le daba un aspecto mucho más atractivo. Decidida, empujó la puerta de madera, como lo indicaba el letrero que estaba pegado en la tabla desportillada, y una campanilla se sacudió desde lo alto de la entrada como si la saludara por su visita.
Ingresó temerosa. Desde que había llegado al aeropuerto la noche anterior, había fantaseado con ese momento. Se había mirado en el espejo del cuarto de baño durante horas repasando el doloroso discurso que sustentaría en esa cita. Aunque ni siquiera era consciente de porqué lo hacía. Otra persona en su lugar habría preferido dejar las cosas como estaban y hacer de cuenta que ya nada se podía hacer por remediar el pasado. Pero ella era algo especial, Evan se conocía perfectamente, necesitaba respuestas claras, de lo contrario, seguiría luchando contra sus pensamientos como lo venía haciendo desde que tenía uso de razón. Así que sin más buscó una mesa disponible junto a la ventana para poder mirar hacia la calle y así estar más preparada para cuando llegara su tan anhelada cita.
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APOCALIPSIA
ParanormalPara Evan y Jaidan el tiempo es un lujo inalcanzable. Algunos dirían que se juntaron en el momento equivocado y que el mundo es realmente injusto. Desafiando todas las leyes y profecías, la pareja, por sus propios medios de estadía y soledad i...