Capítulo 10

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Las siguientes horas, Jaidan y Evan terminaron de acomodar todas las cosas dentro del castillo para sobrevivir las semanas próximas

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Las siguientes horas, Jaidan y Evan terminaron de acomodar todas las cosas dentro del castillo para sobrevivir las semanas próximas. Contaron las cajas de cereales, las botellas de agua, soda y cerveza, las latas de conserva y demás alimentos. Mientras que, las otras cosas que no eran comestibles las llevaron hacia el piso de arriba, a una de las habitaciones que hasta hace poco terminaron de limpiar, y la única que les daba una vista increíble hacia toda la laguna y el bosque, incluso a la ciudad en ruinas.

—Estaba pensando en hacerla tu habitación —repuso Jaidan—, ya sabes, dormir en el salón al frente de la chimenea está bien, pero creo que podríamos ambientar esto como algo más personal. Tú podrías decorarlo a tu gusto... sería tu espacio privado.

Evan sonrió y lo besó. Solo sus labios se tocaron.

—Gracias, Jaidan —le dijo—, aprecio mucho tu gesto.

Jaidan subió la cama inflable a la habitación y tiró de la cuerda para que el aire entrara e invadiera el plástico, —cómo lo decía en las instrucciones de la caja—. Al hacerlo, una cómoda y larga colchoneta cayó al suelo dando pequeños rebotes.

—Bien... —repuso Jaidan aclarando la garganta—, creo que estarás cómoda usando esta cosa.

Evan lo miró con paciencia, pero antes de que pueda decir buenas noches, le rodeó con los brazos y apoyó la cabeza contra su pecho. Las manos de Jaidan se deslizaron hacia arriba por su espalda y su mejilla descansó contra su pelo.

—Es imposible no sentir miedo —dijo Evan—. Vi a uno de esos ángeles y estoy segura que no tardarán en encontrarnos.

—La vida es un privilegio que los seres humanos no hemos sido capaces de disfrutar —repuso.

—Nunca antes había pensado en esto, pero quiero aferrarme a la vida más que a nada. No quiero morir.

Jaidan dejo salir una pequeña risa.

—Lo sé, yo también quiero vivir como nunca antes lo había deseado.

Con la mirada perdida hacia un punto vacío, Evan recordó en ese instante cuando Azmael sin compasión alguna, mató a los dos hombres que intentaron huir.

—Jaidan, ¿crees que Dios probablemente les haya dado órdenes directas a sus ángeles para que se aseguren de matar a todos los que estamos vivos?

—No lo sé —contestó—, pero incluso si eso es verdad, Dios sabrá que no dejaremos que sus ángeles nos maten con tanta facilidad —comentó—. No sé tú, pero yo soy un hueso duro de roer.

Evan levantó la mirada para contemplar los ojos verde azules de su compañero.

—Así que... ¿qué deberíamos hacer con nuestros últimos días?

Él encogió los hombros sin dejar de mirarla a los ojos.

—Yo sólo quiero pasarme cada posible minuto del resto de mi vida contigo —respondió Jaidan con mucha seguridad—. Tal y como lo dijo Elizabeth Barrett en la carta de Anna para Anton. "Hagamos juntos un sitio donde permanecer de pie, donde la felicidad de las horas sea amarnos por un día, rodeados por la oscuridad como única compañía".

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