Capítulo 20

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Los tres arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, contemplaban el mundo desde el pico más alto

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Los tres arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, contemplaban el mundo desde el pico más alto. En la periferia de su visión podían ver las ciudades destruidas; sus pulcras y bellas alas se agitaban al compás del viento, y un extraño gesto, duro, gélido e inexpresivo se reflejaba en sus rostros.

—¿Dónde están los elegidos de la Apocalipsia? —preguntó Rafael, en parte para mostrarse interesado y en parte por auténtica curiosidad.

El arcángel Rafael era alto y delgadamente muscular. Pelo caoba, recto y corto. Ojos grises. Mandíbula marcada. Voz baja, vaporosa y conocido como el santo patrono de los enfermos y mutilados de guerra.

—De regreso al lugar que preparé para ellos —anunció Miguel—, estando allí, ni Azmael, ni los demonios de Lucifer podrán dar con ellos.

Rafael le miró con un pestañeo.

—Los otros que aún sobreviven estarán a merced del miedo —dijo—, y es posible que la desesperación los condene aún más.

Gabriel se asomó al borde y contuvo el aliento.

—Es lamentable, pero nosotros no podemos hacer nada por ellos —expuso. Lo miraron sin decir nada—. Los ángeles tuvieron esa tarea en las manos, pero prefirieron obrar bajo la ceguera de su líder.

—Los ángeles... —comenzó Rafael, sin tener idea de lo que diría.

—Todos aquí somos conscientes de los celos de Azmael hacia los humanos —intervino Miguel—, y por ello no pudo ver con claridad. Arrastrando a los ángeles a cometer una serie de actos imperdonables contra hombres y mujeres. Muchos de ellos aún lloran lágrimas de sangre por lo que hicieron.

Los otros dos lo miraron asombrados. Estaba pálido y los ojos le brillaban.

—No seas injusto Miguel, Azmael y los demás no tuvieron alternativa —repuso Rafael—, tenían que obedecer...

—Siempre hay alternativa —replicó Miguel sin la menor duda—. Deténganse a pensar solo un momento... si ya la humanidad había perdido la esperanza, al ver a todos esos mercenarios del cielo, ¿creen que se apoyarán en la fe para aguardar la última hora?

Gabriel y Rafael callaron al ver la expresión del arcángel.

Miguel los miró a los dos con severidad; entonces dio un resoplido.

—No lo justifiquen —continuó sin andarse con rodeos.

—Tienes razón, Miguel —dijo Gabriel, casi sin voz—. Por desgracia, Azmael nunca fue capaz de aceptar la realidad que les correspondía vivir a él y a Lucian.

Rafael tragó saliva.

—Hijos de la misma estrella, separados por lo prohibido.

—Lucian pudo obtener la redención —recordó el arcángel Miguel—, pero por motivos que desconocemos, descendió.

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