La mañana estaba calurosa. Jaidan aún no había despertado, y Evan aprovechó el tiempo que tenía a solas para darse un chapuzón en la laguna, sobre todo en la caída de agua que desde hace tiempo le había hecho una invitación. Se levantó sin hacer ruido alguno y salió.
Caminó por el borde con mucho cuidado y empezó a quitarse la ropa. Primero se deshizo de los vaqueros rotos y luego de la camiseta gris. Pensó en bañarse en ropa interior como ya estaba acostumbrada a hacerlo, pero sintió la necesidad de quedarse completamente desnuda para sumergirse en el agua.
Así que lo hizo. Se quitó el corpiño con bastante destreza y finalmente las pantaletas; nunca antes había sentido el contacto físico con la naturaleza. El viento era cálido y el ambiente la incitaba a mostrarse atrevida como nunca antes.
Evan no lo pensó tanto y finalmente se tiró un clavado como de esos que solía darse en las competencias de natación de la escuela.
Sintió el suave contacto del agua en su piel, en cada parte, hasta en aquellas zonas prohibidas. Se sumergió e intentó no pensar en nada que la pudiese sacar de ese glorioso momento.
Cuando por fin estuvo cerca de la caída de agua, se impulsó hacia las rocas que estaban recibiendo la fuerza de la caída. Se irguió tratando de mantener el equilibrio y por fin su sueño de estar debajo de una inofensiva catarata se hizo realidad.
Su cuerpo desnudo recibía todos los minerales del agua. Hasta en un cierto punto, Evan sintió que todos sus males se iban purgando con las cristalinas aguas. Cerró los ojos y arqueó su espalda hacia el muro de piedras.
Jaidan abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de que Evan ya no estaba durmiendo. Se levantó de inmediato, preocupado, pensando que le había abandonado. Salió desesperado del castillo y caminó apresuradamente. Intentó llamarla, pero vio en la orilla su ropa. Se detuvo al frente de ellas y supo entonces que Evan estaría bañándose en algún rincón escondido de la laguna.
Caminó pensativo, rascándose la nuca y sobándose la barba de tres días que llevaba sin afeitar. Se detuvo al frente de una pequeña caída de agua y recibió en sus manos la cantidad suficiente para lavarse la cara. Cuando abrió los ojos la vio. Como nunca antes se la había imaginado. Desnuda, bella y perfecta. Las curvas de su cuerpo atraparon sus cinco sentidos, su piel y senos aún más.
Jaidan tragó saliva varias veces. Se frotó los ojos, pensando en que quizá podía tratarse de un espejismo, pero Evan seguía ahí, de pie. Delicada y encantadora. Sintió la calidez de sus manos y las imaginó tocando su cuerpo, acariciándola entera, recreándose en su piel. La sola idea le hizo respirar hondo; sintió un hormigueo en el cuello y un calor nuevo entre las piernas.
Entonces comprendió que algo había cambiado desde que se alejaron de la civilización. Aunque no podía precisar el momento en que había comenzado. Le fascinaban la perfección de sus caderas y la delgadez de su cintura. Resultaba delicioso poder recrearse en aquellos detalles así, sin ser visto, sin tener que dar explicaciones, ni siquiera con la mirada... Jaidan seguía fascinado por la escena que acababa de contemplar, hasta que Evan se dio cuenta de que no estaba sola, y que alguien más aparte del viento la estaba observando.
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APOCALIPSIA
ParanormalPara Evan y Jaidan el tiempo es un lujo inalcanzable. Algunos dirían que se juntaron en el momento equivocado y que el mundo es realmente injusto. Desafiando todas las leyes y profecías, la pareja, por sus propios medios de estadía y soledad i...