Capítulo 29: La Cita De Lucas (I)

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PARTE 1
DESAHÓGATE

—Guau, Lucas —me quedo embobado ante su persona mientras bajo las escaleras—. Estás... —las palabras no me salen, va vestido casual, pero ese toque le queda tan bien.

—Normal, lo sé —se sonroja un poquito y aparta la mirada para que no lo note, pero es tarde

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—Normal, lo sé —se sonroja un poquito y aparta la mirada para que no lo note, pero es tarde.

—No, iba a decir que estás hermoso —ya puedo imaginarme a Sofia y a April saltando de la alegría al vernos así.

—¿En serio lo crees? —sonríe ampliamente, a lo que yo asiento con la cabeza—. Tú también estás hermoso.

—Solo tengo un pantalón vaquero puesto y una camisa negra y blanca, nada más.

—No lo decía por la ropa —no sé si quiero saber por qué lo dice—. Estás siempre y siempre estarás hermoso —ahora el que aparta la mirada sonrojado soy yo—. ¿Nos vamos? Tengo ganas de raptarte todo el día.

—Claro —antes de salir me doy la vuelta y miro a April—. Cuida de los pequeños, ¿vale?

—No te preocupes. La tía April... —va a seguir, pero alguien le corta la frase.

—¡Y las tías Sofia, Lidia y Tina!

—Eso... —la mira con cara de enfado por el corte—. Los cuidaremos como si fueran nuestros hijos.

—¡Cleo es mía! —corre hacia las escaleras, subiendo para ir a por Cleo.

—Id tranquilos —asentimos y nos salimos a la calle.

Es una mañana preciosa. El sol golpea con fuerza, pero se soporta. No sé como Lucas no tiene calor con esos pantalones, yo me moriría.

Nos subimos al coche de su padre, ya que no tenemos ninguno, y se pone a conducir a algún sitio que desconozco. Seguramente él ha estado más veces aquí que yo, sobretodo porque es su casa de verano, no la mía.

Ha tenido una buena infancia con su hermana, con estas vistas y demás. Lo envidio por eso, porque él no tuvo que soportar lo que yo a esta edad.

Miro por la ventanilla, pensando en un par de cosas. En lo que puede que hagamos en esta cita y si de verdad Sofia sabe cuidar a un niño. ¡No pienses en eso ahora, Hector! Debes centrarte en el ahora, tienes que estar aquí, no en otro mundo pensando en cosas que ahora no te incumben.

¿Dónde está mi subconsciente cuando lo necesito?

—¿Nervioso? —pregunta de repente, rompiendo mi ensoñación.

—Un poco.

—Yo también. Estoy nervioso de que algo salga mal, algo que en una cita sería desastroso —me mira de reojo, lo noto—. No quiero que eso pase. Esta cita debe ser perfecta para ti, porque es la primera que hacemos y no quiero estropearlo.

—Lo entiendo. Yo estoy nervioso por muchas cosas, pero claro, son cosas de Nueva York, no de aquí.

—La primera parada va a ser un lugar en el que nos vamos a desahogar, ¿entiendes? —creo que sin querer he pensado mal.

—No mucho. ¿A qué te refieres con "desahogar"?

—Ya lo verás.

Sigue conduciendo como diez minutos más y paramos en una plaza abarrotada de gente, de tiendas y demás cosas. ¿Este es el centro? La gente pasea tranquila, sonriendo y tomándose algo en las cafeterías y bares del lugar.

Aparca y nos bajamos del coche. Mientras caminamos por la acera, Lucas me agarra de la mano sin previo aviso. No la aparto, su mano grande y caliente me hace sentir seguro. No quiero que esa sensación desaparezca durante la cita.

Entramos en un local, el cual no he podido ver el cartel de cómo se llama la tienda, hemos entrado deprisa. Nos acercamos a la chica recepcionista y nos atiende.

—Buenas, ¿en qué les puedo ayudar? —una sonrisa vuela hacia mi cita, la mayoría del tiempo se fija solamente en él.

—Sí, quisiéramos una habitación, por favor —la chica toma nota de sus datos y al final le da una llave cuando paga.

Veo cómo le pasa una nota con unos números garabateados. Le guiña el ojo y nos vamos. Nos movemos por un pasillo con todas las puertas iguales. El color blanco predomina sobre el negro, dejando un toque de elegancia al lugar.

Cuando estamos cerca de la puerta que el número de la llave nos indica veo a Lucas tirar el papel a la basura. Me mira, me guiña un ojo y abre la puerta de la habitación.

Al entrar veo que solo hay paredes blancas acolchadas, como las de un manicomio. ¿A dónde me ha llevado? ¿Qué intenta hacer? Lo miro con desconcierto y suelta una leve risa con una explicación.

—Es una habitación insonorizada. Este lugar se ha hecho para que la gente se pueda desahogar de cualquier forma, ya sea gritando o golpeando la pared con todas tus fuerzas. Venía aquí cuando estaba con Melani. Siempre me hacía enojar de la peor manera cuando mi hijo no estaba delante. Gritaba y gritaba con todas mis fuerzas, incluso golpeaba la pared para sentir dolor en mis manos, aunque no lo consiguiera. Ahora quiero que tú grites, que golpees las paredes o que las arranques. Que sueltes todo en un grito para que en esta cita estés más relajado.

—Gritar... —hace tiempo que no grito, que no me siento libre por la presión que tengo entre mis hombros, este momento es perfecto para eso—. Lucas, ¿puedes salir?

—Claro —me acaricia, me besa la mejilla y sale de la habitación.

La puerta se cierra y me quedo sólo en estas cuatro paredes acolchadas. Paredes que soportan mis gritos y que las mantiene aquí.

Pienso en todo lo que me ha dado rabia, en todo lo que he querido expresar de alguna forma. Los gritos son mi única vía de escape, de liberación, y debo aprovecharlo. El momento es único en días de hoy, debo gritar.

Respiro hondo, con el pensamiento activo, y me preparo.

Un grito fuerte, llena de rabia, de impotencia y de tristeza explota y retumba entre las paredes. Rebota, creando un efecto de sonido que me marea.

Yo nunca pedí esto, nunca pedí una vida así, llena de complicaciones, llena de locuras, de sangre en el suelo...  He tenido momentos desastrosos que he querido olvidar. Mi hermana tenía razón, mi madre no querría verme así, no querría verme triste y por eso estoy soltando este dolor, esta carga.

Mamá, espero que me estés viendo gritar, porque así sabes lo que siento en estos momentos.

Me quedo callado, de rodillas en medio de la habitación, pensando.

¡No es momento de pensar! ¡Es momento de irse con el hombre que me espera fuera para salir!

Abro la puerta y aparezco ante su vista. Sonríe, parece que de verdad no se oía nada.

—¿Mejor? —me ofrece su brazo.

—Mejor —enredo mi brazo con el suyo con una sonrisa en la boca y nos salimos del lugar.

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Capítulo dedicado a:

ZunnyIsaiSolis

Inffinity8

Como queríais, una dedicación. Quien quiera que le dedique el capítulo que lo diga en los comentarios y yo, con mucho gusto, lo hago.

Nos vemos en la siguiente parte de esta bonita cita.

Tú Eres Mi Droga (1 Y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora