Capítulo 17: ¡Accio!

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Narra April:

Aparecimos en un cementerio a los pies de una colina, aquel era el lugar por el que había deambulado en mis pesadillas hasta caer al agua hirviendo. Las piernas me temblaban en aquellos instantes. A poca distancia de mí, se encontraba Harry atado a una gran lápida, Cedric se encontraba tumbado en el suelo a sus pies y en el centro de la escena, el gran caldero que tanto miedo me había infundido, burbujeaba al calor del fuego.

—Hija mía, que alegría verte —me saludó mi madre mientras se acercaba.

—April, ¿qué está pasando? ¿Por qué Bellatrix...? —preguntó Neville.

Mi madre hizo un gesto despreocupado con su varita y lo encadenó a una lápida cercana al caldero.

—Me han prometido que no te harán daño, no temas.

—¡Silencio! —exclamó la estridente voz del mago cuyos rasgos había asociado a los de una rata en mis pesadillas.

Me eché a un lado para dejar que pasara, en sus manos portaba un bulto envuelto en una capa negra que lanzó al agua que hervía. Cerró los ojos durante unos instantes y pude ver como temblaba, debía de estar asustado. Con la varita, hizo un gesto ascendente y la tierra junto a una de las lápidas tembló ligeramente, de ella salió un hueso algo deteriorado que también acabó en el agua.

—Hueso del padre, otorgado sin saberlo, renovarás a tu hijo.

Sacó un cuchillo mientras añadía:

—Carne... del vasallo... voluntariamente ofrecida, revivirás a tu señor.

Extendió la mano derecha, en la que le faltaba un dedo, comprendí lo que iba a hacer y apenas me dio tiempo a apartar la vista. El mago gimió de dolor y las náuseas recorrieron mi cuerpo. Cuando me atreví a mirar, se estaba acercando a Harry, yo di un paso al frente pero mi madre me retuvo por el brazo.

—Sangre del enemigo... tomada por la fuerza, resucitarás al que odias.

Entonces me miró y me entregó en un papel el hechizo que debía recitar. Conforme las palabras salían de mi boca, Neville comenzó a gritar de dolor, traté de detener el conjuro, pero el flujo de magia no cesaba de salir de mi varita.

—Energía vital del que pudo haber sido, extraída por quien amas, devolverás la fuerza al que tanto daño te ha causado —terminó el mago.

—¡Me lo prometiste! Dijiste que no le haríais daño —grité tratando de parar el hechizo.

—Y no le estamos haciendo daño, se lo estás haciendo tú —respondió mi madre con maldad.

Ante la desesperación de no poder detener el dolor que le estaba causando, tomé mi varita por ambos extremos e hice fuerza hasta que se partió con un sordo chasquido. Neville cayó al suelo inmóvil, esperaba no haber llegado tarde.

El agua del caldero se comenzó a agitar con violencia y una oscura figura empezó a emerger de ella, aproveché el momento de distracción para agacharme junto a Neville, rebusqué en sus bolsillos y di rápidamente con su varita. Lancé un hechizo que hizo que las cadenas que sujetaban a Harry desaparecieran. 

Mi madre se percató de lo que hacíamos y nos lanzó una maldición. Conseguí crear un escudo que nos protegiera justo a tiempo.

—April, cúbreme —me pidió mientras comenzaba a arrastrar a Neville junto a Cedric.

Le lancé un hechizo a mi madre en un intento de que centrara su atención en mí. Voldemort emergía del caldero a nuestras espaldas y yo apenas aguantaría si tenía que combatir contra él también. Además, aquella no era mi varita, por lo que me costaba más que respondiera a lo que le pedía.

Harry tiró de mí mientras yo elevaba un escudo protector, entonces, tras asegurarnos rápidamente de estar todos en contacto, gritó:

—¡Accio copa!

La copa del Torneo de los Tres Magos voló hasta sus manos y nos trasladó al despacho de Dumbledore, justo a tiempo para evitar que una última maldición nos diera de lleno. Allí discutían acaloradamente los directores de los tres colegios. Al aparecer nosotros, nuestro director los mandó a buscar a la señora Pomfrey.

—April, creo que merezco una explicación —dijo con calma.

Tomé asiento y dudé antes de comenzar mi relato, pero la necesidad de tratar de enmendarme hizo que mis dudas desaparecieran. Le conté a Dumbledore todo lo que había sucedido, no solo esa noche, sino durante el curso desde que mi madre había contactado conmigo en verano. Solo me detuve cuando entraron a llevarse a los chicos a la enfermería.

El director permaneció en silencio meditando todo lo que le había contado.

—Si no le importa, iré a mi habitación a recogerlo todo.

—¿Por qué vas a hacer tal cosa?

—¿Acaso no va a expulsarme? —pregunté incrédula.

—Para nada, verás yo ya estaba al tanto de que hablabas con tu madre a través de ese espejito tuyo.

—Y, ¿por qué no impidió que llevara a cabo su plan?

—Bueno, no sabía en qué consistía, pero podía imaginármelo. Y si se trataba de devolver a la vida a Voldemort, iban a necesitar a Harry. Eres una de las mejores alumnas de este colegio, te necesitaba allí para traerlo de vuelta.

—Pero, no he impedido que lo resuciten.

—No esperaba que lo lograras —admitió Dumbledore poniéndose en pie—. Verás, para acabar definitivamente con Voldemort era necesario que resucitara.

No entendía nada.

—No te preocupes, lo comprenderás todo a su debido tiempo —me tranquilizó.

—¿Quién más sabe lo que he hecho?—pregunté.

—Solo yo, puedes contar con mi silencio.

Yo bajé la vista, no sabía si eso servía de algo, pues lo que realmente quería era que Neville entendiera que no tuve más remedio.

—Te perdonará —me aseguró como si supiera que estaba pensando en él—, Neville es un gran chico.

Al otro lado del espejo➳ Neville LongbottomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora