Capítulo 21: Doble Negro

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Cuando Chuuya entró por primera vez en el Lupin, la imagen que vio ante él lo dejó tan impactado que creyó haber viajado al pasado mucho, mucho tiempo atrás. Concretamente, a su dulce y divertida infancia. Quizás a sus ocho años, a un hermoso e irrepetible día nevado.

Sentado en la barra del bar, Dazai sonreía con los ojos y los labios. Reía, reía en respuesta a un mal chiste que el hombre a su lado le había contado. Su risa era tenue y clara, se entremezclaba a la perfección con la suave y elegante música de ambiente que acostumbraban a poner. Ambos sonidos combinados en armónica melodía rebotaban en las paredes del local. Nakahara sólo lo había visto así una vez antes en toda su vida. Sólo en una única ocasión anteriormente lo había escuchado reír de forma sincera. Y pensó con envidia que, al igual que en aquel momento, él nunca había sido el causante de sus inexpertas carcajadas. Mentiría si negase desear serlo, pero pensar aquello tampoco tenía remedio. Aunque con cierto rencor, maldiciendo la injusticia divina que dictaba los sentimientos contrarios, era consciente de que Osamu no era para él y nunca lo sería. No le quedaba más opción que aceptarlo. Una vez, antes de dormir, Koyou le contó ese cuento de los amantes unidos por el hilo rojo del destino. Inocente de él, imaginó durante años que también había un lazo carmesí anudado en su dedo meñique. Y con el tiempo, gracias a un odioso enamoramiento unilateral, llegó a desear que fuese su compañero quien estuviera atado a su mano. Pero ya veía que no.

Sus labios se fruncieron levemente, molesto. El corazón no le dolía tanto como quizá debiera, pues los enamoramientos adolescentes nunca cuentan con la intensidad que parecen ostentar. Sin embargo, sentía un pinchazo incómodo en el pecho, un picor irritante que aumentaba conforme su mirada azul analizaba en profundidad la escena. De estar en su mano, Nakahara se habría marchado del bar por donde había llegado sin decir ni una palabra, pero no era decisión suya estar allí. Él cumplía unas órdenes que no podía ni debía rechazar si quería mantener intacta su integridad física. Por eso se obligó a hacer de tripas corazón, a carraspear y a avanzar hacia la barra con sonoros pasos. Atrajo la mirada curiosa del hombre pelirrojo, mas no la de Dazai. El ejecutivo sabía perfectamente quién se acercaba, por eso su sonrisa se había trasmutado en una mueca de desdén y habían cesado sus risas. Y por eso mostraba tal falta de interés. Al fin y al cabo, se habían estado evitando desde su primer beso, evento que ni el alcohol había borrado de su memoria y que sin duda deseaban olvidar para siempre.

-Dazai. -Lo llamó. Su voz sonaba firme y seria, pero ni con esas atrajo su bruna mirada-. Ven conmigo.

-¿Por qué debería? -Cuestionó el más joven, tomando un trago de su bebida, sin dignarse todavía a volver ni los ojos ni la cabeza. A su lado, Odasaku tragó saliva debido a la repentina gelidez del ambiente.

-Son órdenes de Mori-san. Tenemos una misión.

-¿Los dos juntos?

-A mí tampoco me hace gracia.

Chasqueando la lengua, Osamu se dio la vuelta por fin y se puso en pie. Escondidas sus manos en el bolsillo de la americana negra que llevaba, sus muñecas vendadas resultaban inquietantes. Chuuya suponía que o bien le estaba haciendo una peineta por lo bajo, o bien le daba vueltas a un arma sin que se notase mucho, cavilando como clavársela en el cuello. Hasta cierto punto, lo conocía. Sabía diferenciar cuando esos ojos castaños simplemente eran indiferentes y cuando estaban realmente airados. En este caso, la chispa furiosa denotaba la segunda opción.

-¿Por qué no he sido notificado?

-Te estoy notificando yo. -Masculló-. Es en el puerto, así que vamos. No tenemos tiempo que perder.

-Está bien... -Suspiró-. Lo siento, Odasaku, tengo que irme.

-No pasa nada. Ten cuidado, ¿vale?

Mafia Black [BSD fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora