Capítulo 14: Suicidio

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El primer mote que se ganó Dazai en la mafia no fue el de suicida. Tampoco el de Doble Negro se conoció de buenas a primeras; Chuuya y él tardaron varios años en trabajar juntos, y aún más en aprender a hacerlo como si fuesen un verdadero equipo y no dos armas de matar descontroladas. No, ninguno de esos dos tan famosos fue el primero que se le atribuyó. Ese puesto, ese sobrenombre que comenzó a oír en bocas ajenas casi al año de unirse oficialmente a la mafia, aunque sin llegar a haber cumplido los catorce, fue el de "genio diabólico de la guerra de guerrillas". Más tarde, quizá alguien lo conociese como Demonio Estratega, o como uno de los Perros Negros de Mori Ougai. Sin embargo, ese fue el primero. Por supuesto, obviando todas esas veces que lo habían llamado -aunque no a la cara-, hijo bastardo de Ougai.

Pero hablando de apodos y no de definiciones cortas basadas en conjeturas bien fundamentadas, aquel también destacó durante mucho tiempo, incluso por encima del de maniático suicida. Quizá Osamu se lo escuchó por primera vez a uno de sus subordinados el día mismo que emprendió su primer intento de morir. ¿Coincidencia o un plan retorcido de una fuerza mayor? Ni él lo sabía. En el momento en que lo oyó, ignoraba muchas cosas. Ignoraba su cercano suicidio o incluso la razón de que lo llamasen así. Lo que no escapó a su mirada y comprensión, sin embargo, fue el escalofrío que recorrió a sus hombres. Ellos lo respetaban como si fuese un miembro de la realeza, como si tuviese la misma autoridad que Mori o incluso que Okamoto. Y lo tenían en tal estima precisamente por el mote que, en base a sus capacidades, a su razonamiento deductivo y a su don para la estrategia, le habían otorgado.

Cavilando aquel suceso que le había ocurrido de madrugada, Osamu abrió la puerta del apartamento que Ougai y él todavía compartían, como si se tratasen de una familia monoparental. La parte de desestructurada, desde luego, ya la tenían. El joven se preguntó mientras volvía a guardarse las llaves en el bolsillo de la chaqueta si aquella situación sería común en otras familias. ¿Quizá podría compararse con la llegada del instituto del hijo predilecto? O quizá él tenía demasiado sueño tras pasar la noche en vela en una misión y comenzaba a desvariar. Ambas posibilidades tenían el mismo porcentaje de ser ciertas, aunque el menor no podía decantarse por una.

-Ya estoy en casa.

La última palabra pronunciada finalizó a modo de un bostezo agotado. Su voz hizo eco en los rincones vacíos del piso, siendo revelada la ausencia del médico por la falta de respuesta. A Dazai no le extrañó que eso ocurriera. Lo que sí lo sorprendió gratamente, a pesar de no aprovecharlo y decidir no comer, fue el desayuno envuelto en plástico y a medio hacer que descansaba sobre la encimera de la cocina. Ougai había tratado de dejarle algo preparado antes de marcharse, como ese padre que trabaja demasiado pero que se sigue preocupando por la salud y la alimentación de sus retoños. Ambas, por desgracia para el doctor, eran pésimas en el caso de Osamu.

Hacía relativamente no mucho tiempo, el adolescente había descubierto el trabajo/misión/tapadera en el que Mori llevaba varios años metido. No le resultó que extraño que, bien por diversión bien por órdenes de la mafia, Ougai ejerciese sin licencia en una clínica supuestamente neutral en el subsuelo de Yokohama. Aunque debido a eso, a sus complicados turnos y a todas esas veces que Dazai trabajaba de noche, sus horarios no siempre coincidían. Sin embargo, si lo analizaba (y sin duda lo había hecho), ahora cobraban sentido todas esas veces que su padrastro debió desaparecer, marcharse o llegar a las tantas de la noche a casa durante su oscura niñez.

Por un momento, movido meramente por la gratitud, el joven incluso estuvo tentado a darle un mordisco a ese triste sándwich de embutido caducado. Sin embargo, el aspecto de este lo disuadió antes siquiera de retirar el plástico transparente que se pegaba al pan verdoso. Como se notaba que sus ajetreados hábitos laborales les impedían hacer la compra al menos una vez a la semana. Agradecía las buenas intenciones del ejecutivo, pero ni muerto pensaba comerse eso. No por la perspectiva de morir, claro que no. Simplemente, no le agradaba la idea de pasarse una semana indispuesto por indigestión. Mori y él habían acordado una regla para sobrevivir en su vida diaria: nada de incluir en la comida alimentos con moho o similares. Claro, que haciendo la comida a oscuras y a las cuatro de la mañana quizá esa norma se volviese más difícil de respetar. Las desventajas del día a día en la mafia, pensó el muchacho con obvia pereza mientras tiraba su desayuno a la basura.

Mafia Black [BSD fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora