Capítulo 18: Quince

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Chuuya se detuvo en su vagar sin sentido ni rumbo en cuanto vio el haz de luz que escapaba de la puerta abierta de la enfermería, encaminando sus pasos hacia el lugar. Negando con la cabeza y suspirando para sus adentros, el quinceañero se recolocó su sombrero negro mientras caminaba. A pesar de no ser un detective ni tener intenciones de emplear su intelecto en cuestiones deductivas, no le cabía duda de quién estaba en la estancia. No muchos miembros de la Port Mafia tenían el mismo récord de asistencia a la clínica que Dazai. De hecho, nadie podía ganarlo en tal disciplina. Nakahara, a pesar de haber compartido su infancia con él, no se lo explicaba. Osamu sería un genio de la mafia, sí, pero desde su punto de vista era idiota. No había otra explicación que justificase que siempre acabase tan lleno de heridas. Era eso o el masoquismo, y ya sabía lo mucho que su compañero odiaba el dolor, así que esta segundona no era una opción válida.

El chico no tardó en llegar a la puerta de la enfermería, deseando no haberse equivocado en sus suposiciones. Si, por algún improbable casual, allí estaba Mori en vez de Dazai, tendría que explicarle unas cuantas cosas que carecían aparentemente de lógica y que seguramente le valiesen una regañina por parte de Ougai y una gran bronca de Koyou. Y prefería evitar aquello en la medida de lo posible. Ya había sufrido muchas charlas de Ozaki a lo largo de toda su infancia, por grande que fuese el cariño que se tuvieran. Incluso prefería las del jefe pero, por activa o por pasiva, haber recibido una acabaría llegando a oídos de la mujer. Y, cómo no, la cosa se empeoraría. Chuuya se conocía de sobra esa rutina que había dominado y delatado tantas travesuras durante su pícara niñez.

-Dazai, ¿estás ahí? -Lo llamó, procurando evitar los gallos tan propios del cambio de voz adolescente. El chico cruzó la puerta de la sala, quedándose en el umbral-. Da... ¿Qué demonios te ha pasado?

A pesar de que su voz se tiñó de sorpresa y su ceño se frunció de mala manera, su asombro no era tan grande como quizá debiera. A ojos de cualquier persona normal, la escena ante él era estrambótica y preocupante. Sin embargo, el efecto que causó en el pelirrojo fue sólo el impacto de la primera impresión. Al fin y al cabo, estaba acostumbrado a las rarezas de Dazai. Las aguantaba y las sufría a diario desde que eran niños, había acabado por conceptualizarlas incluso como una parte del escaso encanto del ejecutivo. Viviendo en aquel ambiente, lo mejor era resignarse o acabaría deseando saltar por la ventana de la planta más alta de la sede. Aunque, viendo la escena que tenía delante, tampoco le parecía esa una opción tan desagradable. Sólo rezaba para que Osamu no le estuviese contagiando sus tóxicos impulsos suicidas.

Semidesnudo delante de él, Dazai se había quedado de piedra al verlo llegar. La imagen era difícil de describir. Variaban los matices entre triste, graciosa y patética. La camisa del adolescente estaba manchada de sangre, tirada de mala manera junto a su abrigo negro encima de la camilla de la enfermería. Ante Chuuya, el moreno estaba enredado entre sus propias vendas, sin saber muy bien qué hacer ni cómo remediar aquel embrollo en el que se había metido él solito. Las vendas que lo cubrían -salvo las de sus antebrazos, cuello y esas de las caderas que sobresalían un poco por encima de la cintura de su pantalón- estaban descolocadas, fuera de sus sitios naturales. A pesar de no haber cumplido ni los quince, el torso de Osamu estaba repleto de cicatrices por todas esas refriegas de las que había sido un gustoso partícipe. Sin embargo, había algo todavía más inquietante que ver tantas marcas en la piel de un niño. En sus manos inexpertas, Dazai sostenía aguja e hilo, con claras intenciones de darse puntos a sí mismo. ¿Y por qué? Porque en mitad del costado tenía una herida sanguinolenta, hecha seguramente por un navajazo. Acostumbrado a identificar ese tipo de lesiones, Chuuya estimó que la puñalada no era ni muy grave ni muy profunda. Si no, teniendo en cuenta el pésimo aguante de su compañero, no habría sido capaz de arrastrarse hasta allí. Aun así, vista la palidez contraria fruto de la pérdida de sangre, debía ser tratada de inmediato.

Mafia Black [BSD fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora