Capítulo 25: Te quiero

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¿Llamar o no llamar a la puerta? De buenas a primeras, quizá tal duda pseudo-existencial podría parecer mil veces más fácil que la planteada por Shakespeare, esa de la que se han hecho mil y una parodias. Dazai no estaba de acuerdo. Él le daba vueltas a la primera pregunta, y le resultaba muchísimo más difícil de contestar que cualquier otra. Que sí, que es posible que incluso a los cinco años se hubiese hecho cuestiones más complejas y devastadoras teniendo en cuenta su falta absoluta de madurez, pero en ese momento la inquietud adolescente ganaba a todo lo demás. Por primera vez en su vida se estaba comportando como un crío de su edad. ¿Debería estar orgulloso de ello? Ni idea, posiblemente no. Debería avergonzarse, en realidad. No tenía ni gracia ni lógica dar cansinos paseos frente a la puerta del apartamento de Odasaku sin decidirse a entrar de una maldita vez o a salir corriendo sin mirar atrás.

Sabía bien por qué estaba allí, lo tenía muy claro. Desde hacía un par de meses, quería decirle algo. Había tardado, en su opinión, demasiado tiempo en aceptar sus sentimientos y aprender a ponerlos en palabras. Saliéndonos del contexto de la mafia, de su gélida infancia, de las enseñanzas de Mori y de su incapacidad para aceptar las emociones, quería transmitirle a alguien sus pensamientos de manera sincera. Sólo se lo permitiría con Oda, porque con él podía ser franco y espontáneo, dejar de reprimir todo lo que ocultaba en su pecho. Con él podía acercarse más a los seres humanos y sentirse como uno. Agarrando su mano podía descubrir un mundo podrido en el que no le molestaba tanto vivir. Al fin y al cabo, él nunca fue un revolucionario. No le interesaba cambiar nada, ni siquiera tenía ganas de sobrevivir si no era con ese mafioso a su lado. Y quién sabe si era la suerte o la desgracia la encargada de dictar su destino, pero mientras continuasen juntos, seguiría respirando sin protestar. Para poder hacerlo con comodidad sólo quería decirle una cosa, aunque pereciese en el intento.

El sonido de sus pisadas al pasearse ante aquella puerta era repetitivo, redundante y esquizofrénico, y la situación no la mejoraba que no pudiese dejar de morderse el pulgar como si le hubiese dado un tic nervioso. ¿Esa era la adolescencia? En las novelas siempre sonaba todo mejor. Como con las dichosas mariposas. ¿Dónde demonios estaban? Porque él lo que sentía en el estómago no eran bonitos insectos revoloteando, era una maldita apisonadora. Osamu pensó como un iluso que cuando se encontrase delante del apartamento de Sakunosuke -entre la caminata desde su propia casa, el aire libre y demás factores medioambientales-, sus nervios habrían disminuido. Craso error, estaba tan o más cardíaco que cuando tomó la decisión de ir, si es que era posible. En vez de café, para desayunar se había bebido una tila, y ni con esas. No recordaba, o no quería recordar, haber estado tan nervioso en su vida. Y no se explicaba la razón. Si sólo pretendía decirle dos estúpidas palabras que el otro mafioso ya sabía, aunque nunca las hubiera oído directamente de su boca. Oh, malditas hormonas. Estar así no era propio de él. Era propio de cualquier niñato normal que hubiera vivido una infancia feliz y una vida corriente y moliente. Aunque parece que hasta los mafiosos pueden ponerse histéricos cuando se enamoran.

Iba a acobardarse. Iba a marcharse y huir sin decir nada, todo fuese por no gastar saliva y orgullo. Sin embargo, sus planes se vieron frustrados por un margen de cinco segundos. Oda abrió la puerta de improviso, mirándolo con una ceja alzada. El mafioso de menor rango estaba bastante despeinado, como si se hubiera levantado no hacía mucho. Cuando vio como al más joven se le subían los colores a la cara, quiso reprimir una risita.

-Así por curiosidad -comenzó-, ¿cuánto tiempo llevas ahí?

-Acabo de llegar. -Mintió.

-Ya, claro. Sabes que veo el futuro, ¿verdad?

-¿Qué tiene que ver?

-Que llevo media hora esperando a que llamases al timbre.

Viéndose completamente pillado, las mejillas de Dazai se tornaron de un carmesí todavía más evidente. Ante ese tipo de reacciones tan sumamente cotidianas y, en su honesta opinión, adorables, el pelirrojo no pudo evitar soltar una carcajada. La respuesta de su novio fue fruncir el ceño, enfurruñado.

Mafia Black [BSD fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora