Capítulo 4: Chuuya

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Caminando a paso raudo hacia aquel orfanato, cualquiera que los viese diría que eran una familia de tres miembros dispuestos a adoptar a un cuarto. ¿Suposición algo alejada de la realidad? Sí, sin duda, aunque tampoco se cometería un error absoluto con esta deducción. La equivocación sería tratarlos de familia normal, pero eso a simple vista se notaba que no lo eran. Al fin y al cabo, nadie tomaría por común a una joven mujer vestida de forma tradicional, con un hermoso kimono escarlata y un abrigo oscuro, un médico de inquietante mirada refulgente y un pequeño retoño que caminaba entre ambos, vestido de negro y agarrando con una de sus manitas enguantadas la de Mori.

El invierno estaba comenzando a aparecer por Yokohama, aunque el orfanato se encontraba algo alejado de la ciudad. Quizá por eso, por hallarse lejos de la contaminación, el frío se intensificaba. Desde que bajaron del coche, Ougai -como todo un padre paranoico- se estuvo preguntando si Osamu iría lo suficientemente abrigado o si no se cogería un resfriado por no llevar bufanda. Acabó por dejarlo estar al ver que el niño no hacía ningún comentario al respecto del clima o la temperatura y se concentró en llevar sus pasos hasta la puerta de la iglesia que hacía las veces de orfanato. Deberían haber "adoptado" al pequeño Chuuya hacía meses, pero el papeleo y convencer al jefe les había llevado más tiempo del previsto. Okamoto les había recriminado -más a él que a Koyou, y eso que él apenas pintaba nada en la adopción- el querer convertir la mafia en una guardería. Fue necesario casi un mes para convencerlo de que los supuestos poderes del niño le serían de suma utilidad a la Port Mafia en el futuro. Y menos mal que los tenía, porque si no, jamás hubieran logrado nada. Aunque, de no tenerlos, jamás habría llamado la atención de Ozaki. Mori sabía de primera mano por qué la muchacha se había fijado en el crío. Koyou tenía la mala costumbre -excesivamente piadosa para una asesina de su calibre- de visitar los orfanatos en los que habían acabado los hijos de alguna de sus víctimas. Así captó Chuuya su fría mirada, manifestando por accidente unos poderes extremadamente fuertes y extremadamente convenientes.

El primer pensamiento de Osamu al ver la iglesia, fue que parecía siniestra. Al menos por fuera daba esa impresión. Las torres intentaban alcanzar el cielo, rozarlo con las cruces que las coronaban. Por un momento, pensó en la gente de dentro del edificio; lo hizo al ver a la monja que los recibió. Y se preguntó ese pequeño niño qué era la fe, qué se sentiría al creer en algo. Se lo preguntó con tanta fuerza, casi con desesperación, que acabó por apretar la mano de Ougai, atrayendo la violeta mirada del doctor. El ejecutivo se sorprendió al ver a Dazai con el ceño fruncido, aumentando con su escasa fuerza la presión sobre su mano. Aún no habían llegado a la iglesia así que aprovechó para preguntarle en voz baja:

-¿Estás bien, Osamu-kun?

-Mori-san, la gente que vive ahí dentro -cuestionó de forma discreta, inquiriendo de antemano que lo mejor sería que sus dudas no fuesen escuchadas por los habitantes de la institución y, de ser posible, por la propia Koyou, que caminaba un par de pasos por delante de ellos-, ¿realmente cree?

-¿En Dios?

-Sí.

-Quién sabe, Osamu-kun. Seguramente algunos sí lo hagan. Seguramente haya otros que no, y que sólo se refugien en su propia hipocresía. ¿Tú crees?

-Nunca me has instruido sobre religión.

-Porque me resulta un concepto ilógico, pero eres libre de creer si así lo deseas.

-Yo... no. Ni siquiera entiendo la necesidad de creer en algo.

-Vives en la mafia. Para ti, es mejor así.

Dazai asintió, comprendiendo unas palabras que nadie debería siquiera escuchar a su edad. Por fin arribaron a la puerta principal del orfanato, tras un trayecto que a pesar de su corta medida en el espacio, de no más de unos pocos metros, había resultado eterno. Con una cortés reverencia saludaron los tres a la adusta monja que los recibió. Era una mujer adulta, bien entrada en años y ligeramente en carnes, a la que las arrugas no habían perdonado. Ozaki ya se conocía su rostro por sus anteriores visitas, y ni Mori ni Osamu hicieron comentario alguno. Las primeras palabras salieron de la boca de la mujer acompañadas de un seco "buenos días" que, visto el panorama, bien podría haber sido recibido con sarcasmo.

Mafia Black [BSD fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora