Diez

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Deslizando





Su hambre no era saciada con nada, ya llevaba alrededor de 200 almas.

Cada una con el mismo destino, su lánguida sonrisa mostraba complacencia al notar como esos demonios carroñeros eliminaban las evidencias. Nadie les extrañaría de cualquier manera.

-Simple desperfectos de la sociedad, lo que nadie quiere y ni se molestan en lidiar con ellos. Esa es la mejor parte, la humanidad esta tan perdida sin necesidad de intervenir.-dijo Charlotte.

Su mirada se posó en el hermoso amanecer, que se presentaba ante ella, muchas veces veía semejante espectáculo cuando aún estaba viva.
Aún recordaba como sus pequeños niños corrían tras ella, gritando, jugando, compitiendo entre ellos. Siempre fueron la luz y esperanza de la familia; les extraña y no sólo a ellos, cuanto deseaba poder tenerlos junto a ella. Un maullido le trajo de regreso.

Sonriendo camino hasta el pequeño gatito, tomándolo entre sus manos con extremo cuidado. Sus ojos aún no se habían abierto.

-Se arrepentirán, te lo aseguro, Alessandra. Esto no quedará así.-dijo Charlotte.

Sus manos acariciaban su negro pelo, tenia una fragilidad que incomodaba en lo más profundo y desgarrado de su alma.

-Debí de estar ahí ¿Cómo pudiste permitir que te mataran?¿Acaso querías demostrar algo? ¡Maldición! Has pedido una vida más. ¿Que se supone que le diré a tu padre o a ese hermano del que tanto me hablaste alguna vez?-.Le dijo Charlotte frustrada.

Sus débiles maullidos trataban de reconfortar.
Charlotte sabía que debía hacer para acelerar el proceso de recuperación.
Eso le iba a doler como el como el demonio, con un exasperado suspiro se resigno.
Colocó su dedo índice en el pequeño hocico, por unos momentos no sucedió nada. Hasta que sintió sus pequeños pero afilados dientes rasgar su piel y así cada alma recolectada dejo su cuerpo.

Sentir dos veces el dolor de la separación en un corto tiempo, le estaba costando más de lo que había creído.

Su respiración errante.

Las piernas le temblaban.

El palpitar en sus cienes era cada vez mayor.

Aferrando a su pecho a ese indefenso ser, se dejó caer de rodillas. Sentía la cabeza estallar, todo le daba vueltas.

La tan conocida oscuridad le llevo.

Unos suaves susurros y risas le llamaban.

-Mira Charlotte, estos pequeñines son tus hermanitos. ¿Verdad que son hermosos?.- Le dijo la voz de un hombre.

Su voz eran tan cálida que Charlotte sintió su muerto corazón estrujarse, cuando la mente se desconecta y vaga con total libertad, es muy seguro que te llevará a aquellos lugares de los cuales no se podrá escapar.

-Padre.-le susurro con dolor Charlotte.

- Y tu cuidarás de ellos, eres su hermana mayor. Les guiarás por un buen camino, aprenderán todo de ti. ¿Crees que aprendan a cabalgar tan bien como tu? Ojala y este pequeñín sea tan bueno como yo en la cacería.
Le enseñaré como preparar a un ciervo, ahuyentar lobos, todo aquello que no pude enseñarte a ti. -le dijo entre risas, acariciando su cabello.- y no creas que te dejare de querer porque ellos llegaron a nuestras vidas. Nunca vayas a creer eso. Te amo, mi pequeña Charlotte le diste luz a mi vida. Y daría mi vida por ti y por tus hermanitos. Te amo, por siempre y para siempre. Sin importar el tiempo, la vida y la distancia. Te amaré.

Cazador De AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora