catorce

9 1 0
                                    



Pero eso no era algo que supiera su enemigo.

Nadie sabía hasta donde llegaría por ella, haría el infierno en la tierra y de ello no cabía duda; sonriendo ante los nuevos sucesos. Tal parecía que el mismo destino era su aliado, sus pasos guiandole nuevamente al pergamino; con la mano extendida a el.

Un estremecimiento le recorrió desde los dedos a todo su cuerpo. Tan arrasador como el mismo fuego; quemando todo a su paso, desde dentro hacia fuera.

A pesar de ser un demonio de gran poder, había ocasiones como esta en las que recordaba cuán frágil podría ser.

-Estúpidos consagrados.-murmuró. -Debí imaginar que esto no sería tan fácil, lo único que me queda es vigilar.

El sonido de la puerta cerrándose llamó su atención, frente a él; una chica de no más de un metro sesenta, tez aceituna y un cabello lacio, negro. Le miraba con pavor; alternando mirada entre él y Adam, por la mirada en sus ojos y el suave movimiento de su mano. Tenia su decisión ya tomada.

-No hagas ninguna tontería.-recargando su peso en la pared. -Ya sabes que en un enfrentamiento directo no tendrías oportunidad, querida cuñada.

Con las manos hechas puño, le lanzó una mirada disgustada.

Imitando su posición y recargandose contra la puerta.

Queriendo parecer segura, cuando en realidad quería echarse a correr a la de ya; y eso no bastaría para estar a salvo de su mano.

-¿Qué haces aquí? Y no me llames cuñada.-le espeto-. En que andas metido ahora. Porque dudo mucho que sea simple casualidad.

-Pero si eres mi cuñada. No aprecias a la familia.-negó teatralmente-. ¿Y lo que hago aquí? Solo he venido a velar por mis intereses, ya sabes como soy con mis cosas. En eso me parezco a Jasél, nadie toca lo que me pertenece. Pero no hablemos de eso.-restando importancia-. Cuéntame que haces aquí, no quisiera sospechar que tienes algo directamente que ver en esto. Eso seria muy problemático, Anna.

Su voz tan calmada, carente de una real emoción.
Tan engañosa que le hizo pegarse aún más a la puerta.

Si había algo lo suficiente claro para Anna, era que de su respuesta dependía si vivía o moría.

Desde la primera vez que le conoció, nunca dudo del peligro que significaba estar a solas con él.

Dkai era un ser muy poderoso y peligroso en igual medida. Puede que su apariencia te hiciera dudar, él nunca dudaría en ensuciarse las manos por conseguir lo que desea.

-Sólo he venido aquí por un favor.-le sonrió-. Ya sabes como es este trabajo, un día te piden ir a un lugar y al siguiente a otro.

-Si sabes lo que te conviene, te irás. Esto no te concierne, no me hagas asesinarte. Ni siquiera Jasél me detendría.-Lanzandole una mirada severa-. ¿Está claro, cuñada?

-Transparente.-le murmuró-. Ahora que todo esta aclarado. ¿Me podrías decir que sucede? Porque si tú estás aquí, no es para nada casualidad.

-Siempre tan perspicaz, Anna. Pero es algo en lo que no deberías meterte.-dijo mirándole directamente-. Me caes bien, seria una pena perder a un miembro de la familia. Y es seguro como el infierno, que Jasél se pondría incontrolable.

-¡Oh,vamos! Desde cuando te ha preocupado hacerle rabiar. Será divertido.-río alegre, sabiendo que el peligro había pasado-. Tu nunca sales, eso lo hace importante. ¿En que puedo ayudarte?

-No es necesario que hagas nada, ve a casa.-reprendiendola-. No me debes nada. Ya hablamos de ello.

-No es deber, se llama gratitud.-negando vigorosamente-. Hiciste más de lo que te permites reconocer, se que ustedes no le dan importancia a ese tipo de cosas. Pero para mi significa más de lo que crees.

Cazador De AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora