Doce

8 1 1
                                    

Mía








"Presta atención,  lo que harás será una equivocación. Él te miente. No te dejará libre, se quedará con tu hijo. Lo pondrá en contra de la humanidad, será otra marioneta más. ¿Serias tan egoísta y caer? . . . Si aceptas pactar. Lo único que debes hacer es pronunciar mi nombre.

Abrió de golpe los ojos. Eso fue perturbador, podía sentir el asco y náuseas acumulándose en su garganta. Una bruma invadía su mente, le sentía moverse en su subconsciente. El terror paralizó su cuerpo.

Ardía.

Lo que entró en su mente fue una incineración a sus sentidos, eran manos vagando y toqueteando a su antojo.

Era la voz de un hombre.
Quería gritar; llorar, suplicar.
Sus ojos se cerraron lentamente, su sentidos seguían vivos, tan vivos. Unas voces se acercaban y sin dudar sabía que se dirigían a ella.

"Tengo tanto miedo"

Pensó con desesperación Helena.

"No debes temer, Helena. Solo mantente tranquila y escucha. No luches."

La voz susurro dentro de su mente.

La puerta se habrío en un rápido movimiento. Llenando de una energía pesada y asfixiante, su cuerpo se estremeció imperceptiblemente. Era como si no le perteneciera y supiera que debía de quedarse de esa forma.

-¿Que vamos a hacer? Si él llega a salir de aquí estamos perdidos. ¿Lo sabes, Efessto? Te dije que siempre lo mantuvieran vigilado.-le dijo Tamara con voz contenida.-Acaso debo hacer todo por mi cuenta.

-No empieces, Tamara. No tengo humor. Ahora ve y resuelve esto.-le dijo con desdén.

-Y tu recuerda que en cualquier momento me puedo aburrir de ti.-murmuró con desprecio Tamara.-Mantén dormida a esa estúpida mujer. Solo nos falta que ella escape.

-Eso no pasará.-río cínico.-Sigue creyendo que será libre y vivirá feliz por siempre. La tengo comiendo de mi mano. Solo con decirle que haga lo que deseo, lo hará. No te preocupes, querida mía.-susurrando a su oído y besando su cuello.-Así que deja ese malhumor. La he mantenido dormida desde que él vino.

-Al menos pensaste en ello.-gimió Tamara al sentir un pequeño mordisco.-Es cansado siempre tener que supervisar tu trabajo, querido.

Las manos de Efessto vagaban por el voluptuoso cuerpo de Tamara, guiandola hasta un sofa; sus labios formando un camino hasta el inicio de sus pechos. Ella solo se dejaba hacer cual muñeca.

Suspiros.

Jadeos.

Respiraciones entrecortadas.

Húmedos besos.

Súplicas.

Gemidos.

Silencio.

-Debemos encontrar quien tiene ese estúpido retrato.-dijo Tamara, recostado sobre el pecho de Efessto.-Sin el, nuestro plan fracasará. No lo podemos permitir. Ya hemos perdido tantos años planeando, no podemos fallar.

-No lo haremos, querida mía.  Me tomare las cosas más en serio.-le dijo Efessto, jugando con lo largo de su cabello.-Después de todo tenemos a esa mujer.-apuntando a una dormida Helena.-Si por alguna razón alguien más se hiciera del retrato, sin duda alguna Charlotte lo eliminaría y traería ante nosotros.

-Siempre fue una estúpida, desperdicio tanto poder en simples parias.-dijo con desprecio Tamara.-Deberíamos matarlo antes de que nazca. Nos ahorraría más de un problema en el futuro. . . No se como sea el trato que hizo con mi padre.-murmuró pensativa.

Cazador De AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora