CAPITULO 6

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Sakura se detuvo mientras el demonio reaparecía en la habitación con ella. A pesar de que lucía tan orgulloso y feroz como siempre, vio la vergüenza y el odio a sí mismo en sus fríos ojos azules antes de que parpadeara y desviara la mirada, entonces lentamente cojeó hacia su escritorio.

Cuando se sentó en la silla tallada, estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien, pero no quería herir su orgullo aún más de lo que ya parecía estarlo. No había necesidad de preguntar cuando podía darse cuenta de que estaba avergonzado y molesto.

Y era dolorosamente obvio que no se encontraba bien. Estaba sufriendo y no se refería al dolor físico de sus heridas. Un aire de desesperanza y tristeza absoluta se aferraba él. Nunca había visto nada igual. Ni siquiera en sus pesadillas.

Sin decir una palabra, cuidadosamente se limpió la sangre fresca que le salía de la nariz y de la boca hinchada. Tenía más sangre en la oreja, bajándole por el cuello en una franja roja brillante que hacia juego con su maquillaje. El hecho de que lo ignorase completamente le dijo simplemente como de a menudo le pasaba esto. Ya ni siquiera reaccionaba.

Por alguna razón que no podía mencionar, esa imagen de él sentado ahí, viéndose tan perdido y aun así fiero, le tocó una parte del corazón e hizo que le doliera como si fuera su propio dolor.

Usaba una máscara de poder, dura e inquebrantable y aun así…

No vislumbraba al demonio pintado en su cara en este momento. Solo veía al hombre que se ocultaba tras ella. Y aunque eran enemigos, quería aliviar ese lado de él.

Tal vez, solo tal vez, si pudiera llegar a él, podría ayudarla a ella y a Touya. Los dioses sabían que no tenía ninguna razón para aliarse con Noir. No cuando el bastardo abusaba de él de esa manera.

Había un hombre de carne y hueso dentro de su alma. Uno en eterno dolor. Y habiendo sido herida y huérfana en un mundo que desconfiaba, recelaba y odiaba más allá de lo posible a los de su raza, entendía la necesidad de retraerse y esconderse. La predisposición de arremeter contra ellos y herirlos antes de que pudieran herirte.

Era instinto de supervivencia. La costumbre de un luchador.

Sin embargo, si no fuera por Touya y su amor, ella no hubiera sido mejor o más amable de lo que era el demonio. No había forma de decir en lo que se hubiera convertido al final.

Una persona podía marcar una gran diferencia en la vida de alguien. Tanto para bien como para mal. Con sus acciones y palabras, un solo individuo tenía el poder de salvar o destruir a otro.

Había tenido tanta suerte. Touya había aparecido cuando más lo necesitaba y se había llevado el dolor. Le enseñó a reír de nuevo y a amar, incluso cuando en el pasado le dijo que mantuviera cerrado el corazón.

Pero el demonio…

No tenía un Touya para sostenerlo y decirle que todo saldría bien. Que mataría a cualquiera que le hiciera daño, y que lo protegería sin importar la amenaza. Un Touya que le prometiera que con el tiempo el sufrimiento del pasado se reduciría a un pequeño dolor y que aprendería a amar y reír nuevamente.

Touya había sido su regalo más grande.

En cambio, demasiados habían atacado a este demonio e intentaron destruirlo, y habían fracasado.

Quizás, era el momento de que alguien intentara otra táctica además de la violencia. Una de la que no fuera capaz de defenderse.

Cruzó medio camino hasta donde estaba sentado, con miedo a acercarse demasiado, que subiese las defensas y la repeliese.

EL GUARDIÁN  (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora