Reflejos

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Ghost of love

Capítulo seis

Reflejos

"Al primer amor se le quiere más, pero a los otros se les quiere mejor".

Dante.

¡Qué mala suerte! Lo que menos quería era asustarla, y fue lo primero que hice.

Apesadumbrado, desde esa tarde me refugié en el salón de baile dónde aún conservaban el viejo piano de Isela, el padrastro de Christine lo mandó reparar y contrató a alguien para que lo afinará.

Toque un solfeo y me senté en el taburete a reflexionar, cuando la noche caía, aproveché la melancolía para dejarme llevar, toqué una pieza en aquel enorme piano de color aqua. Total, ¿qué más daño podía causar?

La suave melodía comenzó a llenar el salón, me sabía aquella pieza de memoria; aunque ahora me costaba un poco más de trabajo interpretarla, tenía que usar gran parte de mi energía fantasmal para lograr mover las llaves.

Era la favorita de Isela, siempre la acompañaba a cuatro manos. ¡Qué tiempos aquellos de cuando fui feliz!

Seguí tocando ensimismado en mis recuerdos, cuando un inesperado movimiento captó mi atención.

Cuando, miré entrar a Christine al salón, casi desafino en la melodía, automáticamente deje de tocar, no quería asustarla de nuevo.

Se acercó lentamente al piano. Traía puesto un delicado vestido amarillo con un lazó y tirantes anaranjados, me recordaba a la ropa de cama de mi fallecida esposa. La contemplé maravillado, siguiendo con la vista el suave balanceo de su cuerpo.

Se sentó junto a mí observando las llaves marfiles del piano a la espera; sin pretender asustarla continúe con la pieza que estaba tocando

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Se sentó junto a mí observando las llaves marfiles del piano a la espera; sin pretender asustarla continúe con la pieza que estaba tocando. Romance, se llamaba, y la habia compuesto especialmente para mi esposa, la toqué   para ella en nuestra noche de bodas, fue otro de sus regalos.  A Christine apareció gustarle. Cuando miró las teclas moverse por si solas se asustó de nuevo, era inevitable y aún así no salió corriendo esta vez cómo antes.

Contempló entre temerosa y maravillada el piano que se tocaba solo, después de un instante se relajó y disfrutó la melodía, así cómo yo disfrute de su compañía.

Los pálidos rayos de la luna entraban por las ventanas y cientos de partículas de polvo bailaron alrededor de nuestras cabezas. Christine las contempló hasta que algo más llamó su atención.

Había encontrado el espejo que estaba colgando de la pared. Se puso de pie y fue directo hacia él, yo seguí tocando, disfrutando de aquel momento.

Christine se miró al espejo, observé como su respiración se volvía pausada y entrecortada. Volvió a alterarse.
Sentí su angustia y la hice mía. No quería que se volviera a ir corriendo. Así que otra vez  hice lo primero que se me ocurrió.

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