Capítulo 1

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Eran mediado de marzo cuando comenzaba el nuevo ciclo lectivo en la universidad, estar nervioso era nada comparado con lo que sentía, al menos en ese momento agradecía que estaba con Eric de mi lado quién dijo que iba a orientarme en el enorme campus universitario y a acompañar en todo momento (era un alivio que su primer día de cursado en tercer año coincidiera con el de primer año). Yo iba nervioso tamborileando los dedos sobre la puerta de su auto y al parecer él lo notó porque me miró con cierta diversión en su rostro.

—Tranquilo Ary, todo irá bien, te lo aseguro —dijo con voz amable.

—Lo sé Mole —era el sobrenombre que se había ganado gracias a su gran contextura muscular. —Pero no puedo quitarme de encima este nerviosismo, aunque sepa que todo saldrá a la perfección.

—Verás que en tu primer día harás un buen amigo, o amiga...

—Eso espero...

La verdad que a diferencia de él, siempre me había costado trabajo socializar y hacer amistades, estar en su compañía me daba cierta confianza.

Al llegar al campus universitario era muy temprano por lo que decidió que iríamos caminando para enseñarme las facultades que conformaban la universidad. Era realmente hermoso, cada facultad era totalmente diferente a la otra, desde la facultad de derecho con su hermoso patio interno donde descansaba una impresionante fuete, hasta la facultad de Artes donde había murales que constaban de pedazos de cerámica encastrados en diferentes tonalidades formando un dibujo, sorprendiéndome por lo realista y hermoso que se veía.

Media hora después entramos a la facultad de Ingeniería en Computación: un edificio insípido, tan simple que aburría —esperaba que fuera algo tan hermoso como el de Artes— pero supongo que tiene que asemejarse a las carreras que contienen en su interior, aunque no llamase la atención la fachada.

Allí en el vestíbulo había gran cantidad de alumnos dispersados en todas direcciones, algunos estaban sentados en las banquinas de los corredores hablando, otros estaban yendo y viniendo de un lado para el otro, yo por mi parte, asustado decidí ir al baño.

Eric me acompañó y mientras él hacía sus necesidades yo me lavaba las manos en el lavabo, al mirarme al espejo descubría que me devolvía la imagen de un joven larguirucho de dieciocho años, de piel trigueña, pelo rubio, ojos verdes, boca de labios gruesos y pómulos sobresalientes que estaba a punto de sufrir un pre-infarto a causa de tanto estrés por su primer día de clases.

En ese momento sale de los cubículos Eric quién me distrae de mis pensamientos, pasa por mi lado y me toca el hombro antes de abrir el grifo del lavabo, yo lo miro de reojo mientras él tarareaba una canción. Entonces me mira...

— ¿Qué? —pregunta.

—Nada, simplemente te miraba.

— ¿Sigues nervioso? —me pregunta con una sonrisa de lado.

—Un poco, pero me alivia el saber que estás acompañándome y que estarás en el mismo edificio que yo —argumento.

—Y aunque no lo estuviera igual te acompañaría, a donde sea...

Se me acerca suavemente con esa voz seductora, esos movimientos ágiles y elegantes cómo sólo el sabe hacerlo y me da un beso suave. Era exquisito su aroma, a menta, fragancia masculina y una leve nota de vainilla. Su sabor lo era aún más: frutos del bosque (estaba comiendo chicle) y manzana, adoraba todo de aquel hombre.

De repente se abre la puerta del baño y nos separamos repentinamente, Eric molesto por la interrupción y yo ruborizado por el beso. Sí, sin duda sabía cómo hacerme dar más confianza. Estábamos sentados en el corredor de la segunda planta, en frente del aula quince esperando y no podía evitar notar que cada vez que pasaban las chicas de primer año —las que serían mis compañeras— no dejaban de mirar descaradamente a Eric mientras emitían risitas como niñas de secundaria y eso me molestaba.

—No te pongas así, sabes que sólo me interesas tú y nadie más que tú —agrega repentinamente con una pequeña risita.

— ¿De qué hablas? ¡No estoy celoso, si a eso te refieres! —espeté.

—Amor, hace dos años que te conozco, sé cada expresión tuya y esa que haces de crispar los labios y ceñir las cejas es el que haces cuando estás celoso —afirma y sabía que tenía razón.

—Lo siento, no lo puedo controlar.

—Lo sé y me encanta que me celes, me da a entender que realmente me amas...

—Obvio que te amo Mole, eso ni lo menciones.

— ¡Se me hace tarde! —asevera mirando su reloj. —Me voy amor, nos vemos a la salida... ¡Te amo!

Me da un beso en la frente y sale corriendo hacia las escaleras, según tenía entendido su curso estaba en el cuarto piso por eso tenía prisa.

Luego recordé que volví a quedar solo y la seguridad que había adquirido con Eric se esfumó como el vapor que desprende algo caliente y antes de que pudiera salir de mi ensimismamiento veía a mis compañeros que ya entraban al salón de clases. Apresuradamente entré y me senté en medio del salón, en un pupitre duro e incómodo.

Poco a poco se fue llenando el gran salón de clases y al cabo de unos minutos entra el profesor: un hombre alto con prominente barriga, anteojos de armazón cuadrados negro, pelo ondulado cano, ojos pequeños y marrones; vestía una camisa a cuadros azul y celeste con un jeans azul, portaba un portafolios.

Se presentó como el profesor Carlos Martín que nos daría clases sobre Comunicaciones y luego de pasar lista, comenzó con la lección del día.

Entre sus lecciones lo interrumpe un chico que entra al salón de clases, un joven que se me hacía extrañamente familiar.

—Disculpe la interrupción y la tardanza —suplica el misterioso muchacho.

—No hay problema, ¿Cómo es su nombre joven? —pregunta el profesor estrechándole la mano.

—Facundo Córdoba —responde correspondiendo el saludo.

Al escucharlo mi sangre se heló, era el chico que siempre me hizo la vida imposible desde que se enteró que soy homosexual, él vivía en el mismo barrio que yo.

Es un muchacho homofóbico muy violento, que en repetidas veces me dio palizas a causa de ello. Era el mejor amigo de mi hermano mayor, y cuando éste se enteró de las palizas que me daba, terminaron su amistad con una gran pelea que casi se mandaron al hospital mutuamente.

Realmente estaba pasándola bien y me estaba gustando el ambiente hasta que lo vi entrar, aquel muchacho desde entonces me daba terror y nunca más lo había visto, tenía entendido que a causa de las denuncias impuestas por mis padres tuvo una orden de alejamiento que lo obligó a irse del barrio hacia la casa de uno de sus tíos. Fue tranquilizador para mi al saber que no volvería a cruzarme nunca más con mi agresor pero ahora estaba allí tan radiante como si nada, viéndose amigable y amable aunque yo sabía a ciencia cierta lo que realmente era y también estaba seguro de que él todavía no me había visto y en el momento que lo hiciese seguramente su comportamiento cambiaría.

Solamente rogaba que no se le diera por darme una golpiza en medio del salón de clases. Mis manos empezaron a temblar del susto, el sudor se me asomaba por la sien, comencé a mover el pie golpeteando el piso (era un tic que siempre me daba cuando estaba asustado), sentía mi corazón latir con tanta fuerza que lo oía hasta en mis oídos, podía percibir la adrenalina subir y bajar por mi cuerpo. Esta vez tendría que defenderme si pensaba buscar pleito, de algo tendrá que servir dos años de defensa personal aunque no conciliaba aquello como una opción.

Él dejó de hablar con el profesor y pasó por el pasillo entre los pupitres buscando uno para sentar, iba caminando parsimoniosamente con una sonrisa dibujada en su rostro, fue cuando desvió la vista hacia donde me encontraba, inmediatamente su sonrisa se transformó en una línea horizontal y sus cejas se curvaron levemente, pero aún así siguió su camino sin detenerse ni nada por el estilo. Al pasar por mi lado mi corazón se alborotó aún más y pensé que llegaría a salirse de mi pecho.

De reojo pude notar que se había sentado varias filas más atrás de mí —lo pude distinguir por la campera de cuero que llevaba encima— así que aliviado comencé a seguir prestando atención.

Pensaba que al menos en la universidad no generaría problemas, y si lo hacía fuera de la facultad contaba con poder defenderme adecuadamente, y comencé a tratar de recordar todos los métodos de defensa que ya estaban medio olvidados en alguna parte de mi memoria.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora