Capítulo 12

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Me desvanecí por unos segundos cuándo sentí pasos que venían a mí, un par de voces, una parecía femenina ¿Emma Sleimman? ¿O sería que estaba alucinando? Pude sentir que levantan mi rostro y con visión nublosa y roja distingo el rostro de Emma con expresión acongojada, era ese el destello escarlata que vi, su antiguo colgante que golpeaba su pecho agitado, a su lado estaba Hugo con expresión nerviosa.

—Mole...

Susurré sin fuerzas.

—Está afuera distrayendo a Felipe y Armando —explica Hugo mientras veía que sacaba una navaja de su bolsillo y cortaba las cuerdas. Entonces en el exterior se comenzaron a escuchar disparos.

—Es la señal, ¡vamos! —expresa Emma.

Hugo me incorporó y me rodeó con sus brazos por mis costillas que me dolían horrores (seguramente estaban quebradas), me quejé y él se disculpó. Emma se puso a mí lado derecho y abrazándome me ayudaban a caminar, aunque sinceramente con el cuerpo golpeado se había vuelto una tarea titánica. Comenzamos a caminar un largo trecho hacia el fondo del gran recinto y al lado de una pila de vines de madera y plástico sucio había una puerta con el cartel de《Salida de emergencia》 encima de éste. Los disparos se seguían escuchando a lo lejos pero cuando llegamos a la puerta que Hugo tuvo que derribar, el sonido se intensificó y se escuchaban los gritos de Armando hablando a Felipe y maldiciendo a los intrusos.

Caminamos por detrás del gran galpón cuando estábamos por doblar nos encontramos con el guardia de seguridad, los tres quedamos estáticos, yo estaba medio inconsciente pero al verlo recuperé la vigorosidad suficiente como para darme cuenta que era Facundo de quién se trataba, ahora entendía por qué se había alejado en cuanto me vio verlo, sabía que si lo reconocía estaría en serios problemas. Ahora lo tenía delante mío y nos miraba a los tres, Hugo iba a reaccionar pero Facundo fue más veloz y sacó una picana eléctrica, era un bastón largo negro que lanzaba chispas amenazadoras de la punta e iluminaba como un relámpago.

Sabía que había más maldad que bondad en él, una enorme rabia me subió por el cuerpo, no me parecía extraño que estuviera aliado con la basura de Felipe Strauss y ahora entendí que era cierto lo que pensaba, que todo esos acontecimientos que se habían desarrollado luego de su aparición estaban relacionados. Pero eso no iba a quedarse así, estaba dispuesto a hacer algo más que denunciarlo, sino mandarlo a la cárcel por ser cómplice. Emma estuvo a punto de hablar cuando Facundo hace un gesto para que guardase silencio, ella obedece; Facundo se acerca, me toma de la barbilla y me levanta el rostro para que lo mirara, yo no podía ni devolverle la mirada de la repugnancia que me daba, pero cuando al fin lo escruté, lo que vi me sorprendió: su mirada ya no portaba malicia, odio y repulsión, sino por el contrario, portaban compasión, empatía y pena. Lo miré absorto mientras él no dejaba de mirarme.

En ese momento suena su walkie-tokie escuchándose la voz de Armando.

— ¡Imbécil, llega de una buena vez, necesitamos refuerzos! —espetó.

Facundo emitió un gruñido de enfado, volvió a instar que guardáramos silencio y respondió.

—Voy lo más rápido que puedo, estoy corriendo... pensé que no iba a estar implicado en esto —replica fingiendo estar agitado.

— ¡Ya cállate y ven a ayudarnos maldito muerto de hambre, si no quieres morir de un balazo en tu inservible cráneo! —gritó úrico Armando.

— ¡Enseguida! —prorrumpió aparentando tan fuerte los dientes que pude oírlo chasquearlos.

Nos miró, puso sus brazos a los costados de su cintura a modo de jarra, luego suspiró y dijo en vos baja: "¡Al diablo con esos malditos riquillos buenos para nada!". Hizo una seña con sus dedos para que lo siguiéramos y nos guío hasta el costado sur del galpón, había un gran descampado con objetos desparramados por todos lados y altos de maleza.

—Sigan ese sendero entre el conjunto de árboles y los llevará hasta el callejón principal —dijo extendiendo su brazo.

No podía dar crédito a lo que estaba escuchando, Facundo, quién alguna vez dijo que no le importaría la vida de un homosexual si le estuvieran dando una paliza, nos estaba dando la clave para escapar, aunque no sabía si lo hacía por bondad, compasión o simplemente venganza por ese par que lo trataron mal, pero en fin, estábamos escapando ilesos o al menos algo así.

Comenzamos a atravesar el descampado, que era perfecto para escabullirse ya que los montículo de basura y maleza nos ocultaban de la vista de Armando y Felipe que continuaban a los balazos. Nos sumergimos en la espesura del pequeño bosque mientras ramas filosas y malvadas no nos tenían piedad y nos rasguñaban la cara y desgarraban nuestra ropa, pasamos por una hondonada por donde pasaba un pequeño arroyo, en realidad era el desagüe de las fincas cuando regaban, lo atravesamos y caminamos casi corriendo un tramo más hasta que pude distinguir el azul metálico del auto de Eric, nos apoyamos en el capó resoplando del cansancio y vi que Emma sacó su celular y marcó no sé qué cosa.

Cinco minutos más tarde escuchamos la maleza tronar y resquebrajarse por un par de pisadas que venían a toda velocidad, aterrorizado y casi pálido de la impresión temí que fueran Felipe y Armando pero en realidad era Eric y Teófilo que venían casi sin sangre de lo rápido que habían corrido.

Los dolores que sentía eran cada vez más intensos, sentía punzadas en todo el cuerpo, la cabeza sentía que se me partía lentamente en dos y las costillas como si me apuñalaran una y otra vez, pero cuando veo a Eric corriendo hacía mí y me abraza llorando; sentir su tacto, sus caricias y su aroma fue el anestésico que necesitaba para no sentir más dolor. Volver a ver a Eric fue como si el alma me hubieran vuelto al cuerpo.

— ¡Vamos no hay tiempo que perder, pueden venir a por nosotros! —apremia Teófilo.

—Toma, maneja tú, yo iré con Ary —dijo Eric pasándole las llaves a su hermano.

Hugo subió en el asiento del copiloto mientras Emma, Eric y yo en el asiento trasero, entonces el auto arrancó rápidamente y nos alejamos lo más que pudimos del horrible lugar.

—Debemos llevarlo al hospital —articula Hugo mientras me miraba desde el asiento del copiloto.

—No... —replico con voz quejumbrosa. —Pedirán demasiadas explicaciones de lo sucedido y no quiero más problemas con Felipe.

—Tiene razón, de ese bastardo de mierda me encargaré yo personalmente —su voz estaba cargada de rabia. Nunca lo había escuchado así, tal vez sí, cuando se enteró de que Fancundo estudia conmigo en la facultad, pero esta vez era más frío y escalofriante.

—Llevemoslo a casa y llamemos al Dr Neira —dice Teófilo. Puso cambio y agarró velocidad.

Al llegar a la casa Sleimman, Teófilo tocó varios bocinazos para despertar a sus padres que ya estaban en casa, eran como las cuatro de la madrugada cuando llegamos, y funcionó porque inmediatamente se prendieron las luces de la habitación. Emma se apresuró a abrir la puerta principal mientras Eric y Teófilo me cargaban y Hugo los escoltaba. Allí fue cuando me dejaron en el sillón recostado, con la luz de la sala pude ver el estado de todos, la falda del vestido de Emma estaba rasgado, estaba despeinada y sus brazos y cuello estaban rasguñados, Hugo tenía hilillos colgados en las mangas y diferentes partes de su camisa así como también rajaduras en la tela, sus pies estaban cubierto de barro al igual que su pantalón y tenía rasguños en el rostro. Teófilo y Eric no estaban tan heridos pero sí estaban sucios y con algunos cortes en su ropa. Recuperaba y perdía la conciencia por momentos.

El lío fue cuando desde la escalera de madera, la señora Esmeralda prorrumpió un agudo grito de terror al ver a sus hijos, aunque pensé más bien que era por mi estado mientras el señor Ramiro solamente se congeló de la impresión, los dos bajaron rápidamente preguntando qué había pasado, escuché a la señora Esmeralda haciéndome preguntas, mientras el señor Ramiro llamaba al Dr Neira y Teófilo buscaba el botiquín de primeros auxilios. Sólo sentía la mano de Eric sobre la mía mientras me decía que todo iba a estar bien y un poco más calmado al saber que estaba en la casa Sleimman me di la oportunidad de relajarme hasta que me desvanecí y me sumergí en un profundo sueño.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora