Capítulo 16

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Luego de ese percance familiar el fin de semana pasó como un suspiro, y, por orden del doctor tendría que hacer reposo hasta el jueves, yo tenía que volver a casa o mis padres se darían cuenta de que algo andaba mal pero los padres de Eric no querían arriesgarse a que mi situación empeorara en el transcurso del viaje por lo que ellos decidieron inventar alguna excusa para que me quedara en la casa Sleimman hasta que estuviera mejor.

Eric por su parte quería permanecer en todo momento conmigo a tal punto de no querer asistir a la universidad esos tres días que debía reposar, lo cuál lo creí inaceptable y lo obligué a que fuera a clases o de lo contrario me iría, luego de horas de discusión aceptó de mala gana; pero no pasaba día que no llegara veloz como un rayo a la casa. La universidad quedaba a media hora de viaje desde la casa de Eric, sin embargo él llegaba en diez minutos y allí comenzaban las discusiones nuevamente ya que yo lo regañaba porque conducía como un lunático y si eso seguía así en cualquier momento se mataría.

Una tarde gris de martes me encontraba en mi habitación leyendo un poco cuando siento que golpeaban a la puerta.

— ¡Adelante! —grito ya que me habían prohibido moverme de la cama.

Era Sara que entraba con una charola con un juego de té de porcelana de aspecto muy fino.

— ¡Hola Ary! Espero no te moleste pero he venido a tomar el té contigo —dice amablemente mientras dejaba la charola en la mesa de noche.

— ¡Oh para nada! —respondo sonriendo amablemente viendo las delicias que también traía en pequeños platos y mi estómago comenzó a rugir.

— ¿Cómo va la recuperación? —pregunta pasándome una taza de humeante té.

—No tan rápido como desearía, ya me he hartado de estar todo el día en cama —respondo agobiado.

Ella pegaba pequeñas risitas.

— ¿Tu trabajo cómo va? —pregunto dandole un sorbo al té.

—Agotador —responde luego de darle un mordisco a un brownie de chocolate.

—El trabajo es salud —replico sonriendo, era algo que siempre decía mi padre.

—Entonces que trabajen los enfermos —responde casi al instante y ambos reímos por la ocurrente respuesta.

— ¿Cómo está Hugo? —pregunto.

—Bien, gracias a Dios, se encuentra en clases de guitarra en este momento —cuenta mientras sonríe.

— ¿Guillero y Felipe? —pregunté.

—Bien, supongo... ambos viajaron a Alemania, Guillermo tiene parientes allá. Es donde Felipe va a cumplir su exilio hasta que cambie.

Luego de un instante, el silencio invadió la habitación, al parecer nombrarlos le causó algún tipo de incomodidad, el rostro de Sara se volvió serio y me miraba fijamente, parecía que algo la comía por dentro ¿culpa? ¿vergüenza? ¿miedo? No lo supe con exactitud.

—Escucha Ary... hay algo que quiero decirte y que no he tenido el valor para haberlo hecho antes porque estaba muy avergonzada —dijo al fin con voz concisa. —Quiero pedirte disculpas por todo lo que pasó, no sabes como me avergüenza que algo tan horrible como aquello te haya pasado a ti y menos de la mano de mi hijo
¿Podrías disculparme?

Se notaba que estaba muy apenada. Yo la miraba con mucha atención.

—No...

Dije al fin luego de un momento. Sara al parecer se sorprendió por la respuesta porque su rostro transmitió una auténtica expresión de desconcierto.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora