Capítulo 7

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—Por cierto ¿Para qué quisiste que te acompañe hasta aquí?

—Para pasar tiempo de calidad contigo, con todo esto de la reunión y la noticia no hemos tenido tiempo a solas.

Entonces lentamente me giró, dándole la espalda al escritorio para que lo mirara, sus ojos celestes estaban encendidos, sus pómulos estaban sonrosados, lentamente acercó su boca a la mía y me dio un apasionado beso, sus aterciopelados labios rozaban los míos mientras un gemido se escapaba por parte de ambos. Lentamente me guió a la cama, me recostó muy suavemente y volvió a besarme, esta vez los besos fueron más desaforados mientras nuestras manos recorrían el cuerpo del otro, claro que a mí me faltaba manos y brazos para recorrer el cuerpo nervudo de Eric pero eso era lo que más me enloquecía, recorrer cada músculo de su piel suave como si fuera un mapa que esperaba que descubrieran sus caminos, sus secretos y sus lugares maravillosos.

Cada caricia encendía más a Eric y lo notaba porque besaba mi cuello con más pasión, entonces lo vi incorporarse apenas para sacarse la remera, yo por mi parte me incorporé también para que me quitara mi remera pero esta vez me dejó estar encima suyo. Contemplé cada detalle de su cuerpo escultural: sus ojos como dos zafiros en bruto que brillaban casi con luz propia, sus pómulos abochornados, su boca entreabierta por donde se escapaba su aliento agitado.

Acaricié su mejilla izquierda mientras cerraba sus ojos y fui recorriendo con mis dedos su tersa piel lechosa, pasando por su cuello donde bailaba una nerviosa y enorme nuez de Adam, su pecho que subía y bajaba rápidamente con su respiración alterada, notaba como su piel se erizaba conforme pasaba mi dedo por sus abdominales tan perfectamente marcados hasta llegar al hilillo de vellos rojo fuego que se perdían en su pantalón.

— ¡No aguanto más! —exclamó agitado y se irigió para pasar sus enormes brazos por mi cintura y recorrer mi espalda al mismo tiempo que me besaba nuevamente.

Fue en ese momento cuando comenzó a desabrochar el cinturón de mi pantalón y tocaron a la puerta de su habitación. Los dos nos miramos sin saber qué hacer, con culpa por no responder pero a la vez implorando que se fueran para poder continuar con aquello que estaban llevando a cabo. Yo me bajé de encima suyo y se recosté a su lado.

Insistieron con el golpeteo en la puerta, Eric gruñó como un perro rabioso, se levantó y fue hasta la puerta. Era Teófilo.

— ¿Qué quieres Teo? —pregunta irritado Eric.

Al parecer notó su sonrojamiento y su hombría activa.

— ¡Cielos! Espero que eso no sea producto de haberme visto —dijo Teófilo en tono gracioso.

—Estoy ocupado, Teo...

—Lo siento pero necesito un favor de Ary —explica.

—¿De Ary? —al escuchar aquello yo me levanté de la cama y me acerqué a la puerta mientras me colocaba la remera.

— ¿Qué sucede? —pregunto.

—Necesito hablar contigo, en privado...

—Pero estábamos en...

—¡Ya vuelvo! —intuía que podía estar relacionado con Emma por lo que me decido a ir.

Fuimos a la biblioteca de la casa, allí habían algunas mesas y sillas, al igual que cientos de libros antiguos con las más hermosas decoraciones y encuadernados. La sala estaba en penumbras.

— ¿Qué sucede? —pregunté.

—Emma me contó lo sucedido con Felipe —dijo sin miramientos.

—Le dije que lo mantuviera en secreto —respondo molesto.

—No te preocupes, no les diré nada ni a mis padres, ni a Eric. Es lógico que Emma haya estado preocupada, nuestro sobrino no es muy buena influencia y sabemos que ha cometido un par de crímenes, lo que no sé es por qué razón se enzañó contigo —ahí fue cuando entendí que Emma sólo le había contado fragmentos de lo que había pasado.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora