Capítulo 14

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Cuando llegamos a la planta baja, el sonido se intensificó, había llegado Teófilo junto a Felipe, desde las ventana de la cocina pudimos ver un montón de formas que se movían de un lado al otro y cosas que caían al piso, como las macetas de plantas de la señora Sleimman, la cerámica  de la que estaban hecha estalló en mil pedazos y se desperdigaron en varias partes del patio, acto seguido se empezó a escuchar gritos (en especial de Dora) y salimos asustados afuera. Era Eric que estaba peleando con Felipe.

Guillermo había entrado luego al patio pero venía corriendo con intenciones de ayudar a su hijo.

—¡Tu no te metas o te las verás conmigo! —amenazó Teófilo y este se quedó quieto sin inmutarse, estaba pálido del terror.

Si antes, Guillermo pensaba que los Sleimman eran amables y bondadosos, era porque nunca se habían metido con un miembro de la familia. Ahora se notaba que estaba asustado y no quiso mediar palabra alguna para detener la pelea.

Tanto Eric como Felipe eran de contextura física similares por lo que la pelea estaba un tanto equilibrada, cada uno largaba puñetazos sin parar, vi como su sobrino le sangraba el pómulo donde se le había reventado la piel y salía hilos de sangre, mientras Felipe lanzaba piñas a sus costillas. Me sorprendía la capacidad de aguante que poseía Mole, tanto así que ni siquiera se inmiscuía de ellas. Nunca lo había visto tan enojado, parecía implacable y no quise entrometerme por mi condición pero ciertamente me desesperaba verlo así de transformado, no lo reconocía y tenía miedo que perdiera el control.

Los nervios se apoderaron de mí mientras me temblaban las manos, me agarré fuertemente de Emma mientras ella gritaba que parara la pelea y se aferraba aun más a mí.

La pelea continuaba, vi como Felipe cayó al piso y le tiraba la tierra de las macetas y los mismo pedazos de cerámica a la cara a Eric mientras mi amado continuaba avanzando, al parecer el sobrino de Mole sentía que iba perdiendo la batalla e intentaba defenderse de una manera más cobarde; para su infortunio se le acabó todo lo que había a su alrededor para seguirle arrojando, entonces Eric lo agarra de la remera y continuaba golpeandolo en el suelo, Teófilo quiso detenerlo pero éste lo empujó, se había cegado de ira y parecía un perro encarnizado.

Quise intervenir, y con ayuda de Emma bajamos los escalones mientras ella, Teo y yo le gritamos que parara o lo mataría, después de todo Felipe parecía ya inconsciente.

— ¡Eric basta! —grité lo más fuerte que pude, tanto así que sentí como si mi garganta se fuera a rajar.

Fue cuando la puerta del garage se abre y entra corriendo Ramiro junto a Esmeralda: él rápidamente fue a ayudar a Teo para quitarle de encima a Mole, mientras que la señora Esmeralda se puso a nuestro lado y gritaba horrorizada por la escena. Minutos después entró Sara y al ver a sus hijos en ese estado casi le dio un infarto.

— ¡¿Qué les pasa?! —gritó enfurecido Ramiro. — ¡¿Por qué mierda estaban peleando?!

Ni Felipe que estaba sentado en una reposera (todavía estaba aturdido de los golpes), ni Eric respondieron nada, sólo resoplaban del cansancio.

— ¿Tú por qué no hiciste nada Guillermo? —inquiere escandalizada Sara.

— ¡¿Qué se creen que es esto, un ring de kickboxing?! —inquiere indignada Esmeralda. — ¿Se creen cavernícolas para pelear como animales?

— ¿Qué te pasó Hugo? —preguntó Sara luego de reparar que también estaba magullado.

—Me golpearon...

— ¿Quién? —pregunta preocupada Sara. Hugo guardó silencio. — ¡Hugo, responde!

—Felipe —dijo en un hilo de voz.

Sara quedó estática de la impresión, al parecer no esperaba tal respuesta, Esmeralda emitió un sonido de impresión mientras se tapaba la boca con sus manos.

A decir verdad, la contextura de Felipe y Hugo eran totalmente diferentes, éste último era escuálido y larguirucho a comparación de lo musculoso y tosco que es su hermano.

— ¿Por qué hiciste eso, Fely y qué andabas haciendo tu que no viste que casi lo mató? —preguntó acalorada Sara.

Ambos se quedaron en silencio, abrían la boca para decir palabra alguna pero nada salía, sólo tenían cara de imbéciles como si hubieran visto algo particularmente inusual.

—Cuéntale tu secretito, querido sobrino... —dijo Eric con asco. Sara volteó a mirarlo.

— ¿Qué secreto? —preguntó al fin Sara. Felipe no dijo nada. — ¡¿Habla ya?!

Sara estaba histérica.

—Cuéntale del intento de abuso sexual que quisiste cometer con Emma el año pasado, o el secuestro e intento de asesinato que quisiste cometer con Ary el viernes a la noche, o mejor aún como intentaste vender la virginidad de mi hermana como si fuera un pedazo de carne para ti...

Esmeralda, Ramiro y Sara se quedaron boquiabiertos de la impresión, no podían conciliar lo que escuchaban.

— ...cómo intentabas hacer negocios turbios con Jonathan Dubois y obtener poder y riqueza vendiendo drogas y armas ilegales. Pero mejor aún, cuéntale cómo tu padre sabía todo esto y jamás le puso un alto —volvió a decir Eric su voz era fría y temible, sus ojos se volvieron celestes acerado y las manchas de sangre en su rostro le daban un aspecto espeluznante.

— ¿Es cierto eso, Guille? ¿Sabías todo esto y nunca me lo contaste? —estaba consternada y los ojos se le pusieron vidriosos.

— ¡Claro que no! ¿Cómo voy a saberlo y no voy a hacer nada? —exclamó negando todo.

— ¡Es cierto! —dije al fin. —Felipe me lo dijo cuando me llevó a ese viejo galpón. Guillermo siempre supo todo y lo apoyó.

—Todo es verdad, Felipe me golpeó porque se enteró que ayudé a Eric a rescatar a Ary, porque además robé armas que tiene escondidas en un baúl en el ático de nuestra casa; me pegó delante de papá y nunca movió un dedo para detenerlo —replica Hugo.

— ¡Hugo! —exclamó Guillermo.

— ¡No papá! Me cansé de tu indiferencia, de tu falta de cariño, de tu imbecilidad —espeta con voz trémula. — ¿Por qué no eres más hombre, como me decías a mí y lo admites, admites que siempre viste a la familia Sleimman como una molestia, como una familia débil y sin carácter? Eres patético, siempre envidiaste esta familia, porque tiene lo que tu no tienes y nunca tendrás ni a base de golpizas: lealtad.

Guillermo enfurecido se acercaba para golpear a Hugo, pero Sara se interpuso, éste sin embargo levantó la mano, al parecer la golpearía a ella también. Allí todos los miembros de la familia intervinieron. Ramiro empujó a Guillermo y éste cayó de bruces al piso.

—Golpeas a mi hija y yo mismo me encargaré de que nos vuelvas a ver la luz del día, maldito hijo de perra —dijo úrico el señor Sleimman, entendí de dónde había heredado el carácter Eric.

—Quiero el divorcio —dice dolida Sara. —Y si todavía te queda algo de respeto por nuestra familia y amor por tus hijos, quiero que saques a Felipe del país y que no vuelva por mucho tiempo, de lo contrario yo misma me encargaré de denunciarlo y llevarlo a la cárcel.

—Mamá... —dijo Felipe como un niño al que se le voló su globo.

—No me digas mamá, me avergüenzas. Tu no eres el hijo que yo crié —dijo tan fría como el hielo. —Te irás y no volverás hasta que cambies.

—Dora, ayude a Hugo y acompañelo a su habitación, hoy se quedarán aquí —dijo Esmeralda. Ella asintió.

—Vete, y espero nunca más ver tu miserable cara —Ramiro echó a Guillermo quién ayudaba a Felipe caminar.

Sara había entrando a la casa llorando, no miró a nadie, solamente se limitó a entrar como bala a la sala una vez que Felipe y Guillermo se fueron de la casa Sleimman.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora