Capítulo 5

17 1 0
                                    

Habían pasado unas horas en lo que estaba listo el asado y ayudábamos a colocar los platos, cubiertos y ensaladas en la mesa. Para ese entonces ya había llegado Teófilo, el hermano de Eric junto a su abuela Margarita. Teófilo era pelirrojo de un anaranjado zanahoria, sus ojos eran azules intenso y al igual que Eric poseía una contextura musculosa. Era con el hermano que mejor se llevaba Mole ya que tenía tres años más que él, eran casi como mejores amigos y sabía que se contaban casi todo lo que les pasaba. La abuela Margarita era una anciana de ochenta años algo encorvada, con pelo canoso y corto, ojos verdes y gruesos anteojos, se ayudaba de un bastón para caminar. Se sienta al lado de su nieta Emma y ambas hablaban.

Tiempo después llegó Guillermo Strauss, un hombre de presencia imponente, calvo, de ojos marrones en la que portaban una mirada altaneta, y mandíbula fuerte, andaba trajeado, es el esposo de Sara y según tenía entendido es ejecutivo en una corporación de productos alimenticios, él venía acompañado de sus dos hijos: Felipe era muy parecido a su padre, mientras que Hugo había sacado la genética su madre (ambos rondaban la edad de Emma). Felipe venía con su ropa deportiva [practicaba rugby] mientras que el otro venía con una guitarra.

Tanto Guillermo como Felipe no se llevaban bien con Eric, pues ambos poseían una mentalidad machista y homófobica pero lo respetaban por estar en casa ajena. Aunque sé que cada vez que hacen una fiesta evitan invitarlo si no es por obligación. Y ciertamente me miraban con expresión desdeñosa y poco amable.

—De haber sabido que venía tu cuñado y tu sobrino habría preferido no venir —le digo al oído.

—Tranquilo, si te dicen algo sabes que no tengo problema en decile un par de verdades que tengo guardadas —me abrazaba delante de ellos a propósito mientras notaba sus expresiones asqueadas.

— ¿No es hermoso? Ver sus expresiones de repugnancia y repudio, sobre todo cuando Sara los obligó a venir —portaba satisfacción en su voz.

—Debe ser una reunión importante la de hoy para que hayan citado a toda tu familia...

—"...nuestra familia" —recalca Eric.

—Guillermo y Felipe no piensan igual...

— ¿Quieres dejar de lado a ese par de cavernícolas de mente pequeña? A la mierda con sus opiniones. Yo amo a quien quiera, si yo no interfiero en su matrimonio con mi hermana, tampoco él tiene derecho de interferir con quiénes salgo. No le debo nada a nadie, mucho menos a ese soquete trajeado —replica acalorado.

— ¿Cómo que "con quienes salgo"? —pregunto levantando una ceja.

Eric hace un sonido con su lengua y luego suspira, me mira, se notaba que se contenía para no sonreír

—Te lo iba a decir... tengo dos novios más, y los amo a todos con la misma intensidad que te amo a ti.

Ponía esa sonrisa sexy que tanto me encantaba, sabía que estaba bromeando.

— ¿Le dices a ellos cavernícolas pero tu te crees el sultán teniendo un harén?

—Un harén de jovencitos sexys... ¡tentador!
—masculla mientras me guiñaba un ojo.

— ¡Seguro! Preguntemosle a la abuela Margarita qué piensa sobre la bigamia —señalaba a la anciana que hablaba con Emma plácidamente.

—La bigamia es como tal si estoy casado con más de dos a la vez y no lo estoy... pero si accedieras a casarte conmigo podría dejar a los otros —responde con cierta suficiencia en su voz.

—Podría dejar a los otros... —repito con énfasis.

—Esta bien... los dejo definitivamente, sólo me apena romper sus pobres corazones —decía dramatizando pena.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora