Capítulo 17

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Luego de la casi semana de reposo, el Dr Neira volvió a casa de los Sleimman y se sorprendió por mi rápida recuperación, al parecer venía con intenciones de dejarme unas semanas más de reposo pero al verme en perfecto estado no le quedó más remedio que decir: "Este muchacho tiene una voluntad de acero", pero más que voluntad pensaba que en realidad tenía algo más valioso y mucho más potente: el amor de Eric, ese amor puro que me cuidaba todas las noches, ese amor que se quedaba a un lado mío hasta que me durmiera, aunque estuviese en la habitación de al lado, pero él siempre se quedaba hasta tarde, velando por mí hasta que me durmiera, con algo así no había nada más potente que me diera la suficiente energía motora para seguir adelante con más fuerza que nunca.

Lo amo como nunca amé a nadie y aunque nunca se lo admitiera, pensaba lo mismo: me había vuelto dependiente de él, de sus cuidados, sus caricias, besos y abrazos. Podía tener un día horrible sin embargo verlo a él reiniciaba mi vida; consideraba que esa pieza única e insustituible que decía que era yo para él, también lo era para mí, nos acoplamos tan bien el uno del otro que el día que me falte, nada sería lo mismo, absolutamente NADA y todas las noches ruego que nunca me falte.

Había llegado el día lunes y Eric me había ido a buscar a mi casa para que fuéramos juntos a la universidad, al llegar el día fue tan común como cualquier otro, nada fuera de lo normal, por mi parte en el curso jamás crucé mirada con Facundo, es más, comencé a creer que él hacía como si no existiera y me alegraba por ello aunque sentía que debía darle las gracias por habernos ayudado; más a mi favor, creí conveniente no hacerlo y decidí olvidarlo. Unas horas más tarde me encontraba en el baño de la facultad y cuando estuve a punto de salir choqué con Facundo, yo por mi parte no lo había mirado, solamente me disculpé como haría con cualquier individuo.

— ¿Por qué no te fijas por donde caminas o es que acaso los golpes te dejaron medio down? —articula con desdén.

Lo miro por primera vez notando que portaba cierta satisfacción por la atrocidad que dijo.

—Primero: no me parece gracioso que te burles de la gente con síndrome de down, ya de por sí son gente con MUCHO mayor intelecto que el tuyo y, segundo: tampoco me da gracia que te mofes de lo que me ocurrió, eso demuestra la calidad de persona que eres.

—Al parecer no te dieron suficiente porque sigo viendo que eres el mismo bocón de siempre... esos chiquillos seguro ni golpear sabían ¿Cómo cuando yo lo hacía ni una palabra articulabas?

—Eso era porque era un chiquillo idiota que se callaba todo en ese entonces, pero he cambiado, a diferencia de ti que sigues sin evolucionar —replico sin demostrarle miedo.

—No sabes las ganas que tenías de implicarme y darte unos cuantos golpes —dijo con cierto deseo en su voz.

—Pues lo hubieras hecho, nadie te lo impidió, imbécil —la sien me latía de la rabia.

— ¿Y que me denunciaras por intento de asesinato? ¡No soy idiota! —espeta.

— ¿Entonces por qué dejaste que escapara? —pregunté mirándolo fijamente sin titubear.

—No lo hice por ti, si es lo que sugieres —dice sin expresión alguna con un gesto de su mano como si ahuyentara moscas.

— ¿Entonces? —pregunto.

—Lo hice porque sabía que si lo hacía, esos chiquillos me iban a dejar como un héroe delante del  bueno para nada de tu novio —explica. —Lo cual es bueno para mí, porque en caso de que tu le dijeras sobre la orden de restricción, esto me da la ventaja de que deje de vigilarme y estar pendiente tuyo en todo momento y...

— ¿...poder asesinarme? —interrumpo terminando la oración.

—No es mala idea —expresa pensativo.

— ¿Cómo estás tan seguro de que yo le he dicho algo a él? —pregunto.

—Lo has hecho —dice con cierta satisfacción en su voz. —El lunes vino a mí y me agradeció por haber contribuido en tu escape, que esto en cierto modo, compensaba todo el mal que te hice en el pasado.

Yo me quedé estático, no podía creer lo que escuchaba. Él por su parte mostraba cierto desdén y asco en sus expresiones.

—Además dijo, que tenías razón...

Esas palabras me sacaron de mi ensimismamiento.

— ¿En qué tenía razón? —pregunté confundido.

—En que todos merecen una segunda oportunidad, aún monstruos como yo —parecía que le complacía recitar las palabras de Eric. — ¿Aún crees que lo merezco?

Parecía divertido con la situación.

—Sé que eres más que solo homofobia y violencia, aunque no me guste admitirlo, lo vi esa noche. También eres luz, aunque sea mayor el veneno de la oscuridad que lo corrompe todo —replico.

Me miró sin comprender.

— ¿A qué te refieres?

—Cuando me miraste a los ojos esa noche, vi en los tuyos compasión y bondad —explico. —Los ojos son las ventanas del alma, nunca mienten.

Por primera vez vi que Facundo se quedó sin palabras, al parecer no sabía qué responder a mi afirmación, aparentemente lo había atrapado.

—No sabes nada, Robledo —dijo con desdén intentado acercarse.

De repente la puerta del baño se abre y aparece Eric con su melena rojo fuego alborotada por el viento otoñal y sus ojos celestes llevaban una evidente expresión de sorpresa al vernos solos en el baño.

—Amor, te estaba buscando en todos lados, me preocupé —dijo agitado mientras me abrazó.

Amaba las muestras de afecto de Eric, más porque en ese momento Facundo tenía una evidente mueca de asco en su rostro.

—Estoy bien, Mole —digo relajado.

Eric me miró fijamente con esa ternura infinita que sólo él poseía mientras me acariciaba el rostro sin darle importancia a Facundo, o al menos, ignorando su presencia.  Pero repara en su persona cuando éste carraspeó.

—Amor, entiendo que pienses que ha cambiado o al menos eso aparenta, pero prefiero que no te quedes a solas con él, no es por ser intenso, es solo que me preocupa tu seguridad —dice sin importarle si Facundo escuchaba o no. —No tengo nada en tu contra, al menos no lo tendré si no lastimas a mi novio.

Dijo Eric mientras le hablaba a Facundo.

— ¡Oh descuida! —dijo con tono neutro pero sus ojos largaban chispas de furia.

— ¡Genial! —exclama Eric guiñándole un ojo. —Ven, vamos amor, hay alguien que quiero presentarte.

Me agarró de la mano y me llevaba hacia la salida pero antes de irnos, me detengo, miro a Facundo que tenía la sien palpitante de furia.

—Gracias —dije en tono neutro.

Entonces vi como su expresión de furia se transformó en una de sorpresa, al parecer no supo qué responder porque movía su boca pero no salían palabras alguna. Entonces Eric me llevó fuera del sitio.

—Eres la persona más bondadosa que conozco, Ary —dijo sonriendo de una forma muy tierna y seductora.

—Sentía que le debía agradecer, aún cuando lo que hizo, lo haya hecho por venganza hacia Felipe y Armando —expresé pensativo.

—Aún así, amo tu bondad y tu capacidad divina de perdonar, ojalá todos tuviéramos ese don —replica. —El mundo sería tan diferente...

Suspiró. Y yo lo besé tiernamente en los labios mientras nos dirigíamos hacia el parque norte del campus universitario.

Lazos del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora