Cada seis años... (+18)

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                La respiración era agitada. Ambos jadeaban, buscando chocar sus cuerpos con más intensidad, llegando al éxtasis. Sus manos exploraban el cuerpo del otro, tocando cada milímetro de dulce piel, que se fundía entre los gemidos y el sudor que los envolvía. Las manos de Hermione se hundían en el cabello de Ron. El pelirrojo devoraba el cuello delicado de la chica, desatando su locura hasta el infinito. Sus caderas se movían acompasadamente, buscando más roce. Aún no estaban listos.

Se deslizaban por las sábanas de su cama, en medio de la noche. Hermione rompió el apasionado beso en el que se habían enfrascado minutos antes. Miró a los ojos de Ron. Un brillo especial, algo que había echado de menos durante los últimos seis años. Ron acarició el vientre de su mujer, suavemente, con fuego en las manos. Las yemas de sus dedos hacían temblar y tensar la suave piel de Hermione. A medida que subía la mano de Ron, Hermione cerraba sus ojos, sintiendo cómo las descargas eléctricas sacudían su cuerpo. La mano de su marido llegó hasta sus pechos, esos que había observado durante tantas tardes de verano en sus escuetos bañadores que lo volvían loco. Las manos de Hermione repasaban la espalda de Ron, hasta subir de nuevo a su cuello. En un impulso, al notar la excitación de las caricias de Ron, se lanzó a su cuello, probándolo sin saciarse.

El pelirrojo no podía detenerse bajo ninguna circunstancia. Se sentía realmente completo, sintiendo que Hermione, ya no era Hermione: la Hermione que había sido durante los últimos seis años. Echaba de menos hacerla brillar como esa noche, sentir que su cuerpo se moldeaba a sus manos, sentir que era completamente suya, en el más extenso sentido de la palabra. Adoraba probar su piel, sentir cómo se tensaba cuando sentía los labios del pelirrojo bajar por su vientre. Hermione enredó de nuevo sus delgados dedos en los cabellos color fuego. Apoyó con más fuerza su cabeza contra la almohada, sonriendo inconscientemente entre sus gemidos suplicantes. Sentía cómo si en su cabeza hubiese un líquido que hacía disolver todos los pensamientos, toda razón, toda preocupación, tan solo existía la idea de tener a Ron de nuevo en su candidez y en su clímax. Como hacía seis años.

Ron sentía como su cuerpo reaccionaba al escuchar a su mujer. Ella gritaba su nombre, o lo susurraba llena de placer. Sentía cómo toda la sangre de su cuerpo se dirigía a un punto en concreto, donde al final de la noche, desataría su furia. Aún tenían la ropa interior, pero disfrutaban con el roce que esta producía. La boca del pelirrojo disfrutaba dando besos por el borde del sujetador. Con una mano en el trasero de Hermione y otra en su cuello, consiguió hacerla girar hasta que quedase sobre él. Ella sonrió, al ver realizada la maniobra. La mano de Ron que estaba en el cuello de la mujer se dirigió a su rostro, acariciándolo mientras envolvía sus labios en un romántico beso que se tornó en salvaje y pasional. Ella pasó su mano por el cabello del pelirrojo. Abrió sus piernas, para acomodarse sobre el abdomen de su marido, y se irguió.

-¿Ocurre algo Hermione?

-No... es solo... que necesito aire...

-Mmm...

-Me dejas sin aire, Ronnie...

Entre jadeos, casi susurraban. Sonrieron, sobretodo Hermione al sentir las manos de Ron que acariciaba sus piernas. Como una fiera, se lanzó de nuevo a por él, extasiada y sin cordura. Sin duda, esa noche sería suya a como se diese ocasión. Una batalla entre sus bocas se desataba para conseguir el control. Ron sentía que se quedaba sin sangre en el cuerpo, su cabeza cada vez estaba más vacía, tan solo recibía información de lo que sentía en su bajo vientre y en sus oídos. Aunque se lo había repetido mil veces, él seguía pensando que el cabello de Hermione, tan indomable, era el más sexy. Le encantaba desmelenarla, revolver su pelo, especialmente en situaciones como esa, cuando hacían el amor.

En sus primeros años de adolescentes, eran incapaces de estar juntos más de hora y media sin terminar besándose. Fue una época difícil, con Molly vigilándolos siempre. Pero finalmente, siempre se salían con la suya. Su primera vez, había sido gracias a George. Él les había dejado su apartamento, para por fin entregarse uno al otro. Y aunque su primera vez había sido romántica y con mucho cuidado, con los años, la práctica los llevó a límites de locura y pasión insospechadas. Tanto, que tras su boda, las muestras de cariño en público eran casi constantes. Ron respondía animado a su madre de que ya no podía retenerlos. Y así fue. Fueron años fogosos, sin duda. Su vida sexual era realmente intensa... hasta que tuvieron a su primera hija: Rose... hacía ya seis años.

Hermione movía sus caderas, necesitaba sentir a Ron completamente dentro. Añoraba esa sensación de plenitud, de placer, de éxtasis, de emoción, de lujuria. Ser una Hermione salvaje, deseosa de sentirse la dueña del mundo. Y su mundo era Ronald Weasley. No podía controlar los gemidos que escapaban de su boca, eran completamente indomables, como su cabello. Su mano alcanzó el bajo vientre de su cuerpo, donde su intimidad rozaba la de Ron.

-Te necesito... ya...

Cerró los ojos. Hermione estaba suplicando y él no era quién para hacerse rogar. La atrajo a su pecho, devorando su boca de fresa una vez más. Repitió la maniobra anterior, y volvieron a girar en su cama. Ahora él tenía el control. Apoyó sus manos en el colchón, y se detuvo unos segundos a admirarla. Ella era todo. Ella era fuego, era pasión, era amor y ternura. Ella había cuidado de él tantas veces, ella había sacrificado su salud durante nueve meses, incluso cuando la muerte había llamado a su puerta para llevársela a ella y a su hija, pero Hermione aguantó el tipo. Y allí estaba, la mujer de su vida. Y era mejor que la mujer de sus sueños... porque ella era real. Sus manos, dulce y rápidamente, se deshicieron de la última prenda de la que disponía la castaña. También se desprendió de su ropa, él tampoco podía esperar. Sin más palabra, Hermione abrió sus piernas ligeramente. Los dedos de Ron repasaban sus piernas, haciendo estremecer a la chica.

Aunque aún no había entrado, Hermione ya sentía el fervor que creía haber perdido. El pelirrojo se preparó para el momento triunfal. Hermione lanzó un grito. Un grito que Ron, después de mucho tiempo, supo descifrar como un grito de placer. Ella apretó sus dedos en la espalda del pelirrojo. Él disfrutaba con la sensación, era como una bienvenida para él. Se deslizaba sin dificultad, ya no había ese miedo adolescente de hacerse daño: Ron jamás le habría hecho daño a la mujer que amaba. El vaivén comenzó a acelerar a medida que Hermione curvaba su cuerpo para sentir más plenamente todo ese torbellino de placer. Sus piernas se enlazaban en el cuerpo de su marido, el cual, con sus manos, sujetaba el cuerpo de la mujer, que entraba en un estado de locura. Ron no se detenía, no podría aunque quisiese. Besó el camino que se abría entre los pechos de Hermione, entrando él también en esa locura compartida, en ese clímax de pasión.

-Más rápido... Ron... más rápido...

No escuchó nada. Su cabeza estaba atorada. Pero su cuerpo sabía que tenía que aumentar la velocidad. Sujetó a Hermione con más ganas, y ella dobló más sus piernas encaramadas en la espalda de él. Los dedos de Hermione se enredaban en el cabello del pelirrojo. Estaba en el purgatorio de Dante, en el cielo, en el mejor de los lugares. Hermione gritaba, gemía, jadeaba, hacía escuchar a todo curioso que ella estaba siendo la mujer más afortunada en esos momentos. Pero ni ella misma se conseguía escuchar.

Un suspiro ahogado llenó su habitación. Ron ya había tenido su orgasmo, pero Hermione aún estaba en trance. El pelirrojo hizo el esfuerzo de no detenerse, Hermione se merecía el mejor orgasmo de su vida. Y lo consiguió. Minutos después, Hermione Weasley recobró el sentido, volvió a ser la Hermione de siempre. Con la respiración agitada, sentía a Ron tumbado sobre su pecho. Sonrió. Esa noche había sido mágica. Acarició suavemente el cabello de su pelirrojo.

-¿Sabes Ron?... Creo que Harry y Ginny deberían encargarse más a menudo de su ahijada...

-Lo sé, amor, lo sé... créeme que no volveré a esperar otros seis años...

-Han sido largos...

-Torturados...

-Pero hermosos

-A tu lado, siempre

-Si... menos mal que a tu hija le gustó la idea de ir al zoo

-Lo sé... ya sabemos quienes serán su canguro a partir de ahora...

-Oh sí... 

Lemmon parade: Ron and Hermione's loves storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora