Es mi chica.

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21 días. 21 largos días donde el aire se cortaba cada vez que cruzaba sus pulmones y la luz profundizaba en sus ojos azules que ya no querían ver el mundo en el que estaba condenado a vivir. Habían pasado 21 días desde que la noticia había saltado en su vida, desde que los relojes se habían detenido para atormentarle durante el resto de su existencia. Ya no estaba con él, se había ido y no tenía forma de recuperarla. «Nos vemos esta noche, rey»... pero el encuentro nunca llegó. Desapareció de su vida como el más triste de los recuerdos, como el instante fugaz en el que todas las alegrías y las emociones se convertían, se retiró de su existencia. 

  —¿Papá?— escuchó una voz que le llamaba, con dulzura— Papá... es hora de levantarse

No necesitaba levantar la vista pues sabía perfectamente quien era. Rose estaba al mando desde hacía tres semanas, desde hacía 21 días ella mandaba en aquella triste y solitaria casa, donde todo estaba descompuesto y terriblemente desintegrado. Hugo estaba con ella, pero el pequeño pelirrojo era más temeroso, más precavido con la situación y lo que podría surgir de ésta.

  —Papi, buenos días...— se acercó la pelirroja, agachándose junto a su padre, pasando una mano por su rostro y apartando el cabello de su frente— Buenos días, papá lindo

Ronald había percibido que todo el afecto reservado que su hija había mantenido toda su vida se había desbordado en esas semanas, donde parecía que todo el amor del mundo solo existía para él. Pero sabía que solo era una imagen, una proyección de lo que él necesitaba, de lo que en realidad él deseaba. Su hijo menor también se acercó, despacio, imitando a su hermana mayor y suspirando, pues para ningún hijo es fácil ver a su padre destruído completamente hasta el punto de no poder levantarse de cama. 

  —Vamos, papá... hoy es el día— sentenció Hugo

Lo había pospuesto durante tanto tiempo que ya creía haber ganado la batalla, que nunca llegaría a tomar esa decisión de limpiar y sacar a Hermione definitivamente de su vida. Pero él sabía que era algo que nunca llegaría realmente a suceder nunca: ella se quedaría en su mente y en su corazón, no importaba lo lejos que se hubiese marchado. Con todo el pesar del mundo, el pelirrojo se levantó de la cama, fue ayudado por sus hijos para caminar hasta el baño y allí, dispensó todo el tiempo del mundo para ducharse, para asearse (aunque no se afeitó, como su querida madre le había propuesto al menos un millón de veces) y se cambió de ropa para ir a desayunar con sus pequeños. La cocina era un lugar totalmente desconocido sin los cantos de su mujer, sin su pasión ferviente por hacer el desayuno para todos, tomarse su tiempo para alimentar a los pequeños Weasley y después, disfrutar de unos minutos a solas con su marido, solo ellos dos mirándose como si fuese la primera vez y deseándose un buen día en el trabajo. Incluso mejor cuando los niños estaban en Hogwarts, a partir del mes de Septiembre. Y el mes de Septiembre había cruzado las fronteras del calendario... 19 días ya. 

 —¿Crees que deberíamos mencionarla?— susurró Hugo a su hermana en el oído, mirando a su padre de reojo mientras ayudaba a Rose a preparar tostadas

 —No sé como puede tomárselo...— respondió la mayor, suspirando— Pero nosotros también la echamos de menos desde que se fue... 

Sin embargo, Ron podía oír perfectamente las inquietudes de sus hijos, sabía que estaban preocupados por él y que no querían mencionar a Hermione por temor a cómo podría reaccionar. 

 —Era su cumpleaños, hoy. He vivido este día durante más de 15 años... podéis hablar de ella, es vuestra madre, no tenéis que vetarla por mi culpa— gruñó el pelirrojo mayor— Sé que no soy el único que la echa de menos... Incluso si es por mi culpa que no esté

Lemmon parade: Ron and Hermione's loves storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora