Caminé pisando el verde mojado del campo. Mis zapatos brillaban con su color negro, con las gotas de lluvia que había inundado el campo la noche anterior. Una noche que para ella seguramente había sido una de las peores de su vida. Probablemente.
Miraba de lejos a la gente, gente que me saludaba, gente que conocía hacía cerca de quince años. Algunos me reconocían, otros tenían una lejana idea, un vago recuerdo de quién era yo, o de quién podría ser. Y nadie sabía el verdadero motivo de porqué yo estaba allí. Por segundos, yo tampoco lo sabía. Todos se reunieron en torno a ella. Mi mejor amigo la acompañó, mi cuñada y mi hermana también. Hasta Cho estaba allí, en nombre de Cedric. Todos estaban allí para decirle adiós. Adiós para siempre.
Y una vez más, sin poder evitarlo, la miré a ella. Necesitaba cogerla en mis brazos, una vez más. Nunca la habría imaginado tan hermosa, jamás. Necesitaba escuchar sus risas, hacerla girar en el aire, arroparla por las noches, protegerla, dejarle dormir conmigo, escucharle decir "Te quiero". Lo necesitaba, tanto como el aire, tal como lo había necesitado en los últimos años, en los que las había perdido. Pero miré al suelo. Las lágrimas volvían a mis ojos al recordar que ya no eran mías, que jamás seríamos una familia.
Y el cura comenzó a oficiar, acercándose al ataúd decorado con miles de flores, bandas y cintas con nombres de amigos que le echarían de menos. Yo me mantuve al margen, lejos de aquella parafernalia familiar, aquella escena que durante años había soñado que ocurriese tal y como veían mis ojos, pero que en ese momento sentía que era algo surreal y extremo. Hermione lloraba, tenía los ojos rojos. Pensé que en los últimos años, siempre la había visto llorar. Pero no quería que me viese, a pesar de que mis ganas de consolarla eran superiores a mi espíritu, de abrazarla y hacer que fuese mía de nuevo. En realidad, no estaba allí por ella.
Era cierto, yo era el primer culpable de haberla perdido. La hice esperar, esperar mucho tiempo, y ella se había hartado de mí. Pero cuando ya había encontrado la solución, ella decidió. Y le había escogido a él. Y no tenía nada que hacer, o eso era lo lógico, porque su conciencia la torturaba, sabía que había elegido mal, sabía que me había roto el corazón, y no era para menos. Y aquella noche, hacía ya cinco años, había venido a mi casa, con tan solo una chaqueta que la cubría, para entregarse a mí. Y sí, aunque aquella noche había recuperado lo que era mío, o lo había sido en otro tiempo, me sentí como un miserable. Tanto, que ni me atrevía a mirar a Viktor a la cara, no solo por el odio guardado que sentía. La mujer que era suya en ese momento, había sido mía, y yo sabía que seguía siendo mía. Mía y tan solo mía. Y yo era un hombre honrado, o al menos lo había sido hasta aquella noche. Pero ya nada importaba. Ahora tenía algo por lo que luchar.
El cura despidió el féretro. Hermione tiró sus flores, y animó a la pequeña que tirase las suyas. Esa pequeña, que rondaba los cuatro años. Por la que había peleado, y lo seguiría haciendo hasta la muerte. Hermione se había presentado en su casa, la noche del parto. Viktor estaba de gira con el equipo de Bulgaria y Hermione estaba completamente sola. La acompañé al hospital, y tuve la fortuna de ver nacer a la niña de ojos azules y sonrisa de perlas que ahora estaba a tan solo unos metros de mí. Jamás había sentido tanto amor, todo en mis manos, sosteniendo su pequeño cuerpecito. Pero horas más tarde, aún solos en el hospital, antes de que llegase la familia de Viktor, Hermione estaba preocupada. Claro que lo estaba.
-Hermione... ¿te encuentras bien?
-¿Y si Viktor lo descubre?
-No lo hará, a menos que se lo digas... yo no diré nada. Él cree que es su hija...
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Lemmon parade: Ron and Hermione's loves stories
FanfictionColección de historias, todas independientes, sobre esta hermosa pareja, que tienen tanto amor, y de tantas maneras diferentes... que he decidido contar algunas. [Creado el 18 de Diciembre de 2011]