Don't let me down

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                A la orilla del río Támesis, en un adosado, se escuchaba la respiración acompasada de una pequeña de cuatro años. Su madre, tras comprobar que su hija estaba dormida, cerró la puerta de la habitación, y se dirigió a lo largo del pasillo hasta su dormitorio. Allí, su marido, veía la tele, medio entretenido. Al verla entrar, sonríe y observa como ella se mete en el pequeño lavabo que equipa su habitación.

-¿Ya se ha dormido?

-Sí. Conseguí que se le pasara un poco la tos

-¿Está mejor?

-Quizás mañana no pueda ir a la escuela pero se le pasará

-Eso espero...

La mujer sale del baño, con su pijama de pantalón corto y tirantes. Se mete en la cama, bajo la atenta y alegre mirada de su marido. Éste sonríe. Siempre lo hace: a cada minuto que la ve, recuerda por qué y cómo era capaz de amar tanto a aquella mujer. Ella lo había sacado del mal camino, cuando en su juventud se desviaba por un camino sin salida. Pero ella lo había guiado. Le había dado una estabilidad con la que nunca había soñado. Ella le aportaba alegría, seguridad, valentía... ella le había regalado lo mejor de ella misma, le había entregado en sus manos a una pequeña criatura, hecha con el amor de su padre y de su madre, y que jamás dejaría de agradecer tal recompensa a su amor.

-¿Ocurre algo, Ron?

-Oh, nada, es solo que... estaba pensando

-Como siempre...

La castaña, sonriente y curiosa, se puso de lado, mirando a su cónyuge, apoyando su codo en el colchón, y sobre este, el peso de su cabeza.

-¿Algún día me contarás qué es eso en lo que siempre piensas?

-Ahora mismo, si quieres

-¿Ah sí? Cuéntame entonces...

-Pues...

Un relámpago, los distrajo de su relato. Miraron hacia la ventana.

-Parece que habrá tormenta

-¡No te desvíes! Cuéntame en qué piensas

-Está bien. Pienso... en cómo has conseguido hacer de mí un hombre

-Eso creo que fue más trabajo de tus padres que mío

-No, boba... me refiero... a un hombre de verdad, en el más amplio sentido de la palabra

-Ahh... bueno, tú también me ayudaste a convertirme en mujer

-¿Sabes, Hermione? Hace unos años, nadie daría un duro por mí... y tú lo hiciste. Y eso es algo en lo que pienso siempre que te veo. En lo mucho que te amo

-No podía dejarte caer. Yo te amaba, sin remedio alguno. Y tu vida estaba yéndose al vacío, y si lo permitiese... yo te habría seguido

El pelirrojo sonrió emocionado ante su mujer. Esa mujer que le había endulzado hasta límites insospechados. Esa mujer que le había otorgado responsabilidades de manera sencilla y agradable, sin agobios. Esa mujer, que sin saber ni cómo ni por qué, ya era parte de él mismo. Ron adoraba observar a Rose mientras dormía. Era como su madre. Ambas compartían ese sueño profundo, ese esbozo de sonrisa mientras dormían plácidamente. Y él se derretía por Hermione: ella le había llevado hasta el quinto cielo en sus noches de amor placentero, en noches en las que él no conseguía dormir, y ella perdía sus horas de sueño por estar con él. Ella era perfecta. No tenía otra palabra. Si bien era cierto que su carácter podía llegar a ser austero, habían llegado juntos al punto de evitar las peleas iniciales, conocerse tan bien, y respetarse simplemente con la mirada, sabiendo atravesar el corazón del otro sin necesidad de nada más. Y eso era más de lo que él, podría haber soñado jamás.

Lemmon parade: Ron and Hermione's loves storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora