Todo un principio

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Era un día cálido de verano en el centro de Londres, aún habiendo algunos grises nubarrones el sol parecía apoderarse del cielo, mostrándose imponente ante las nubes. Sus rayos estaban por toda la ciudad, alumbrando y expulsando hasta la última sombra de la noche.

Vivo en unos de los altos rascacielos en el centro de Londres. Desde mi ventana observo toda la ciudad, cada una de sus calles, sus verdosos parques y sus grandes edificios. El amanecer es precioso visto desde tan alto, tal vez por eso me gusta vivir aquí. Eran aproximadamente las siete de la mañana, yo todavía me encontraba envuelta entre las sábanas de mi cama, durmiendo y a la vez, soñando con las extrañas ideas, sensaciones y sueños, que rodaban por mi cabeza o quizás por mis recuerdos. Un rayo de luz consiguió atravesar la ventana y llegar hasta mi cálido rostro, di unos cuantos bostezos y rodé un par de veces por la cama.

De repente, sonó el despertador; marcaba las siete. Hoy era mi primer día de colegio después de las vacaciones de verano. Salí de la cama con cierta prisa y fui corriendo al vestidor; desayuné, me peiné mi larga melena color miel y salí del apartamento. Bajé las escaleras rápidamente, intentando no tropezar con ningún pequeño agujero. Di con la calle demasiado tarde, pues mi autobús ya se iba de camino a su destino, el instituto William.

En el st. Williams hay de todo. Empezando por los llamados frikies por vivir su vida de manera distinta a la de los demás, los nerds, que son gente que dedica la mayoría de su tiempo al estudio y prefieren no llamar la atención, los populares, otra clase social en el instituto dedicada prácticamente a criticar la vida de los demás. Por suerte, como cualquier instituto, siempre está la gente común que se relaciona con todas las personas, independientemente de con quién vaya cada uno. Así soy yo. Me llevo bien con los populares pero no pretendo ser ninguna de ellos.

Tras esta simple explicación sobre la estupidez de algunos que decidieron usar este método organizativo para acomplejar a la gente, volví a la realidad.

Me paré un par de minutos al lado de la puerta de mi edificio, sin saber bien qué hacer. El próximo autobús que pasaría por allí sería pasada media hora, así que no quedaba más remedio que ir andando. Por suerte el instituto tan solo quedaba a unos cuantos barrios de allí.

Empecé a caminar por las grandes y ajetreadas calles de la ciudad, la gente se movía deprisa con sus coches de camino al trabajo, algunas mujeres estaban sentadas en cafeterías tomando un café y había otros que se estaban levantando de sus camas con los primeros rayos del sol. Miré mi reloj, apenas quedaban quince minutos para las ocho y si no estaba allí a esa hora asistiría tarde a clase.

Comencé a correr. Pasé varias calles estampándose contra algunas personas, y me disculpaba pero los otros me miraban con cara de no aceptarlas.

Crucé una calle sin darme cuenta de que el semáforo se encontraba en rojo y fue entonces, cuando un coche estuvo a punto de atropellarme, apareció un muchacho alado, se puso delante mía, me cubrió con sus grandes alas blancas y desaparecimos de allí.

Cuando desperté me encontraba en la enfermería del instituto, serían como las diez de la mañana. La enfermera estaba allí y me preguntó:

-¿Va todo bien? Te encontramos desmayada hará una hora en la puerta del colegio -me contaba ella mientras yo observaba por la ventana.

-¿Quién me trajo hasta aquí? ¿Dónde está el muchacho? -estaba deseando saber quién fue el chico que me salvó, para mi desgracia imagine que ella no lo sabía.

- ¿Estás bien querida? ¿Te gustaría que llamase a tus padres? -preguntó la enfermera mientras yo ni la miraba, pues estaba en mi mundo de las nubes, pensando en cómo es que no estaba muerta.

-No, la verdad es que ya me encuentro muchísimo mejor, gracias -le dije mientras me levantaba de la camilla para volver a las clases.

-Esta bien, pero si te mareas o no te encuentras bien pásate por aquí -me respondió con una amable sonrisa en la cara.

Salía de la enfermería un tanto confusa, sin parar de pensar cómo y quién mi llevó hasta allí. De repente, recibí un whatsapp de Cloe, me mejor amiga desde los trece años.

"¿Qué te ha pasado y cómo es qué estás en la enfermería? No me dejaron ir a verte, me dijeron que pronto vendrías, respóndeme cuanto antes"-me preguntó Cloe.

"Todo va bien, en unos diez minutos estoy allí, tenemos que hablar en el recreo urgente, todo lo que ha sucedido ha sido muy extraño para mí"-le respondí yo.

Caminaba por el pasillo, parecía desierto, nadie andaba por él. Seguí andando intentando llegar a mi aula en la que estaríamos dando historia, una de mis asignaturas favoritas. En un rincón, había un muchacho de pelo castaño claro y unos simpáticos ojos verdes que me observaban desde una esquina; me saludó con la mano. No sabía quién era, así que seguí andando sin inmutarme siquiera. Él caminó tras mí.

-¿Así me agradeces que te haya salvado la vida hoy, Annie? -me dijo con una sonrisa en la cara, yo me di la vuelta y lo miré, sin poder creerme lo que había oído.

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Espero que os haya intrigado mi primer capitulo, todavía soy principiante pero espero hacerlo lo mejor que pueda.

Vooootaaaar! Me haría muy feliz ver que a la gente le gusta mi novela. Agradezco mucho a todas aquellas personas que ya comentaron en el prólogo, he de reconocer que eso me ayudó mucho a la hora de seguir escribiendo. Quiero que comentéis todos los que los lean, que opinen, que propongan ideas y todo lo que se os ocurra. Eso me haría muy feliz pero sobretodo votar, se irá poniendo mas interesante, espero que os guste ;)

Este capítulo va dirigido a maría y a su hermano de ideas fantásticas que estuvieron ayudándome con pequeños detalles que no cuadraban en la novela, por ejemplo su título.

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