Siempre hay algo más que ángeles

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Estaba en la habitación de Cloe. Era amplia y estaba muy decorada, habían persianas azules, una alfombra delante de la cama y algunas estanterías hacían de la habitación un lugar acogedor. El resto de la casa también era espaciosa. Sus padres están separados, ahora él vive en España por su empleo y su madre se hizo notaria, trabajaba mucho y de seguido y pocas veces pasaba por casa. Tiene un hermano mayor, se llama Tom y los tres nos llevamos muy bien, aunque él ha estado en un intercambio en Nueva York durante el tiempo que llevamos de colegio. Él y Christian siempre fueron muy buenos amigos, de echo, gracias a Tom conocimos a Christian.

De pequeños solíamos jugar juntos en la piscina de la casa de Cloe y Tom, aunque a veces íbamos a jugar a la gran casa de Christian. Amaba ser un niña. Todo era ser feliz y comer golosinas, muchas golosinas. ¡Nos lo pasábamos tan bien juntos!

Tom volvía la semana que viene, a Cloe le habría gustado que llegara a tiempo para su cumpleaños, pero fue imposible.

Cloe estaba tumbada en su cama mirando al techo, probablemente pensando en su nuevo novio del que todavía no sabía nada. Así era mi amiga, ¿para qué contar tu vida privada si no te preguntan? Y, obviamente, yo no quería preguntar, más que nada porque si lo hacía me preguntaría por Jake y por Zack, tema no apropiado puesto que siento cosas raras hacia ambos.

Con Zack hay muchas veces cariño y amistad, pero otras veces se vuelve engreído, arrogante y malvado, como si no pudiera controlarse, como si estuviera en una burbuja intentando no explotar pero a la mínima que esta es rozada con un pequeño alfiler, explota. Lo peor es que la mayoría de las veces, esa explosión es provocada por Jake. Hay tensión entre ellos, incluso odio. Jake es un ángel, tiene auto control pero por alguna razón la pierde con Zack y, lo más raro aún, es que soy yo la que pone el orden, la que vuelve a formar ese equilibrio entre ambos.

Todo es tan confuso. Corrección: mi vida es tan confusa.

Jamás llegué a pensar en un mundo paralelo al nuestro como ocurre con los ángeles, sí, es cierto que de niña tenía imaginación pero esas cosas siempre me las enseñaron como cuentos de hadas. Siempre me ha llamado lo sobrenatural, siempre he creído en algo más y no de la manera de los aliens, sino algo encargado del equilibro, ¿Quién mantiene la estabilidad en el planeta? Si no existiera nadie que se encargara de ello, a lo mejor las hormigas se hubieran apropiado de la Tierra.

Me giré dando una ligera vuelta en la cama, mirando hacia Cloe.

-¿Crees que la fiesta saldrá bien? -preguntó ella mirándome con sus grandes ojos marrones.

-Claro, no te preocupes -dije calmándola.

-¿Cómo lo haces?

-¿Hacer qué? -pregunté confusa.

-Tranquilizar a la gente, darles confianza en que todo irá bien, en que hacen lo correcto. Les miras con tus ojos azules y infundes serenidad. Es increíble, en serio.

-Siempre me habían dicho que era una alborotadora -dije con una amplia sonrisa.

Acabada esta conversación, Cloe apagó la luz pulsando el interruptor de al lado suyo y cerré los ojos para conciliar el sueño.

Estaba en un callejón oscuro, algunas luces rojizas se veían al fondo formando un pequeño ojo. No había nadie. Odio la soledad. Me acerque más al aro, se oían gritos, chillidos espantosos y maldiciones recitándose continuamente.

Pude escuchar algunas voces con claridad. Intentaban hablarme, comunicarse conmigo. Estaban atrapadas, me di cuenta de ello rápidamente, por el horror que emanaba desde dentro del agujero, los gritos desesperados de ayuda y la necesidad de ayudarlos y el no poder. Era una cárcel, tal vez de otro mundo distinto al mío. No lo se. Pero se sentían atrapados, sin escapatoría.

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