Capítulo 35

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La forma alegre de pasar la vida que aquella familia solía tener, justo ahora no estaba del todo presente.
Una persona usualmente no piensa al despertar ​por la mañana que tu vida cambiaría de un segundo a otro.
Nadie pensaría que algo podría salir realmente mal en la fiesta de dos niños de seis años.

Sin embargo las cosas rara vez salen como las planeamos.
Aquella mañana del cuarto mes de embarazo, Yuuri se levantó temprano como todos los días, preparo el desayuno de sus hijos y los llevó a la escuela.
Usualmente se despide con un cariñoso beso en la frente de sus dos pequeños ángeles, pero como su vida cambió de un segundo a otro por culpa de un comentario mal intencionado, está vez sólo se despidió de uno de sus niños con un beso en la frente.
Solamente su hijo Daiki espero a que su mamá le diera un beso para poder marcharse, mientras le dedicaba a mamá una sonrisa triste, tal como si deseara que arreglará todo aquello que se encontraba mal en aquél momento.
Yuuri se despidió de él, y pudo apreciar como su hija avanzaba unos cuantos metros más adelante sin llegar a mostrarse arrepentida por no despedirse de mamá.
Yuuri suspiró, se sentía tan triste ante aquella situación, pensar que una de las dos personas que en algún momento de su vida fueron su única razón de seguir adelante le odiaba  ponía en juego su fortaleza.

Caminó a pasos tranquilos y lentos de regreso a casa, después de todo su hogar no se encontraba muy lejos de la pequeña escuela de sus hijos.

-Maldición.- Pensó Yuuri.
El de verdad creyó que sus hijos le causarían problemas cuando fueran adolescentes, problemas normales como los que él le causaba a sus padres, jamás pensó que a los seis años su hija pensaría en querer fugarse de casa con su desentendido e irresponsable padre biológico.

Llegó a casa y cerró la puerta con cuidado tras de sí, solamente el pequeño cachorro que Mila le había regalado a sus hijos corrió a recibirle, después de todo lo que había sucedido anoche ni siquiera se acordaba del pequeño cachorro.

Yuuri con cuidado se agachó y alzó al pequeño perro entre sus brazos y lo abrazo como si de un juguete de felpa se tratará, camino hacía la cocina y pudo encontrarse con Yuri.

-¿Es que acaso me has reemplazado yá por ese perro?.- Pregunto Yurio arqueando una ceja.- Por eso prefiero a los gatos.- Afirmó tomando un sorbo de su taza de café.

Yuuri río ligeramente y bajo al cachorro que siguió su camino hacía alguna otra parte de la casa.
Y abrazó a Yuri, realmente necesitaba un abrazo en aquél momento, se sentía bastante triste, necesitaba que alguien le dijera que todo va a estar bien.

Yuri le recibió entre sus brazos con gusto, después de todo no había nada que el disfrutará más que tener cerca a su amado cerdito.
Yuuri ocultó su rostro entre el cuello y el hombro de su pareja e inhaló con tranquilidad su aroma.

-¿Que tal te fue hoy?¿Algún cambio en su actitud?.- Pregunto Yuri con la esperanza de que su pareja le respondiera que su niña aún los amaba.

-No, a no ser que te refieres a un cambio para mal, porqué ella ni siquiera se despidió de mí y me habló estrictamente para lo necesario.

Yuri suspiró, no sabía qué hacer, ya no se le ocurría nada.

-Bueno Katsudon, cambia esa cara, después de todo hoy iremos a ver a la médica bruja para saber el sexo del bebé.- Habló Yuri con una sonrisa radiante mientras tocaba el vientre de Yuuri.

-Es cierto, la cita es como en una hora, lo había olvidado.- Habló Yuuri sorprendido.

-Lo supuse, pero para tu buena suerte tu atento y exageradamente sexy futuro esposo te preparo el desayuno.- Habló Yuri, logrando que la risa del pelinegro escapara por sus labios.- Desayunemos Katsudon.- Habló mientras sacaba una de las sillas del comedor de la cocina para que Yuuri se sentará en ella.

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