¡¿Viejo señor Parker?!

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Agarre la primera camisa que encontré, me la abroche a lo que podía, me coloque mis jeans y salí corriendo de mi habitación, aun con mi pelo mojado, totalmente enredado y pies descalzos.

Cuando estaba por abrir la puerta accidentalmente resbale con la alfombra de la entrada y caí, haciéndome quedar echada boca arriba, maldije en mi cabeza por ser tan torpe.

La puerta se abrió pero la penumbra no me dejaba ver el rostro del viejo señor Andrew, quería pararme, pero mi cuerpo no me hacía caso, opte por intentar decirle bienvenido pero lo único que salió de mi boca fue:

-¡Wienwedino!- ¿que fue eso? Yo no quería decirlo en un idioma que ni siquiera existe pero mi lengua se trabo así que solo pude articular esa extraña palabra en mi boca, mi cabeza me empezaba a dar vueltas, mi mirada se volvió borrosa, escuche que él dijo:

-Señorita Clark ¿está usted bien?

No pude responder, me desmaye.

Al despertar pude sentir una bolsa de hielo en mi cabeza la cual aún palpitaba un poco, -seguro después de ese golpe mi chinchón se vería como una segunda cabeza-, estaba echada en el sofá de la sala, mire a mi derecha y vi al señor viejo Andrew, de espaldas a mi...El cual no se veía viejo para nada.

Me levante de golpe, haciendo caer la bolsa con hielos, lo que hizo que él se de vuelta hacia mí.

-¡Usted no está viejo! - mierda había pensado en voz alta. Ese golpe realmente me había afectado.

-Señorita Clark, despertó, y me alegro que su sentido de la vista no haya sido afectado con esa gran "wienwenida". - dijo haciendo comillas en la palabra inexistente pero acaso...¿Estaba molestándome?

Me acomode mejor en el sofá, bajando mis piernas, agarrando mi cabeza y luego me quede, observándolo, mejor dicho ¡contemplándolo!, era un hombre un poco mayor a mí, alto,con unos ojos azules increíbles, cabello negro que hacía que el color de sus ojos resaltaran aún más, tenía la espalda ancha, llevaba una camisa azul con los dos primeros botones sin abrochar, unos hoyuelos que pude apreciar ya que se estaba riendo y que risa más increíblemente herm....un momento ¿se está riendo de mí?

El pareció notar mi mirada de confusión y dejo de reír, se detuvo a mirarme fijamente, como si me evaluara -y si es así, más le vale que me esté poniendo una nota alta- me puse nerviosa, mis manos temblaban, mi cabeza aun daba vueltas -y espero que sea por el golpe- jamás en mi vida alguien había provocado esa reacción en mí, ni siquiera ¡Matt Bomer! Eso ya era demasiado. Esto era malo, muy, muy malo.

-Perdone señorita Clark. -se disculpó aun mirándome fijamente. ¡¿Que no podía mirar a otro lado?! Es más él se estaba acercando a mí con pasos seguros y lentos. Me sentía en una película en la cual ahora colocaban la cámara lenta.

Desvié mi mirada para dejar de verlo. Y antes de que él diga algo yo comencé.

-Llámame Elizabeth, por favor.

-Está bien Elizabeth, tú llámame magnifico y adorable Andrew. - ¡¿Qué demonios?! ¿Magnifico? -es broma, solo llámame Andrew- se encontraba ya a pocos pasos, parecía un modelo en plena pasarela.

-Claro, por cierto perdone por haberme desmayado -me toque la cabeza, sintiendo el chinchón ya formado- Y gracias por la bolsa de hielo y por traerme al sofá. - ¡Que mal! Hice que Andrew me cargara y lo peor es que no me acuerdo de ese momento.

Él estaba delante de mí, tan cerca y tengo que agregar que usaba un perfume increíble. Amo cuando un hombre usa un buen perfume. Y el suyo era de esos que hueles una vez y quieres olfatearlo todo el día... Maldito sea el que creo ese perfume.

Déjame olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora