¡Feliz cumpleaños para mí!

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Elizabeth cuenta.

Hoy era un día especial para la humanidad, un día importante, hoy era mi cumpleaños. Y aunque sea el primero que paso lejos de mi familia, aun tenia esperanza de que sea un gran cumpleaños…aun si Andrew no se encontraba aquí. No es que me importe, en realidad es solo que…pues… ¡Ya que! Tal vez si me importaba un poco…pero solo un POCO.

Me levante relativamente temprano. -Eran las once, pero era domingo así que era temprano.- Me aliste rápidamente sin siquiera desayunar, la universidad serraba a medio día y necesitaba recoger mi certificado de que había concluido con la maestría.

Llame un taxi y cuando llegue a la universidad me di cuenta que ya la habían cerrado, demonios. Estaba decidida a volver al departamento hasta que una voz me detuvo.

-¡Elizabeth!

¿Quién era? no reconocía ese grito, me gire sobre mis puntas y no veía a nadie. Tal vez continuaba dormida, frote mis ojos suavemente, cuando los volví a abrir, me encontré con Mark en frente mío.

-¡Mark! Me mataste del susto, pensé que estaba volviéndome loca.

-¿Enserio? ¿Segura de que recién estabas volviéndote loca? Porque yo creo que lo estás.

-Que agradable felicitación de cumpleaños.

-Que agradable es tu ironía.

-Cállate y abrázame como se debe.

Mark rodeo sus brazos y prácticamente me elevo del piso.

-Feliz cumpleaños cosa pequeña.

-No es mi culpa no medir un metro ochenta como tú.

-Un metro ochenta y cinco para tu información. Y antes de que continúes quejándote, recogí tu certificado, está en el auto y ¿ya comiste?

-No, me levante un poco tarde.

-Vamos a almorzar entonces.

-Quiero desayunar.

-Y luego dices que no estás loca, son las once y media. Pero es tu cumpleaños, vamos a buscar un lugar que siga sirviendo desayuno.

 Caminamos hasta su auto, subí, y fuimos hacia un café que estaba justo en frente de la casa de Mark…y no solo eso, era el café donde encontré aquel anuncio para el departamento donde vivía ahora.

Nos sentamos en una pequeña mesa, uno en frente del otro, una mesera vino con los menús y no los entrego.

-¿Ya saben que pedir? -Pregunto la mesera quien tendría unos cuarenta años y aun así le hacía “ojitos” a Mark…Pobre mujer, si supiera de sus gustos.

-Sí, yo quiero dos tostadas, un jugo de naranja y una taza de café, por favor. -Pidió Mark.

-¿Usted señorita?

-Yo quisiera, tres panqueques, un croissant de queso con jamón, una tajada de torta de chocolate, dos galletas, dos tostadas, un jugo de naranja, un vaso de agua, una taza de café y un bol de cereal por favor. -La mesera, se encontraba escribiendo rápidamente en su pequeño cuadernito con una mirada de sorpresa muy clara en su rostro, pero no tan obvia como la que Mark tenia. -Eso es todo, gracias.

La mesera se alejó, Mark no salía de su estado de sorpresa.

-¿Estás bien? Parece que hubiese visto un monstruo y perdona pero yo soy muy bonita para ser un monstruo.

-¿Comerás todo eso? ¿Cómo es posible que no engordes? ¿Cómo es posible que Andrew no haya entrado en banca rota? ¿Andrew sabe que comes tanto?

Déjame olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora