La propuesta.

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Andrew cuenta:

Estos  últimos días Elizabeth estuvo actuando muy extrañamente desde el día que me vio semi desnudo -Y debería estar agradecida por eso.- Pero no fue algo como para actuar de esa manera como ella está ahora.

¿Por qué me vio semi desnudo? Pues…

Noche anterior Joanne. -Mi asistente.- Me llamo para enviarme unos trabajos que debía revisar, al parecer mi jefe estos meses estuvo algo perdido sin mí, y  que les puedo decir, era su mano derecha. Pero él fue el que me obligo a tomar vacaciones. ¿Pero por qué tengo vacaciones tan largas? Bueno, como los últimos tres años trabajaba sin tomarme ni una sola vacación, más horas extras y todo eso, mis días de compensación y los días de vacaciones se fueron acumulando dándome un total de seis a ocho meses libres, pero no me molestaba en usarlos, no es que no haya querido volver a mi país, ni estar con mi familia y todo eso, pero las cosas hace tres años me dejaron muy mal, por lo que para remplazar mis pensamientos me volví un adicto al trabajo e incluso empecé a ir mas al gimnasio.

Mi jefe se preocupó y me obligo a tomarme vacaciones, y acepte porque  moría de ganas de ver a Elizabeth en persona y no en una foto.

Cambiando de tema a lo original, a lo que paso ese día. Como me quede en mi habitación trabajando en mi portátil toda la noche y parte de la mañana, no pude salir a tomar el desayuno, y cuando termine lo primero que hice fue tomar una ducha caliente, me encantaban ese tipo de duchas, era lo mejor para pensar, analizar, planear y relajarse. ¿En qué pensaba? Simplemente en como lograr seducir a Elizabeth.

Cuando termine me envolví mi cintura con una toalla y salí del baño, cuando lo hice me encontré a Elizabeth mirando una foto de mi hermana con mi madre que se encontraba en mi escritorio, lo que me llamo la atención es que también había una bandeja con una taza de café, tostadas y jugo de naranja.

No se dio cuenta de mi presencia hasta que puse mi mano sobre su hombro, acerque mis labios hacia su oreja y en forma de susurro le dije:

-Buenos días Elizabeth. -Ella se giró rápidamente, me vio de pies a cabeza y se tapó el rostro con ambas manos.

-B-bu-buenos días Andrew. -El efecto que quería provocar en ella no era ese, pero por lo menos logro observar los abdominales que tengo, resultado de varios años de gimnasio.

-¿Te encuentras bien?

-Tú dímelo, entro para traerte el desayuno, y cuanto te veo estas prácticamente  como viniste al mundo.- Se podía notar sus nervios mezclados con ironía y algo de enojo a través de su voz como si nunca hubiese visto un hombre desnudo.

-Yo creo que deberías estar aprovechando la gran vista que tienes ahora. Créeme que varias mujeres darían mucho por estar en tu lugar ahora mismo.

-¿Sabes? El contrato decía que ninguno podía realizar actividades y/o demostraciones que incomoden al otro.

-Impresionante, leíste muy bien ese contrato, pero por si lo olvidas también dice que la seducción está permitida.

-¿Quieres seducirme? Sabes que, mejor ni respondas yo me voy.

Elizabeth seguia con los ojos tapados por lo que no podía encontrar la salida. Y antes de que lo haga cerré la puerta de mi habitación y me apoye encima de esta, cuando Elizabeth llego a la puerta, su mano fue directo a la perilla mientras la otra seguía tapando sus ojos. Cuando se dio cuenta de que no podía abrirla, se quitó la otra mano de su rostro y nuestras miradas se cruzaron, ella se veía algo confundida e incluso enojada.

-¿Puedes apartarte? No quiero llegar tarde a mis clases.

-Pero podrías pasártelo muy bien aquí. -Y ese momento le dedique la sonrisa, esa sonrisa que lograba hasta a la mujer más inocente y confiada caer ante mí.

Déjame olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora